Capítulo XIV

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Rubén estaba terminando de colocarme las gasas limpias cuando mis padres entraron a la habitación, mi madre casi pega un grito al cielo al ver las gasas en mi espalda, hombros y pie, me coloqué una camisa rápidamente y procedí a tranquilizarla.

Le expliqué que el ladrón me había lastimado antes de huir, ella pareció relajarse un poco, pero volvió a insistir en que debía ir a la policía y denunciar mi caso, le repetí por enésima vez que no era necesario, estaba bien, y en un par de días estaría como nuevo.

Finalmente mi padre y Rubén la convencieron, este último asegurándole que tenía conocimientos de enfermería y que mis heridas estaban casi curadas.

Ambos me comunicaron que tendrían que partir esta noche, por el negocio que estaban comenzando. Me disculpé por no haber podido salir con ellos a algún lado, para pasar tiempo en familia y eso.

Mi madre negó con una sonrisa, y se ofreció a preparar el almuerzo, Raquel fue con ella para ayudar.

Llamé al trabajo para informar que faltaría de nuevo por una emergencia médica, agradecía todo el tiempo que llevaba trabajando con ellos, gracias a eso no me habían despedido ya. Además, siempre reponía todas mis horas.

Aprovechando que mi madre estaba preparando la comida y que mi padre había salido a comprar bebidas para todos, Rubén entró en la habitación, cerró con seguro y empezó a retirar las gasas de Asriel, que por suerte mis padres no habían visto.

Ahogué un jadeo al ver tres líneas rojas que recorrían el abdomen de el pelirrojo de un extremo a otro. También le quedaban rastros de lo que podría haber sido un enorme hematoma en un costado.

—Créeme, ayer estaban peor —comentó su tío, aquello solo hizo que me preocupara aún más.

—Dios... yo lo tuve fácil

—No es eso, mandaron al más fuerte con el más fuerte, hubiera sido peor si Asriel tenía la pulsera, lo hubieran atacado ambos demonios

—Supongo que fue bueno que yo la tuviera entonces

—¡No! Esto no debía pasar —dijo Asriel mirándome con el ceño fruncido.

Solté un suspiro y me senté en la cama para ver como Rubén terminaba de colocar una pomada extraña en las heridas y le colocaba gasas nuevas y encima unas vendas.

—Pero pasó —me encogí de hombros, el pelirrojo fue a hablar, pero lo interrumpí señalándolo con el dedo —. No vayas a decir de nuevo que es tu culpa, sé lo que significa estar contigo y lo acepto, tu padre creyó que estaba loco o que quería morir, pero no es así, solo... te quiero Asriel y no voy a aceptar que te alejes de nuevo

El pelirrojo suspiró resignado para después sonreír tímidamente en mi dirección.

—Wow, ser brujo es genial —comenté al ver como Rubén, con un movimiento de manos, desplazaba los utensilios que había estado utilizando a un estante.

Rubén sonrió y se encogió de hombros.

—Trato de no acostumbrarme demasiado a la magia. Iré a ver qué tal va la comida —dicho esto salió de la habitación.

Asriel se sentó a mi lado y entrelazó nuestras manos para después besar mis dedos.

—Entonces a pesar de todo el peligro por el que has pasado, ¿aún quieres seguir conmigo?

Asentí con una sonrisa.

—Ya dije que sí, tu padre me aprobó y los míos también te quieren así que... —me encogí de hombros —, ya no te puedes echar para atrás

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