Capítulo 1: Corazón

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    Esta es la historia de Abel, un joven que formaba parte de un grupo de raros o freaks como suelen llamar a aquellos que dedican horas a jugar juegos de vídeo, dibujar o escribir en wattpad. Era un chico ejemplar: zapatos lustrados, ropa aseada, cabello corto y usaba un perfume barato diferente todos los días de la colección que le regalaba su tía siempre que tenía la oportunidad.
Corría a la tienda de consolas mas cercanas, luego de salir de clases, para hablar con el vendedor acerca de las novedades, de los últimos juegos que habían sido publicados o comprar alguna revista del mismo tema. Una vida monótona, pero a él le fascinaba esa rutina, lo mas sencillo de ella podía hacerlo feliz.
    Todo comenzó hacía más de once años atrás. Un largo viaje con su madre en busca de renovar sus vidas, los llevó a recorrer tres mil cien kilómetros, desde Tierra del Fuego hasta Buenos Aires, provincia por provincia. Anotarse en el instituto San Gabriel, creyendo que el cambio podría ser lo peor, conoció a sus dos mejores amigos: Tomás y Gabriel.
    Entre ellos tenían una conexión especial. La aceptación de Abel fue inmediata. Mientras duró su infancia sus pasatiempos pasaban desapercibidos, pero cuando los años pasaron se vio obligado a aceptar su condición de raro, según lo etiquetaban los demas, tolerar los epítetos desagradables que eran moneda corriente de cada día, propinados por los grupos de chicos populares, era la ración de dolor para hacerse cada vez mas fuerte.
    Tomás era un muchacho algo excedido de peso, pecas y anteojos de bastante aumento, cabello anaranjado y ojos verdes. Poseedor de un sentido del humor ridículamente divertido. Su familia siempre fue amistosa con Abel. Tomas era hijo único, por una extraña enfermedad que la madre padecía, no podía volver a quedar embarazada. Su padre era un hombre callado, se lo veía como un típico hombre de negocios, un tipo con una paciencia infinita. Solían darle al muchacho todos los gustos, su cuarto era una guarida para los tres amigos, sobre todo porque los padres jamás se negaban al pedido de "reunión nocturna de juegos" que realizaba Tomás todos los fines de semanas.
    Gabriel era diferente, un poco callado, bastante flacucho. Un largo mechón castaño claro le ocultaba sus ojos marrones. Era un as del control, un rival de videojuegos excepcional, en juegos cooperativos el mejor. A su familia no le importaba mucho qué hacía su hijo, a qué le dedicaba tiempo, si le iba bien en los estudios o quienes eran sus amigos. Eso facilitaba el momento de concordar reuniones, las cuales siempre marcaban destino en casa de Tomás.
    Abel vivía solo con su madre en una residencia económica en el sector más humilde de Quilmes. Su madre trabajaba día y noche para llevar alimento, pagar las rentas y los impuestos varios. El dinero alcanzaba solo para subsistir, por ese motivo Abel debía buscar trabajos pequeños, para poder solventar sus gastos. Algunas semanas de repartidor de pizza con su bicicleta, otras veces de jardinero, algunas otras en un lavadero de autos y la peor, vestido de salchicha para una casa de comida rápida. Tomas y Gabriel se lo recordaban siempre, pero con mucho humor. Abel tenía un sentido del humor muy bueno, rara vez las ofensas lo afectaban, siempre y cuando pudiera escapar a las mismas ignorándolas. Cuando sucedía en la escuela, no tenía salida, además recibía empujones y baños de gaseosa helada, seguido de los insultos típicos: "rarito", "imbécil" y "nerd".
    Los peores verdugos eran un grupo de matones, encabezado por un vago de nombre Joaquín, tres futuros maleantes con aspecto que daban miedo.
    A menudo los amedrentaban obligando a darles el almuerzo y vaciando sus bolsillos. Tomás, Gabriel y Abel siempre llevaban algo de sobra, sabían que si el grupo de Joaquín no encontraba nada sería peor. Como sucedió una vez que capturaron a Tomás en un callejón, no llevaba nada de valor y siempre se comía hasta la ultima miga de la vianda que le preparaba su madre. Al observar esto lo pusieron boca abajo para sacarle hasta las pelusas del ombligo. Como no encontraron nada le robaron los pantalones y los colocaron de bandera en el mástil de la escuela. Tener que bajar sus pantalones a la hora de fin de clase en vista de todos, le enseñó a cumplir con la regla del tributo.
    Lo mismo pasó con Gabriel, quien había juntado su mesada por más de seis meses para comprar el juego que más esperaba: "Batalla de Dioses". Lo tenía guardado en su mochila como un tesoro sagrado, hasta que Joaquín y la banda de idiotas lo interceptó en el baño, dentro de un sanitario. Mientras ellos hablaban de drogas, Gabriel se encontraba mudo, esperando furtivo a que se retiraran. Los nervios le jugaron una mala pasada e hicieron que se resbale, produciendo un estruendo muy evidente. Los malditos, al verlo sintieron tanto odio, que le metieron la cabeza en el váter junto a sus heces y lo revisaron desde los pies hasta la cabeza, con la desgracia que no poseía nada de valor, sólo el juego en su mochila. Le costó semanas recuperarse después de ver como su juego se iba por el drenaje hecho añicos.
    Abel, luego de escuchar las anécdotas, decidió cumplir junto a sus amigos de manera pacífica con los pedidos; guardar un tributo para calmar la furia de los cretinos. De esta manera asegurarse un día tranquilo. Por suerte todavía no había sido víctima de las agresiones. Pero tarde o temprano llegaría ese momento, y por más que se lo propusiera, no podría estar preparado.
Así fue cuando sucedió...
    No podría jamás estar preparado para sufrir tanto dolor, físico y psicológico.
    Aquella tarde Tomás estaba enfermo y no había concurrido a clases. Gabriel y Abel se encontraban ansiosos por ir a visitar a su amigo, que se hallaba en cama. Tenían pensado compartir una merienda con él, y luego jugar a sus juegos favoritos, escuchar música o ver algún anime. Sin embargo no podrían salir a horario. Tomas desde su casa envió al grupo de whatsapp en el que se encontraban, unos videos muy graciosos, ocasionando un ataque de risa a Gabriel y Abel en plena clase. Castigados debían ordenar su aula, barrer y ayudar a limpiar el baño del recinto.
    Solos, a punto de terminar, la banda de Joaquín los interceptó, pero esta vez fueron demasiado lejos. Agarraron a Lucas mientras Joaquín golpeaba hasta el cansancio a Gabriel, quien sin poder defenderse quedó rendido en el suelo. Terminaron de darle una paliza como animales a Abel y lo obligaron a ver como Joaquín pateaba el rostro a Gabriel hasta desfigurarlo. La escena era de pesadilla, la carga traumática por la impotencia lo hizo entrar en shock, la mente de Gabriel quebró. Un sonido proveniente del pasillo rompió la aberración diabólica. Dejaron tirados como basura a los dos jóvenes inconscientes. Tras la puerta de esos baños, se encontraba el alma quebrada de dos inocentes. El portero llevaba las buenas de que cesaran con las tareas, que él terminaría el trabajo. El horror sangriento lo hizo correr por los pasillos para avisar al director.
    Ambos fueron llevados de emergencia al hospital.
Luego de varias horas en terapia intensiva Abel despertó, encontrándose en una deprimente habitación, desesperado quiso saber donde se encontraba Gabriel. Una apática enfermera informó al muchacho que su amigo permanecería en observaciones durante un tiempo, los daños eran graves y no respondía a los estímulos basicos; su recuperación no iba a ser inmediata. Tomás y su madre estaban allí a la espera con la madre de Abel y su tía. Los padres de Gabriel y su hermana no se despegaban del médico. El anhelo mas grande: despertar de la pesadilla perversa que le ardía por dentro.
    Pasaron varias semanas y no se supo nada de Gabriel, la familia de repente dejó de ir al hospital y luego le dieron el alta a Abel.
    Tomás estaba informado de lo que había sucedido. Los daños causados a Gabriel eran irreversibles, no volvería a recuperarse. El estado psicológico era inestable y debido a esto, fue internado en un hospital psiquiátrico. Él ya no hablaba, solo producía sonidos guturales. Prefería la obscuridad de su habitación al aire libre y siempre lo tenían bajo efecto de tranquilizantes. Al saber esto, Abel sintió que algo dentro de sí despertaba, algo dormido hace tiempo, algo ocultó a todos los que conoció en Quilmes, algo que viajó dentro de él desde Tierra del Fuego, el lugar donde éso había nacido.

Eco de un grito mudo (Revisión 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora