Se negaba en rotundo a creer que ella ya no lo amaba, había pasado demasiado tiempo lejos de ella, extrañaba su olor, el sonido melódico de su risa, su corto cabello negro y sus ojos mieles que le calentaban el alma. Y ahora no podía creer lo que veía, ella estaba a punto de casarse.
No había sido su elección tener que ir a la guerra, lo único que lo había motivado a luchar y no rendirse fue ella y la promesa de un futuro juntos. No era posible que estuviera a dos semanas de casarse, pero en cinco años ella había cambiado. Isabel ya no tenía el cabello corto, ahora lo llevaba hasta la cintura y sus ojos cuando lo vieron solo le transmitieron una frialdad que el jamás había podido imaginar, su amada Isabel había levantado un muro entre ambos. No podía permitirlo, su prometido ni si quiera la amaba como él lo hacía, no la admiraba ni le decía lo que sentía con una mirada como él lo hacía. ¿Por qué ella no veía la diferencia? ¿A caso no se daba cuenta que se moriría sin su amor? Él lucharía por tener a su Isabel de regreso como había luchado contra incontables hombres para estar de regreso.
Pero mientras más pasaba el tiempo más desesperado se sentía, Nicholas Sanders, el guerrero que había aniquilado vidas para salvar la suya no sabía qué hacer. Isabel ni siquiera le dirigía una mirada y todas las cartas y flores que le había mandado le fueron regresadas, sus cartas ni siquiera fueron abiertas. Y en su mayor intento por acercarse a ella la había arrastrado a un callejón y había rogado por una oportunidad como un niño pequeño rogaría a su madre por un dulce.
–Déjalo ya, Nicholas. Soy una mujer comprometida, lo nuestro terminó cuando te marchaste.
Cuando ella estaba dispuesta a irse Nicholas la tomó de los hombros y la besó, pero los labios de Isabel no se movieron, él le abrió los labios con su boca y en ese beso transmitió toda su desesperación y sus miedos. Cuando ella respondió la esperanza se abrió paso en el pecho de Nicholas. Pero Isabel se apartó con los ojos llenos de lágrimas contenidas y desapareció en la obscuridad de la noche, entonces esa esperanza que Nicholas había sentido fue destruida y remplazada con tristeza. Había sentido sus labios tan cálidos contra los suyos que ahora sentía más que nunca su ausencia. Todos los días que le siguieron antes de la boda paso su tiempo embriagándose con tanto licor que a veces olvidaba hasta quien era. Esos eran los únicos momentos en que podía dormir, porque su mente estaba tan adormilada que solo así no evocaba su recuerdo y el olor de su perfume.
Él no sabía que Isabel lo observaba con el alma partida todas las noches que se perdía en los efectos del alcohol.
El día de la boda Nicholas fue una de las primeras personas en llegar a la iglesia, quería verla en sus últimos momentos de libertad antes de que perteneciera a otro y dejara de ser suya, un pensamiento le cruzo por la mente: Ella nunca le perteneció, inmediatamente tomo un trago de su licorera que mantenía oculta en el saco. Poco a poco el lugar comenzó a llenarse de gente hasta que todas las bancas estuvieron ocupadas, Nicholas se mantuvo en silencio en la segunda fila, esperando. Cuando la marcha nupcial empezó todos los invitados se levantaron de sus asientos y aguardaron la llegada de la novia, Isabel entró con un vestido blanco que se ajustaba a su pecho y era suelto justo por encima de su estómago, y con el velo cubriéndole el rostro le hacían ver hermosa e inocente, a Nicholas le pareció estar viendo un ángel. Se permitió imaginar un momento que él era quien la esperaba al final del camino y tomo otro trago de alcohol. Cuando Isabel se encontró con la mirada de Nicholas se lamentó, ella aun lo amaba pero no podían permanecer juntos, lo había traicionado. Ella lo había esperado durante tanto tiempo, pero cuando creyó que él no volvería se dejó engañar y seducir. Cerro los ojos un momento recordando su beso de despedida y cuando los abrió se obligó a seguir adelante mirando al frente.
Mientras el sacerdote anunciaba las palabras sagradas Nicholas le dedicó todos sus pensamientos a Isabel, cada uno de sus latidos fue dedicado especialmente a ella. Y entonces lo vio, un bulto en su vientre que ella acariciaba disimuladamente sobre la tela del vestido. Quizá Isabel sintió la intensidad de la mirada de su único amor y cuando volvió a mirarlo Nicholas vio la verdad en sus ojos cafés: Llevaba en el vientre la semilla del hombre con quien se iba a casar, Isabel se iba a convertir en madre y él no sería el padre. Esa verdad llego tan profundamente en él que no lo pudo resistir y salió de la iglesia y de la vida de Isabel.
Cuando ella escuchó al padre declarar que ahora eran marido y mujer una parte de ella se marchitó y dejo ir a su corazón con Nicholas.
Inspirada en la canción Hey you de Pink Floyd, aclaro que no tiene que ver nada con la letra, sino con lo que la melodía me transmitió.

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Antología de Cuentos
AléatoireCuando los sentimientos juegan con nosotros, historias aparecen. Inspiradas en canciones y lo que sentí de ellas o simplemente de pensamientos fugaces. Podrás encontrar de todo un poco, en estas ligeras anécdotas. Desde el amor más desamparado hasta...