I. El final

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Tras haber perdido la batalla contra el campeón, regresé a Feraligatr a su pokéball, el me miró a los ojos, de inmediato sus ojos verdes llenos de ira y adrenalina se encontraron con los míos, recordé mi primer combate Pokémon, cuando dos entrenadores cruzan miradas, solo significa que te ha retado a un combate, pero su mirada era diferente a la de ningún entrador que había conocido antes.

—Eres un entrenador patético— dijo con crudeza— no, espera, no lo eres. De hecho eres el que más batalla ha dado— trataba de contener su mirada, pero lancé mi rostro al suelo— me hiciste usar hasta mi sexto Pokémon y mi as final— empezó entonces a reír con maldad.

No entendía cómo podía ser un campeón con ese temperamento, los campeones a lo largo de la historia se han caracterizado por ser entrenadores honorables, y el no calificaba en ningún sentido como tal.

Sin dirigir palabra alguna, di media vuelta y me marché mientras el regresaba a Raikou a su pokéball. Mis pasos se volvieron más largos hasta que comencé a correr rumbo al Centro Pokémon de la Liga, mientras corría sentía mi corazón latir con velocidad incesante, la batalla había sido la más intensa que nunca antes había tenido, no se comparaba para nada con los líderes de gimnasio ni con el Alto Mando, sus Pokémon desbordaban un poder sobre natural, no tenía duda de ello. Recordar como caía uno a uno los miembros de mi equipo era como sentir una punzada en el pecho, Golem, Jolteon, Heracross, Pidgeot, Arcanine y Feraligatr, lo habíamos dejado todo en el campo de batalla y aun así fracasamos.


Me encontré frente a frente a la enfermera. Tan linda y siempre, con esa sonrisa en el rostro, pareciera que nada le preocupara.

—Bienvenido al Centro Pokémon, ¿Qué puedo hacer por usted?

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—Bienvenido al Centro Pokémon, ¿Qué puedo hacer por usted?

—Lo de siempre, necesito que cure a mi equipo, hemos tenido una dura batalla.

Ella, sin despegar su mirada de mi rostro, tomó las pokéballs con un movimiento robótico y las depósito sobre una camilla. A los pocos segundos, un Chansey se marchó con ellas.

—El protocolo de curación después de enfrentar a la Liga es más exhaustivo, deberá esperar un poco más, pero es por la salud de sus Pokémon— dijo. Asentí y salí del Centro.

La Liga Pokémon no era un lugar muy concurrido, muchos entrenadores se quedaban en el camino con unas cuantas medallas, otros simplemente deseaban pasar el tiempo de otras formas con sus Pokémon, no todo se trataba de batallas, pero el título de Campeón era el sueño de la infancia de muchos. Era mi sueño. Mi padre me contaba que antes los entrenadores se aventuraban a salir de casa a la corta edad de diez años, no podía creerlo, yo a esa edad solo pensaba en comer, jugar y dormir, sin embargo siempre quise empuñar una pokéball y tener mi propio compañero, anhelaba con que llegara ese día, y el sueño crecía cada vez que me perdía en las batallas que transmitían por la televisión, algún día seré el mejor, me decía, mejor que nadie más. Los jóvenes nos graduábamos de la escuela general a los 15 años, luego, seguía la escuela superior, donde podías especializarte en alguna de las diferentes ramas, Pokémon Ranger, Concursos, Profesor Pokémon, Medicina Pokémon, Crianza y cuidados, y Entrenador. A los 18 años, cuando nos graduábamos, ahora sí podíamos hacer lo que quisiéramos con nuestra vida, algunos decidían seguir estudiando para especializarse más en su área, otros como yo, aventurarse por el mundo. Ese mismo día, recibías a tu Pokémon inicial, podías elegir a cualquiera de los 24 iniciales disponibles sin importar la región en la que te encontraras, sin embargo había ciudades demasiado apegadas a las tradiciones en donde solo podías obtener uno de los tres endémicos de la región. Yo vivía en Pueblo New Bark, en Johto, donde nos daban a escoger entre Chikorita, Cyndaquill o Totodile. Yo escogí a Totodile.

ApokélypseWhere stories live. Discover now