Una mamada para que no estés triste

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Kyle llevaba tres días con un humor de la chingada que estaba haciendo que a Marco se le crisparan los nervios. El mexicano entendía a la perfección que estuviera de malas porque acababa de cortar con su novia y que ya no iba a poder coger pero ya lo estaba molestando que el chico que de por sí era frío ahora hasta fuera grosero. Ya ni siquiera reaccionaba a sus chistes y provocaciones más que con un encogimiento de hombros. Un intento leve de coqueteo había resultado en un "Callate" tan feo que Marco había decidido seguir sus instintos de supervivencia y obedecerlo.

Ahora estaban en el vestidor de la alberca a la cual iban tres veces a la semana para hacer ejercicio y desestresarse. Normalmente competían mientras entrenaban y hacían apuestas estupidas, pero esta vez Kyle se había dedicado a dar vueltas lentas y a ignorar las provocaciones del mexicano. Marco de plano había preferido salirse para no tener que lidiar con su indiferencia y mejor verlo nadar. En un día común no se habría quejado de tener una excusa de ver el sensual cuerpo del chino en un su apretado traje de baño, admirando los músculos de su espalda y sus piernas. Hoy solo se sentía frustrado de que su amigo lo tratará con tal indiferencia.

–¿Quieres ir por algo de comer? –se atrevió a preguntarle mientras agarraba su toalla y sus cosas para ducharse.

–No tengo ganas –respondió el asiático buscando sus cosas en su locker.

–Vamos, tal vez te anime –lo alentó Marco–. Es más, yo te invito el postre.

–Te digo que no quiero –lo miró con molestia real, no la que escondía diversión ante las tonterías del mexicano.

–Uyyy, bueno. Pensé que comer helado y hablar con tus amigos era la forma en que la gente lidiaba con un rompimiento –reclamó levantando las manos con molestia.

–La forma en que yo lidio con mis rompimientos es mi problema, no tuyo –le espetó con molestia azotando la puerta de su locker.

–Ohh ya, que delicado. Nada de helado entonces -se levantó para encaminarse hacia las regaderas-. Mejor una mamada para que ya no estés triste –terminó por decir porque dice muchas pendejadas cuando esta sentido.

Kyle se le quedo viendo fijamente, ladeando la cabeza. Recorrió su vista por la cara del mexicano, bajando por sus fuertes hombros y brazos para luego ver su marcado abdomen, sus esbeltas caderas y largas piernas. Marco estaba acostumbrado a que lo vieran con deseo, pero la mirada que le dirigió su mejor amigo lo hizo sentir completamente desnudo.

–Bueno -contestó Kyle–. Sígueme –dijo empezando a caminar.

–¿E-es en serio? –aceleró sus pasos para poder ir a la velocidad del asiático que le saca varios centímetros de altura.

–Tu ofreciste –le Kyle encogiéndose en hombros–. Aún te puedes retractar si quieres.

–Yo nunca me retracto de nada –la mirada de desafío del mexicano hizo que Kyle acelerará su paso hasta llegar a la regadera que estaba al fondo de la fila.

–No mames, Kyle. Es la regadera para discapacitados, ya ni yo soy tan culero –reclamó ofendido–. Aparte nos van a oir.

–Somo los únicos dos locos que vienen a nadar tan tarde, nunca hay nadie -le recordó el asiático poniendo en blanco los ojos.– Hasta me dieron una llave para cerrar.

–Ah sí es cierto, ya se me había olvidado.

–Y por eso me dieron la llave a mi y no a ti –le dijo entrando a la regadera con Marco casi pisándole los talones.

Había una clara razón por la que Kyle había escogido ese compartimento y no otro. Era mucho más grande que los demás, dividido en dos secciones. El primero tenía varios estantes para poner sus cosas y una rampa que descendía hacia el área de la regadera que contaba con una banca donde sentarse.

Menos que un amor, mas que un amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora