CAPÍTULO 3.

299 51 2
                                    

Por más que trataba de abrir los ojos. Ella no podía. Escuchaba una voz muy lejana y una mano firme apretando la de ella.

-¿Quién eres?. -  Sentía que la persona tenía un monólogo –. Siento que te conozco de antes. – besó su mano –. Por favor, abre los ojos. – Respiró profundo –. Para mi. Necesito verlos. 

Habían pasado veintisiete largos días y ella estaba conectada a los monitores no despertaba. Su cuerpo no respondía a las órdenes que le daba. Le gustaba el sonido de aquella voz . De hecho no sabía que era realidad y que era producto de su imaginación.

Tenía sueños demasiados extraños y tan vívidos, parecían más bien recuerdos lejanos. De otro tiempo. De otra época.

***

Ese día se sentía feliz. La habitación en donde se encontraba no era la de la casa de sus padres. Estaba decorada en tonos dorados y rojo. La cama grande de dosel cubierta con una colcha blanca con pétalos de rosas rojas en forma de corazón encima.

Las velas iluminaban la estancia y le daban un toque romántico. Se giró y pudo ver en frente de la chimenea, una pequeña mesa decorada con frutas, queso y vino. Las dos grandes copas con lazos blancos era un detalle que cuando lo vio le hizo suspirar.

Vestida con solo un camisón de seda blanca estaba sentada frente al tocador, mientras peinaba su largo cabello.

Al ver el reflejo de él en el espejo la dejó sin aliento. Anhelaba lo que estaba a punto de suceder.

- Eres la imagen más hermosa que jamás he visto. – Aquella voz la envolvía –. La imagen de mi esposa.

Ella le sonrió nerviosamente.

- Estoy feliz de estar aquí... contigo. Esposo mío.

Él se acercó acordando la distancia, envolviéndola en sus brazos.

- Te juro que este momento estará gravado en mi memoria por los siglos. El tiempo jamás podrá borrarlo...

***

Los sonidos de los monitores eran muy altos.

-¿Qué sucede?. - Se escuchaba una voz de angustia.

Conocía esa voz, era la de su padre.

Quería gritar, decirles que estaba bien, pero que no podía abrir los ojos.

- Llamaré al Doctor Morgan inmediatamente. – Era una voz femenina.

Pasos se escuchaban. Ella estaba bien. Se sentía bien, solo se sentía incómoda con algo en la garganta, como si le faltase algo. Alguien.

- Deben salir de la habitación. – Ahora era una voz de un hombre firme, la reconocía pero. Era la voz que siempre le proporcionaba calma, seguridad.

- Dígame que ella estará bien, doctor. – Era la voz de su madre –.  Necesito escucharlo.

- Haré todo lo posible. – Fue lo único que él contestó.

Sus últimas palabras le hicieron el nudo en la garganta más grande. Esa voz. Quería ver a quien pertenecía y que le dijese de nuevo que todo iba estar bien.

Aún los monitores seguían pitando fuertemente.

Sintió el olor del hombre que estaba cerca de ella, una mezcla de menta y sándalo y cuando sintió sus dedos acariciando su mejilla una solitaria lágrima se derramó.

- Shuu, cariño. Estoy aquí.

La voz del hombre también indicaba desespero.

- Necesito que vuelvas a mi.

Trató de calmarse. Su respiración comenzó a ralentizarse. La persona que estaba ahí junto a ella trataba de darle la seguridad que necesitaba.

-Déjame ver de nuevo tus ojos.

Con aquella sutil orden sus párpados fueron abriendo lentamente. Al mismo tiempo que pudo mover su mano.

- Eso es... tu puedes. – Le animaba.

Por fin pudo abrir los ojos y ella se perdió en el profundo gris de su mirada.

El doctor quedó sin respiración. Por fin podía ver de nuevo los más hermosos ojos de color verde que lo habían perseguido todos esos largos días.

- ¡Estás despierta!. – Le dijo sonriente –. ¡Por fin puedo ver de nuevo tus ojos!. Voy a chequearte. – Le dijo suavemente –.  Te haré algunas preguntas.

Ella trató de hablar.

- ¡No!. – Le indicó –. No te esfuerces por ahora, Anny. Has estado inconsciente por mas de tres semanas. Así que iremos despacio, por ahora te haré preguntas y solo me contestaras asintiendo con la cabeza.  – La miró para que le entendiera bien –. Uno para que tu respuesta sea afirmativa y dos para la negativa. ¿De acuerdo?.

Ella asintió una sola vez.

- ¡Muy bien!. – Le sonrió mientras la alababa.

Llamó a la enfermera y esta vino enseguida. Estuvieron más de una hora y cuarenta minutos chequeando.

Había tomado agua con un sorbete. Hablaba muy poco, con el tono más grave aún por el tiempo que había estado en coma.

Sus padres se pusieron a llorar cuando la vieron. Le dijeron que creyeron que casi la perdían.

Luego estuvo en el hospital por cuatro días. Había insistido en retenerla en el lugar hasta que él no se cerciorara por si mismo que ella estaba bien.

Eran tan galante que la hacía suspirar.

Dicen que las personas que han estado en coma. Cuando despiertan ven la vida desde otro punto de vista, tal vez sea cierto. Ahora apreciaba cada minuto de su tiempo.

***NOTA: ***

***Este 5 de Julio tendré un premio sorpresa para los seguidores.*** 

MÁS ALLÁ DEL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora