Capítulo 1 A la vuelta del recodo

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Abrí los ojos precipitadamente. La luz era demasiado intensa y me lastimaba. Lentamente giré la cabeza de un lado a otro intentando recordar que había sucedido y porqué demonios estaba tirada en el suelo. La espalda me dolía horrores y la punzada en la cabeza se expandía a gran velocidad. Al parpadear me pareció ver un destello y escuchar algunos gritos lejanos que perdían intensidad conforme pequeños puntitos de colores comenzaban a indicarme que volvía a perder la conciencia.

Al despertar nuevamente, la sofocante luz del amanecer que presagiaba un día caluroso comenzaba a calarme en el rostro obligando a mis débiles parpados a entrecerrarse, pues era tan doloroso mantenerlos abiertos como cerrados. Levanté un poco la cabeza sintiendo como si un centenar de piedras estuvieran dándole una paliza a mi mallugado cerebro. Entre esfuerzos y resoplidos conseguí flexionar las piernas e incorporarme con tanta gracia como una mujer en cinta.

Había estado tendida en un ancho sendero de tierra blanca, un ligero aroma a aceite se mezclaba con la intensa dulzura de unas rosas que bordeaban el camino, detrás unos torcidos arboles rodeaban el claro de lo que parecía ser un no muy denso bosque.

Di un par de pasos y me detuve, el dolor comenzaba a desaparecer con impresionante rapidez, pero seguía sintiéndome demasiado desorientada como para arriesgarme a salir de ese espacio, no conocía el terreno y me asustaba lo que podría encontrarme si me adentraba a zonas más oscuras.

Revisé mi ropa que estaba un poco sucia por haber permanecido en el suelo; busqué en los bolsillos y lo único que encontré fue un trozo de papel color rosa y un collar con un pequeño dije de colibrí sostenido por una fina cadena de plata, pude recordar que era una reliquia familiar, cuya tradición consistía en ser entregado de madre a hija al cumplir los dieciséis años. No tenía ninguna otra pertenencia en mis bolsillos, ni mi teléfono celular, ni dinero, ni alguna otra baratija como los clips y cuentas de pulseras rotas que están común encontrar en ellos.

Sin saber qué otra cosa hacer me senté junto al tronco de uno de los árboles y examiné las acarameladas hojas caídas que tapizaban el suelo a los pies del árbol.

No recordaba que estuviéramos tan cerca del otoño, aunque realmente tuve que esforzarme mucho para poder recordar mi nombre <<"Praxedis"así es como me llamo>> Meditaba al respecto girando entre mis dedos una pequeña piedra perfectamente ovalada, trataba de evocar algo de mi pasado, pero solo me llegaban pensamientos superficiales y cuando intentaba profundizar en ellos mi mente parecía llenarse de humo y se rompía el hilo del pensamiento.

En un momento levanté la vista y me sorprendió ver que el sol había recorrido gran parte del cielo, y aunque pareciera que solo unos minutos antes había amanecido, ahora debían de ser cerca de las tres de la tarde; inexplicablemente, el calor también había desaparecido dejando un agradable clima templado. Entonces comencé a temer que la noche fuera a atraparme aún en aquel lugar desconocido.

Reuní todo mi valor, tomé unas cuantas piedras y marqué una irregular "x" en el lugar donde había estado para que si llegaba a caminar en círculos supiera por cuales lugares ya había pasado.

Comencé a caminar por el sendero con el contorno de rosas, me tranquilizaba ver que estaba bien definido porque eso significaba que era continuamente transitado y quizás hubiera un pueblo cerca. Cada tanto tomaba un par de piedras y marcaba una nueva cruz en el suelo, por un instante me detuve a oler las rosas, pero de inmediato continué caminando al recordar a una pequeña con capa que al salirse del sendero le habían sucedido cosas malas.

Cuando empezaba a pensar que realmente estaba caminando en círculos comencé a escuchar el sonido de voces y al girar en un recodo vi que el bosque terminaba y daba paso a una pequeña, pero nada rudimentaria comunidad.

Una parada por el bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora