Esta noche ha sido agotadora, pese a haber estado durmiendo, salvo un par de veces que me he despertado, toda lo noche de forma continua siento que no he descansado en absoluto. Noto mi cuerpo pesado, por lo que me cuesta más hacer las cosas. Decido no hacer nada de ejercicio esta mañana e intentar dormir un rato más, aunque soy incapaz. Me visto lentamente y algo desaliñada, pero antes de dirigirme al trabajo me tomo mi segundo café del día y una aspirina para el punzante dolor de cabeza.
La jornada de por la mañana me resulta fatigante, multitud de personas se han pasado hoy por el hospital con problemas de estómago, vómitos y diarreas; algunos de ellos han vuelto a sus casas o trabajos, pero otros que presentaban altas fiebres se han quedado aquí hasta que se les pase. Por suerte para mí la jornada acaba y me marcho a casa a dormir.
— ¿Cómo llevas el martes? — me pregunta Sam llevándose el vaso con café a los labios.
— Raro, hemos tenido bastante movimiento, debe de haber un virus por ahí, ¿tú?
Me relata cómo le ha tocado cargar como una mula cajas y cajas de frutas y verduras, cuando la puerta de la diminuta sala que realiza la función de recepción se abre abruptamente. Un grupo de chicos, todos con la misma vestimenta de influencia militar, liderado por Kyle y Aiden; muchos de los chicos se sostienen entre ellos para evitar caerse al suelo, la debilidad se refleja en sus rostros pálidos. Todo esto provoca cierto revuelto, por ello enfermeras y doctoras intervienen haciendo que los afectados se tumben o se sienten respectivamente en camillas o sillas de ruedas, otorgándoles a cada uno de ellos un sitio donde quedarse.
— ¿Qué pasa?— pregunta Harper haciendo acto de presencia y contorneándose delante de Aiden.
— Se han debido de intoxicar, llevan así toda la mañana.
Me levanto y me aproximo a ellos, seguida por Sam y digo:
— No son los únicos que están así, ha venido gente con los mismos síntomas durante todo el día.
— Cariño, — se entromete la molesta chica — no hables tú de síntomas y déjanos trabajar a los médicos de verdad.
— Entonces ve a hacer tu trabajo y déjate de tanto ligotear— tras quedarse sin argumentos, gruñe derrotada y desaparece.
— Kara — pronuncia Aiden agarrándome del brazo mientras me marchaba de la sala. — Necesitamos hablar con el Doctor Morris ¿dónde está?
Pese a su tono duro que me sorprende ligeramente al principio, entiendo la urgencia de la situación y decido pasarlo por alto, ya que en cualquier otra situación no respondería de forma servicial, le guío hasta el pequeño despacho que ocupa Morris, el cual nos recibe amistosamente.
Sam, que nos ha seguido, permanece en el umbral de la puerta. Tras resumirle brevemente la situación al Doctor Morris, le asegura a Aiden que investigará un poco y en cuánto sepa qué sucede le informará de inmediato.
Abandonamos el despacho y caminamos en fila hasta la salida.
— Te vas ya ¿no? — Me pregunta Aiden — te acompaño si quieres.
— Mi turno ha terminado, pero me quedaré más tiempo que hay mucho jaleo.
— ¿Segura? A ver si te vas a infectar — dice Sam.
— Bueno, pero si todos nos vamos, Nadie cuidará de la gente.
— Creo que Sam tiene razón, seguro que se las pueden apañar sin ti — interviene Aiden — vamos, te acompaño.
— La verdad es que no me apetece estar otra noche sin dormir — suspiro — no hace falta que me acompañes, además, hemos quedado con Kimberly — digo refiriéndome a Sam y a mí.
— Como quieras.
— Cariño, ten cuidado a ver si te vas a contagiar. — dice preocupada Kim mientras engulle la pasta con ayuda de un poco de agua.
— Lo dudo, por lo que parece hasta que sepan qué les está contagiando solo quieren allí a los imprescindibles y yo, una vez más, no estoy entre ellos.
— Míralo por el lado bueno, — comienza Sam — ahora tienes unos días libres.
— Supongo — suspiro.
Nuestro tema de conversación de desvía totalmente del camino que estaba tomando y terminamos riéndonos a carcajadas, siendo así el centro de las miradas del resto de mesas.
— ¡Mujer, bebe agua que te vas a ahogar! — exclamo alarmada al ver a Kim roja como un tomate tosiendo sin parar por culpa de la risa. Se acaba su vaso de agua en apenas unas milésimas de segundo y arrampla con el mío en aún menos tiempo.
Tras dar por concluida la cena, tanto Sam como yo acompañamos a nuestra amiga, para después marcharnos a nuestras respectivas casas.
Llamaradas de fuego me envuelven una vez más, éstas trepan por mis brazos y piernas, pero a diferencia de lo que se supone que debería ocurrir, no siente dolor. Sofoco un grito cuando unos ojos verdes se muestran ante mí con preocupación; sus manos me sostienen por los hombros dejando a su paso una sensación extraña e igualmente conocida de quemazón que me hace más daño que el fuego. Mientras me observa articula repetidamente mi nombre de una forma imperceptible para cualquiera que se encontrase a nuestro alrededor pero muy significativa para mí, intento aferrarme a ella pero ésta se torna cada vez más lejana; en este momento quiero decirle tantas cosas, quiere pedirle que no se vaya, quiero gritarle que no me deje sola, quiero abrazarle y quiero que sepa lo muchísimo que le echo de menos, pero nada de esto ocurre, siento mi cuerpo pesado e incapaz de moverse, además de un nudo en la garganta que me impide emitir sonido alguno más que un leve quejido apenas audible.
Una nueva explosión se abre paso interponiéndose entre nosotros, separándonos definitivamente. Un leve desprendimiento del techo sobre mi cabeza capta mi atención alejándola de esos ojos verde jade, cuando torno mi mirada de nuevo en su busca desaparece nuevamente entre las lenguas de fuego y ceniza que se extienden entre nosotros.
Vuelvo a la realidad abruptamente con el fresco recuerdo de Brandon acariciándome suavemente con sus dedos preguntándome en silencia y entiendo mi respuesta sin necesidad de mediar palabra, me entendía a la perfección y en más de una ocasión antepuso mi bienestar al suyo propio. Se cuelan en mi mente los recuerdos de Alice y Derek, abordándome, por ello decido marcharme a dar un paseo de madrugada e intentar despejarme.
Horas después decido pasarme por el hospital con la intención de averiguar qué pasa, soy consciente de que me dijeron que me mantuviese al margen durante unos días pero algo dentro de mí siente la necesidad de ir a cotillear. Me adentro en el edificio y mi mirada recae sobre Aiden, el cual se encuentra al fondo de la sala hablando con el doctor, a pesar de parecer muy concentrado decido acercarme a ellos. El Doctor Morris es el primero en notar mi presencia pero eso no evita que Aiden se gire buscando mi atención.
— ¿Qué haces aquí? ¿Estás bien? — pregunta el chico de ojos caramelo ligeramente alarmado.
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Apocalipsis Z: ignición.
Teen FictionTras una gran explosión a Kara no le queda más remedio que intentar resurgir de las cenizas, eso incluye superar nuevos obstáculos y adaptarse a las distintas situaciones que se le vayan presentando.