Prólogo

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6 meses antes...

Tropiezo con mis pies descalzos mientras intento correr tras la más mínima oportunidad de salir de aquí o al menos de averiguar dónde me hallo. A mi paso dejo atrás a varias señoras gritando, blasfemando y con un charco de toallas y ropas recién lavadas arremolinadas a sus pies. Una luz al final del camino, como si del propio cielo se tratase, se presenta ante mis ojos. Atravieso un gran portón que parece de carga y descarga, y un ligero olor a tierra mojada sustituye el suave y dulce olor a suavizante que desprende mi ropa. Una gélida brisa roza la piel desnuda de mis brazos, intento proporcionarme un poco de calor con la fricción de mis manos lo cual me causa una mueca de dolor al tocar la piel irritada y despellejada causada por la explosión.

Tengo un montón de dudas que se aglomeran en mi cabeza ¿qué es este lugar? Y ¿cómo he llegado aquí? Me quedo anonadada mirando a mi alrededor mientras me apeo lo más lejos y rápido posible de lo que parecía un puto psiquiátrico de absolutamente todo color blanco, incluida mi ropa.

Mis pies me guían por un sendero de piedra, las cuales se clavan en cada milímetro de piel. La gente no se percata de mi presencia a pesar de mi constante mirada, observo a cada uno realizando su correspondiente tarea, unos aran la tierra, otros introducen semillas de distintos colores y dimensiones en ella, y unos terceros riegan lo ya sembrado, realmente es algo increíble, hacía años que no veía frutas y hortalizas frescas, todo lo que mi mente alcanza a recordar es muerte, oscuridad y fuego. ¡Fuego! flashbacks de llamaradas de fuego y humo mezclándose e inundando mis pulmones, Alice siendo engullida por las llamaradas y Brandon desapareciendo tras una explosión se abren paso en mi mente. Las imágenes se disipan a causa de los gritos de un par de señoras cascarrabias que se lamentan por su colada estropeada, me alejo de ellas intentando que el mundo deje de darme vueltas.

No soy muy consciente de en qué momento unos grandes y musculosos brazos repletos de tatuajes se ciernen sobre mi atrapándome contra si elevándome del suelo, pataleo hasta que tengo la buena suerte de atizarle allí donde un hombre nunca desea ser golpeado, a no ser que desee quedarse estéril y él me arroja hastiado contra el suelo.

—Estás causando demasiados problemas niñata. — dice desde su posición de superioridad en lo que yo me levanto del suelo ligeramente mareada, desestabilizándome una vez más tropezando con mis propios pies.

Observó el rostro del chico maleducado que se encuentra ante mi riéndose de mi absurda caída; es alto y robusto, con el pelo castaño rapado, unas facciones duras y unos ojos marrones.

—¿Qué pasa aquí, Kyle? — el propietario de la voz se aproxima a nosotros mientras el tal Kyle suspira con pesadez.

— Nada — contesta con indiferencia, encogiéndose de hombros.

Aún desde mi posición en el suelo, observo como ambos chicos se miran desafiantes y dicen algo que no alcanzo a oír, mientras una tercera persona, en este caso una mujer de mediana edad, me agarra y tira de mi hasta que soy capaz de sostenerme sobre mis pies, en ese momento la empujo haciendo que se aparte de un brinco.

El chico que ha saltado en mi defensa me dirige su mirada color caramelo, me supera en altura, es robusto y con algunos tatuajes al igual que su desagradable amigo. Se aproxima a mí y yo instintivamente retrocedo a pesar de que su mirada trasmite seguridad e incluso puedo notar un atisbo de preocupación.

— ¿Estás bien? — pregunta y asiento sin mediar palabra.

El chico de ojos caramelo se deshace de Kyle y se queda hablando conmigo a pesar de que le dedico escasas palabras. Soy instigada a volver al puto psiquiátrico que por lo visto realiza la función de hospital, me dan algo así como el alta médica y me devuelven mis cosas, entre ellas aparece una sudadera de Brandon, la cual aún retiene su aroma, la estrecho contra mi pecho cuando mi melancolía se ve interrumpida una vez más por el chico de ojos caramelo que no tardo en descubrir que se llama Aiden. Aiden me enseña todo el recinto, realmente es algo increíble, realizan desde las tareas más rudimentarias como el cultivo o la ganadería hasta despliegues militares. Me comenta que todos y cada uno de los 153 habitantes de esta comunidad realizan una tarea o trabajo de beneficio para la misma, dicha tarea me será asignada según mi cualificación, aptitudes y destrezas.

Esta colonia es todo aquello por lo que los chicos y yo hemos luchado tanto, pero una vez aquí me siento vacía sin ellos. Me es otorgada una pequeña vivienda, que es lo que aquí llaman hogar, realmente son como barracones de pequeñas dimensiones, pero para mí sola es más que suficiente. Nada más entrar te encuentras con un espacio que realizaría las funciones de sala de estar y de comedor, al fondo tropiezas con dos puertas, una te conduce al baño y la otra al dormitorio. Tras este bombardeo de información Aiden me deja sola en lo que ahora será mi casa, me duermo a la espera de despertarme junto a él.

Al día siguiente una mujer acude en mi busca, pero me niego a hablar con ella y salgo en busca de Aiden, a quien encuentro en medio de un entrenamiento del pelotón del que está al cargo. Me trata con brusquedad por ser interrumpido, pero me da igual, necesito respuestas. Le pregunto a cerca de lo sucedido y descubro que su escuadrón divisó la explosión en medio de una misión en busca de medicamentos, sólo me encontraron a mí en estado de semi inconsciencia, no había rastro de vida ni allí ni en los alrededores salvo los perros en la furgoneta, los cuales están sufriendo algo así como un periodo de cuarentenas y vacunas para asegurarse de que no infectaran a nadie. Según me comenta llevo en un estado comatoso más de semana y media. Tras estas revelaciones me encierro en la pequeña casa durante los siguientes tres días, negándome a salir o a comer. Días más tarde me confieren la tarea de ayudante de enfermería, en otras palabras, limpiar el puto psiquiátrico y lavar la absurda ropa blanca, entre otras tareas que las enfermeras se niegan a hacer por sí mismas, como si no fuese capaz de hacer nada más provechoso que cruzarme constantemente con las enfermeras a las que casi les clavo una jeringuilla cuando me desperté aquí.

Desde hace mucho he ansiado estar en un lugar como este, pero en estos instantes me marcharía a cualquier otro sitio, bueno, me marcharía si tuviese un motivo por el que irme más que dejar de lavar toallas.

Apocalipsis Z: ignición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora