Zoro x Sanji.

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Zoro abrió el ojo irritado. Le habían despertado de la siesta matutina, pero lo peor no era eso sino que había sido el cocinero del barco con sus estúpidos gritos hacia las féminas tripulantes. ¿Por qué eso era lo peor? Probablemente alguno pensaría que lo es muchísimo más despertar siendo sacudido por Luffy o golpeado por Nami por estar haciendo el vago. Pero Zoro no.

Desde hacía algunos meses había descubierto en él sentimientos encontrados relacionados con dicho cocinero. Empezaron con sus habituales peleas, siempre causadas por estupideces, siguieron cuando empezó a notar que discretamente observaba al rubio a lo lejos. Zoro no se iba a engañar, sabía que eso era un claro síntoma de atracción. Pero en principio lo dejó pasar, pensando que sería una etapa tonta en su preadultez. Sin embargo, sus sentimientos se hacían cada vez más fuertes. Sentía ganas de abrazarle, acariciarle, protegerle... ¡Hasta de besarle!

Sus propios pensamientos le asqueaban. No por el hecho de que el dueño de ellos fuera hombre sino porque era Sanji. Sanji, el cocinero caballeresco que cortejaba patéticamente a las mujeres. Era simplemente imposible que le empezara a gustar el cejas de remolino, el hombre con el que había pasado desde el minuto 0 peleando, y con el que aún seguía peleando para no levantar sospechas, aunque en menos cantidad que antes.

Escrutó con la mirada al cocinero acercarse con su típico baile ridículo a las dos mujeres del barco, quienes le recibieron con una sonrisa desde la comodidad de dos tumbonas.

Su cabello rubio se movía ligeramente por la poca corriente que había, sus ojos mantenían la forma de corazón característica de él, el cuello de su camisa estaba desabrochado, dejando ver sin pudor parte del pecho...

Zoro apartó la mirada. Si seguía mirando sus pensamientos volarían en otra dirección más perversa y definitivamente no quería eso, no después de haber estado ocultando sus sentimientos durante meses.

Pero eso no le impidió ser presa de los celos. —¡Ero-cook cállate, algunos intentamos dormir!

Miró fijamente la reacción del rubio al que adoraba desde las sombras. Un tic le había nacido en la ceja visible y un par de venas le resaltaron en la frente. Amaba molestarlo.

Para su gran sorpresa, en vez de gritarle desde su posición como ya estaba acostumbrado, Sanji se acercó a él.

<<Me va a pegar>>, Zoro se puso en guardia discretamente, colocando su mano derecha en el mango de sus katanas pero sin levantarse del suelo.

Sanji se agachó hasta estar a poca distancia de su cara, asegurándose así de que incluso un susurro fuera escuchado.

Entonces, sonrió. El corazón del espadachín se paralizó. —¿Estás celoso, marimo? Si quieres te preparo algo a ti también.

La expresión de sorpresa recibida fue más que suficiente para Sanji como respuesta, así que sin más marchó a preparar lo que sus dos damiselas le habían ordenado.

Hacía algunas semanas que deseaba insinuarle algo al peli verde que robaba sus sueños, pero se le hacía francamente imposible. Tenía la certeza de que sería rechazado con asco solo por ser él. Por tanto, haberlo hecho en ese momento le llenó de una felicidad y nerviosismo extraña. Incluso pensó en prepararle algo de verdad.

Pensaréis: ¿cómo es que Sanji acepta tan fácilmente su enamoramiento hacia otro hombre?

La respuesta es sencilla, Sanji se crió con la creencia del amor, no de la apariencia. Le importaba más bien poco si su amor pertenecía a un hombre o a una mujer. Si tal individuo había ganado el derecho de ser amado por el rubio, era un excelente partido, independientemente del género.

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