Consumirse.

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𝕻𝖆𝖗𝖆 𝕾𝖆𝖒𝖚; 𝕼𝖚𝖎𝖊𝖓 𝖍𝖆 𝖘𝖎𝖉𝖔 𝖒𝖎 𝖇𝖗𝖆𝖟𝖔 𝖎𝖟𝖖𝖚𝖎𝖊𝖗𝖉𝖔 𝖕𝖔𝖗 𝖒𝖆𝖘 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖒𝖊𝖘

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Hacía calor esa mañana, tal vez demasiado para ser Londres en primavera.

Cuando el sol entró por la ventana arrugó la nariz y soltó un gruñido, fastidiada. Intentó volver a conciliar el sueño, pero le fue imposible; su cerebro estaba despierto y consiente del ruido de la ciudad, el tintineo del viento contra su ventana y el horrible dolor de cabeza que sentía en ese momento.

De un golpe empujó las pesadas sábanas, se puso de pie, y se arrastró hasta el lavabo. Unas terribles nauseas la inundaron, obligándola a arquearse sobre el retrete, un par de arcadas y finalmente cedió. Todo el alcohol y la comida que ingirió la noche anterior terminó yéndose por el drenaje.

―Mierda ―gruñó. Se limpió la cara con un poco de agua y se lavó los dientes. Los recuerdos de la noche anterior le vinieron a la mente, soltó un suspiro casi con horror ―Estúpida... ―Le espetó a su reflejo en el espejo.

Salió del baño para ir directamente a preparar café.

Caminó por el pasillo y cuando llegó a la sala, vio sus pantalones tirados en el suelo, al igual que sus botas negras, que en realidad pertenecen a Rose, su prima y compañera de piso. Y justo al lado de las benditas botas, estaba lo que no quería encontrar. Ahí, sobre el sofá, casi completamente desnudo estaba su primo, James Potter.

Parecía calmado, tranquilo, con la respiración acompasada. Vio como su espalda se tensaba cuando respiraba cada cierto tiempo, sus músculos se extendieron, subían y bajaban.

Dominique recorrió la habitación con la mirada, la ropa de James estaba tirada por todos lados, así que se agacho para recógela. Cuando no encontró la camisa de James, cayó en cuenta de que era la que ella traía puesta.

―Casi puedo escuchar los engranes en tu cabeza moverse. ―Ahí está, su jodida voz.

Apretó el pantalón de mezclilla entre sus dedos, sin voltearse a verlo. No estaba lista para verlo. Aunque eso a James no le importó mucho, ya que segundos después, sintió los dedos del moreno sobre su cintura, y se estremeció.

CONSUMIRSE | Jaminique Donde viven las historias. Descúbrelo ahora