Prólogo

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NA: Prometo acabar esta, lo juro ♥
Pdta: tal vez sea una historia corta también (de 10 capítulos)


Siete horas con dos minutos era lo que marcaba el reloj en su celular. Estaba llegando a tiempo, así que se dejó llevar por el cansancio mañanero. Descansó su cabeza en la ventana por unos segundos, para quitarla en cuanto sintió la vibración del vehículo. Detestaba eso. No podía descansar porque el asiento era incómodo y duro. Las ventanas vibraban debido al movimiento y el haberse sentado justo encima de la rueda, hacía que su pierna izquierda se durmiera.

"Un día asquerosamente normal", pensó, subiendo el volumen de los auriculares.

Volvió a revisar su celular por décima vez, esperanzado de que alguien le hablara. Camila estaba durmiendo, era seguro. Aquella vaga había elegido el turno de la tarde, con la comodidad de que sus padres tuvieran su propio negocio para ayudarla con los gastos del estudio. Él, sin embargo, se la pasaba despertándose cada día a las cinco y media de la mañana para luego salir y trabajar por la tarde-noche.

Solo la llegada de un mensaje hizo que sus pensamientos negativos se dispersaran.

Fabrizio, su mejor amigo, le mandó los buenos días. Allá en Italia, era casi mediodía. Era genial que su dúo en los videojuegos —lugar donde se conocieron— se acordara incluso la hora que era en Río Negro, Argentina. Él apenas se acordaba qué clases tenía que tomar.

"Universidad?" leyó, suspirando con pesadez al ver cómo estaban por pasar una curva, a minutos de su destino.

"No sabes cuánto te amo. Me salvas de otros minutos de aburrimiento", contestó.

Era invierno, por lo que sintió su pantalla fría al tacto en cuanto escribió. Esperaba que cayera nieve en la catedral, justo como le encantaba.

"Qué te he dicho sobre eso?", se quejó Fabrizio.

Alex rodeó los ojos, cansado de escuchar los reproches de su mejor amigo tres años mayor. Estaban en el siglo XXI, ¿qué tenía de malo decirle que lo amaba? Todos lo hacían. Era un sentimiento que todos obtenían con sus amistades.

"Que no lo diga. Pero vos también podés hablar no-neutro".

"Mi español está un poco oxidado. Ver memes es desgastante".

"Se te gasta el español?", preguntó en broma. El saberse de memoria el teclado hacía muy fácil el escribir, incluso con las manos heladas. "Querés que te dé clases de nuevo, bobo?".

"No me insultes".

Rió en voz alta, imaginándose aquella pelea inmadura. Todo sería mejor si Fabrizio viviera más cerca. Hablarían por horas y horas, jugarían, verían chicas lindas y opinarían sobre cuan locas se volvieron las generaciones futuras.

Sus dedos volvieron a la pantalla. Quiso volver a escribir, pero algo le detuvo. En cámara lenta, vio cómo su celular voló en el aire. Y no solo era eso. Era todo su cuerpo. Era su mochila, sus auriculares. La señora que estaba dos asientos delante. El chofer. Todo. Su cuerpo había hecho un movimiento rápido hacia delante, para terminar flotando como si de una publicidad red bull se tratara.

Todo estaba sobre el aire, casi tocando el techo. Un pensamiento rápido de abducción pasó por su mente, hasta que vio de reojo las ventanas. El autobús se había dado vuelta. Era un choque. Habían chocado.

La cámara lenta duró poco. Pestañeó por instinto, lo cual fue un grave error.

Un manto negro lo envolvió. Se sintió pesado, adolorido. El frío en sus manos era poco comparado con ello. No sabía dónde estaba. Tenía los ojos abiertos, pero no veía.

Cuidado a quién le dices te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora