(( 열 다섯 ))

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Sus alientos se cruzaban, sus respiraciones mezcladas, latidos sincronizados, aquellos dos jamás se habían imaginado en esa situación. Para Changbin, las pecas mojadas por el sudor era una imagen demasiado preciosa, sus ojos dorados contrastando con la tez morena de su piel.

En una sola mirada se podía manifestar un remolino de sentimientos, un mar de significados, la conexión de sus pupilas valía más que mil palabras. Un sentimiento único que estaba compartiendo en aquella noche, una pasión que no salía de las cuatro paredes que aquella habitación. Sólo las sábanas serían testigos del amor que profesaban esos apasionados chicos sedientos de amarse y ser uno una vez por todas.

El mayor estaba encima del australiano con sus brazos a cada lado de su cabeza teniendo al menor a su completa disposición, sumiso a su persona. Con el alma llena de deseo, los ojos reflejando la evidente lujuria, su boca sedienta para unirla con la contraria, no se lo pensó dos veces antes de atacar aquellos rojizos labios como si no hubiera un mañana.

Lucha de lenguas desesperadas por fundirse, manos traviesas explorando el cuerpo ajeno, erecciones crecientes rozando entre sí dando una sensación de éxtasis a los jóvenes pecadores. Felix sin miedo ni pudor quitó la camiseta de su hyung, poseído por la adrenalina del momento, extraviado por aquel placer que lo envolvía. Su corazón latía tan rápido en sincronización al del contrario, tanto que lo sentía que se iba a salir de su pecho en cualquier momento.

Changbin tragó duro y sin aguantar mucho ya que su erección lo estaba matando. Se deshizo de las incómodas vestimentas que lo impedían unirse con su amado. Sus desnudas pieles húmedas por el calor de sus apasionados cuerpos, envueltos por el fuego del amor, extasiados por la peor de las drogas, el placer.

Él no sabía muy bien cómo iba las relaciones homosexuales, aunque en ese momento poco le importaba, sólo quería ser uno con Felix, unir sus almas, sentir las llamas de sus sentimientos.

El menor abrió las piernas ofreciendo su cuerpo y así su alma también, él sentía que sólo le pertenecía a su Hyung. Changbin estaba totalmente hipnotizado por aquella vista, la intimidad de la persona de quien fue su mejor amigo toda la vida era preciosa, sin siquiera pensarlo llevó aquel enrojecido y erecto miembro a la boca sintiendo toda su masculinidad por completo. Él no se sentía aún preparado para penetrar, así que optó por empezar por una mamada.

Aquello sacó un sonoro jadeo de su parte, que era música para sus oídos. Succionó toda su longitud como si su vida dependiese de eso, saboreando la piel de Felix, su esencia, su esplendor. Changbin estaba disfrutando de aquello a pesar de que jamás antes se le haya podido ocurrir cometer semejante acto, uno del que se estaba volviendo adicto.

Ni los demonios, la sociedad, dios, Mina y su padre o cualquier otra cosa era capaz de separar aquellas dos almas sedientas de amor, sólo la muerte.

...

Changbin bajó a la calle, tenía que hacer la compra para el almuerzo. Se acomodó su gorra, su chaqueta y se dirigió hacia el mercado del barrio. Hoy estaba muy lleno, típico de los jueves. Estaba metido en sus pensamientos, buscando encontrar una salida en todo aquel barullo en el que estaba metido. Estaba tan despistado —algo poco recomendable en ese peligroso lugar— que chocó varias veces con los peatones.

Ya tenía casi todo, sólo le faltaba comprar un paquete cigarrillos, de tiempo que no fumaba. Cuando entró, se dio cuenta de que Felix y Minho estaban viendo algo en el ordenador muy concentrados. Eso le daba sospechas al muchacho, sospechaba que estaban viendo pornografía. Algo que no le extrañaba tanto porque ya les había pillado en más de una ocasión e incluso se había unido a ellos.

la rosa negra »changlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora