Zoro.

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Corrí. Corrí tanto como me permitieron mis piernas. Oí un disparo. Esto es malo, pensé. Forcé a mis pies a no cansarse y seguí corriendo. Sentía un sudor frío recorrerme entera, de pies a cabeza. Encontré un local aparentemente deshabitado y me metí para descansar de la carrera de 20 minutos en la que llevaba participando, con la esperanza de acabarla. Tapé mi nariz, disimulando mi respiración agitada, con una mano mientras me agachaba para que no me vieran desde las ventanas.

—Jefe, no hay rastro de ella.

—Maldición.

Mi mente encontró paz por un momento, pero no duró mucho.

—Ordena que todos los soldados entren a las casas más cercanas, puede estar escondida por aquí cerca...

No lo sabes tú bien, pensé.

—¡Sí!

Ese grito me hizo darme cuenta del peligro en el que me encontraba. Oí puertas abrirse con brutalidad y aldeanos quejándose de la invasión de los Marines en sus hogares.

Pronto vendrán aquí. Debo salir.

Caminé de puntillas tratando de ser lo más sigilosa posible, pero pisé un cristal roto sin darme cuenta y grité de dolor.

Si es que soy subnormal.

Volví a emprender mi carrera hacia la libertad y un escondite seguro.

—¡Ahí está! ¡Tras ella!

Mierda.

A lo lejos divisé un barco atracado cerca del puerto; decidí mi destino. Comencé a correr con las pocas fuerzas que me quedaban por callejones, tejados, entre la gente, dando rodeos tontos... Solo para despistarles y perderles de vista. Misión completa.

Fui directamente al barco. De cerca comprobé lo que me temía: era un barco pirata. Esa bandera con una calavera cruzada por dos huesos lo confirmaba. Mientras escape de la pesada de la marina, seré feliz. Con suerte estos piratas son majos, no tienen un barco muy grande. Con ese pensamiento subí al barco y me escondí entrando por una puerta, lo que me llevó a una cocina. Genial, tenía hambre de todas formas.

—Ha desaparecido, jefe —oí a lo lejos.

—¡La gente no desaparece así sin más, imbécil! Sigan buscando —ordenó el más pesado de todos.

—¡Sí!

Abrí la nevera tranquilamente para buscar comida. No parecía que me fueran a buscar aquí dentro y tanto maratón no le sentaba bien a cualquiera, necesitaba alimento.

Cogí una manzana y la mordí mientras me sentaba en una de las sillas y me apoyaba en la mesa.

De repente un dolor me recorrió ambas piernas y un mareo hizo que cerrara los ojos con fuera para combatirlo, sin éxito.

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—Oye Chopper, ten cuidado con ella, parece delicada.

—Hai, no te preocupes, está en buenas manos.

Dos personas hablaban alrededor de mí, entré en pánico por unos instantes pero decidí escuchar un poco más. No parecían conocerme.

—¿Está bien? —una tercera voz aconteció.

—Tiene cortes profundos en las plantas de los pies, de correr descalza supongo, moratones por todo el cuerpo, varias heridas recientes en la cintura y el pecho...

—¡Oe Chopper, ¿dónde has estado mirando?!

—¡S-soy médico! ¡E-es mi deber!

—Reno pervertido.

One-Shots One Piece.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora