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El sol no daba señal de querer salir, simplemente se ocultaba detrás de nubes de un color deprimente, el color casi negro de las nubes contrastaba perfectamente con un cielo gris, un cielo triste y desolado, él daba crédito a la razón de que tanto las nubes como el cielo estaban tristes, el sol no quería salir, solo se mantenía oculto, privando de ese resplandor que daba vida a las flores y a las aves.
Probablemente el sol estaba sufriendo, puede que la luna sea muy caprichosa con respecto a salir por las noches, donde casi nadie la admiraba, por eso el sol estaba sufriendo. Los truenos se debían a los latidos de las nubes, los relámpagos se debían a una adrenalina que pronto se convertirían en rayos que alumbrarían un cielo triste, opaco.
Las gotas que de repente empezaron a empapar su ventana se debían a un llanto desconsolado del sol, pues por muy brillante que fuera, merecía su espacio para llorar, para desahogarse.
Él suspiró, empañando el vidrio de su ventana, al ver el vapor de su caliente aliento chocar con el vidrio, levanta su dedo y traza dos líneas verticales y una línea curveada hacia arriba, tal vez el día tan triste se debía a su estado de ánimo. Al bajar su dedo, tomó entre sus temblorosas manos la taza de café que se había preparado en cuanto despertó, el humo del caliente líquido le embriagó, caminó con lentitud a su sillón, viendo detenidamente su ventana.
Las lágrimas del sol caían sin control , como las lágrimas que caían de su rostro, no tenía una razón exacta para su llanto, pero tampoco le buscaba uno. Dejó su café humeante en la mesita de centro y subió las piernas al sillón abrazándose a ellas, ocultando su fino rostro entre sus rodillas, se aferró.
La lluvia caía sin césar y sus lágrimas no dejaban de salir.
En un segundo se escuchó un trueno, espantando a los gatos callejeros y a uno que otro insecto que anduviera rondando por ahí, el trueno escondió su grito, un grito de un sufrimiento totalmente desconocido, un grito de sumo dolor.
Era como si la lluvia cayera conforme a lo que sintiera.
El relámpago que se vino ocultó el hecho de que estaba en completa oscuridad, el relámpago iluminó hasta lo más recóndito de su hogar. El rayo que cayó segundos después fue opacado con el sonido de porcelana al quebrarse, el rayo que cayó en algún lugar desconocido fue testigo de como la porcelana se estrelló con demasiada fuerza en una de las paredes, sonando casi al mismo tiempo. Luego todo se juntó, la lluvia caía sin descanso, y en su compañía un trueno y un relámpago hicieron que diera más intensidad a la lluvia, se aferró a su cuerpo, se abrazó a sí mismo, dando leves caricias a sus brazos. El rayo y el trueno dieron paso a un llanto sin un aparente fin, él se aferró a un mas a su cuerpo.
Sin duda era un día triste.
El rechoncho gato que tenía por mascota estaba a su lado, viendo con detenimiento su estado. Era incluso divertida la manera en que el viejo minino le miraba —¿Por qué tanto drama?—, sonrió. Cuando la lluvia comenzó a bajar solo un poco de intensidad, dejando caer menos lágrimas que antes para después detenerse por completo, él pudo ver con claridad como el cielo poco a poco se contentaba, tomando un azul vivo, las nubes que antes eran grises e incluso tenebrosas, poco a poco desaparecen para dar paso a una nubes parecidas a un algodón de azúcar.
Abrió su ventana, dejando entrar la brisa de la reciente lluvia, la sensación fría que recorrió todo su cuerpo fue agradable, el sol poco a poco salía, con timidez se asomaba tras nubes blancas y limpias.
Una sonrisa surgió en su rostro. Por muy brillante que fuera el sol, debía ocultarse de vez en cuando. Para que pudiera descansar un poco y pudiera llorar sin que la luna lo molestara.
Cuando los rayos del sol iluminaron su hogar, se giró y vio en el suelo la taza que en algún momento había estrellado contra la pared. No supo el porqué lo había hecho, puede que haya sido gracias a la emoción del momento, y probablemente sea eso. No lo limpió, más tarde lo haría, se encaminó de nuevo al sillón donde antes se deshacía en llantos, enciende el estéreo, escuchar música relajaba el alma rota y consolaba su adolorido corazón.
Tomó la manta que estaba a su lado, y se cobijó con ella, escuchando la suave melodía que sonaba con armonía, inundando sus oídos con suaves notas. Cerró sus ojos y suspiró con alivio, se acomodó en el sillón, y cuando escucho un maullido muy bajo por parte de su gato, levantó su rostro y tomó al minino entre sus manos, para ocultarlo en la manta junto a él. De nuevo cerró sus ojos, respirando con lentitud y suavidad, poco a poco el sueño llegaba a su cuerpo y a su mente, el agradable calor que le abrigaba era acogedor.
Ese tipo de sensación que sentía cuando recibió el afectuoso abrazo de su madre en temporada de frío, días que él detestaba, ya que era demasiado friolento.
A lo lejos escuchó el como la puerta principal se abría con lentitud, escuchando con lejanía como se quejaba la persona que recién había entrado.
—Me agarró la lluvia, ¡que bárbaro!, espero no pescar un resfriado, estoy toda empapada.— con pereza abrió sus ojos y estiró su cuerpo como el gato a su lado, se sentó y giró en el sillón, se apoyó en la parte trasera descansando su delgado cuerpo, dejando sus brazos colgados y su rostro ladeado. —¡Que loco esta el día!, cuando salí de acá estaba el sol a todo lo que daba, ¿viste el clima?, no alcance a ver el pronóstico, ¿viste el pronóstico del tiempo?— pregunta con rapidez, el loco era uno, no el día.
—Mañana estará lloviendo igual que hoy. Eso dijo el señor del clima.— contesta con cansancio, el frío le estaba arrullando, giró un poco su rostro y miró al perezoso gato dormir en donde él antes estaba por poco quedándose dormido.
—¿El señor del clima?, ¿quitaron a la chica?, eso significa que el clima está cabrón, ¿me prestarías tu paraguas?, dejé la mía en la oficina, ¿sí?, oh gracias...—fue lo que contestó la intrusa de su hermana, tomó la manta y se cubrió, el frío le caló hasta los huesos.
Se sentó sobre sus rodillas en el sillón y vio caminar a su hermana a su habitación, escuchando cómo maldecía en voz baja e insultando a quién sabe quién a los cuatro vientos.
—¡Mier-...¿Volviste a quebrar otra taza?— pregunta su hermana, pues por poco se tropezaba (y los tacones de punta fina no ayudaban), si no fuera por los buenos reflejos que tenía, estaría llorando de dolor en el suelo.
—Me encuentro triste, la lluvia me invitó a que llorara con ella, ¿Cómo negarme?, además esa taza era muy fea.— al terminar de decir eso bostezó contagiando a su hermana, pues la chica lo hizo segundos después.
—¡Es la quinta que quiebras en el mes!— renegó, viendo con más detalles los pedazos de la taza en el suelo. —¡¡Era mi taza!!—
—Te puedes comprar mas, ¿no?, algunas están en oferta.— contestó con simpleza, restándole importancia al asunto.
—A todo le encuentras la solución.— rodó los ojos, sosteniéndose de la pared.—¿No piensas limpiar esto?—
Él solo rodó ojos y se dejó caer en el sillón, abrazando al perezoso gato y cubriéndose para poder dormir un rato. -Después, hoy es un día triste.-
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Pooh🐾