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Llegó la siguiente semana y efectivamente volviste a aparecer en la biblioteca. Te vi llegar a la universidad e ir directamente a la oficina de la decana. Realmente te queda bien el cabello oscuro.

Intenté quitar el "ridícula" que Tzuyu me repitió infinitas veces durante la semana y simplemente decidí acercarme a ti en medio del pasillo. Te saludé pero de una forma completamente nueva para mi, usando lenguaje de señas porque aunque puedes leer mis labios yo no tengo ni idea de cómo entenderte.

Tu expresión de sorpresa y esa dulce sonrisa que me diste me robaron una sonrisa idiota, despertaron una pequeña ilusión sobre el buen trabajo que estoy haciendo aunque al sentir como sostuviste mi diestra y acomodaste mi dedo pulgar pude entender que ni siquiera un saludo decente pude darte.

¿Te daré ternura? ¿Seré una niña que quiere ser tu amiga? No quiero ser eso...

Quiero conocerte muy bien.

Según Tzuyu es una obsesión y quizá sí está en lo correcto, jamás habría aprendido otro idioma solamente para hablar con una persona. Cada día intento aprender a decir alguna cosa nueva, alguna letra. Intento comprender el significado de señas que en algún momento podrías decirme. ¿Estoy en lo correcto? O simplemente me estoy ilusionando con una desconocida. Es obvio que estoy que estoy ilusionada contigo, Momo. Vivo de fantasías en las cuales me hablas con confianza, en donde puedo entenderte y acompañarte por toda la biblioteca simplemente viendo esa sutil sonrisa que dibujas en tu rostro al leer el título de un libro.

Por qué siempre me ilusiono, siempre es lo mismo. Siempre callo por miedo y es que... es difícil arriesgarse a saber si a una chica le gustan las chicas. Da terror. No quiero sentir esa mirada prejuiciosa nuevamente sobre mi.

Cómo sea...

Sábado, diez de la mañana. Dichosa esa hora dónde sé que puedo dejarme llevar por una pasión arraigada en mi alma; el contrabajo.

Gracias a mi padre, quién pareciera estar casado con el jazz en lugar que con mi madre, conocí un sonido infravalorado por los espectadores. Sonido grave, tímido a pesar del enorme tamaño del instrumento que lo emite. Lo intenté hacer sonar a los quince y hoy en día con veinte años, y ya inserta en el área de la música docta, no podría imaginar mi vida sin clases semanales de dicho instrumento.

-La profesora Sang está en la sala F.

Con dicha información subí la escalera cargando el estuche con el arco del contrabajo en mi hombro. Debido a la nula disponibilidad de tener clases el miércoles cómo ha acostumbraba me vi en la obligación de madrugar los sábados durante estos años. Lo disfruto, sobre todo si a lo lejos en la sala que da al pasillo puedo escuchar un eco repleto de dulzor, cuerpo y melancolía digna de un Adagio evidentemente barroco. (Indicación de tiempo pausado en una obra musical que generalmente ocupa el segundo lugar de tres movimientos).

¿Concierto de flauta dulce? ¿Traversa? Con evidente curiosidad me acerqué a la sala de práctica alzando mi peso gracias a las puntillas de mis pies con una clara intención de ver por la pequeña ventana de la puerta. Una chica.

-Ídola... -susurré siendo sorprendida por mi profesora quién saludó sonriente.

Fui regañada por la maestra Sang ante notorias desafinaciones en una escala menor. ¡Me distraje! Me sentí ansiosa, necesitaba salir del salón lo antes posible gracias a la duda. ¿Es posible?

Guardé el contrabajo en su funda y con la mente en las nubes bajé a la planta principal por poco dejando caer mi pobre arco al verte.

-¿M-Momo?

Bastó tocar tu hombro para ver una sorpresa correspondida en tu rostro. Realmente... adoro tu mirada.

-¿Tú... tocabas la flauta?

Asentiste con una inocencia que me descolocó, pero hablaste con una suavidad que me hizo sentir el corazón apretado. Pude escucharte por primera vez. Qué alivio poder entender lo que esconden tus sonrisas tranquilas.

-¿E-estudias hace mucho mh, tiempo?

Ahora fue mi turno de asentir. Pude escucharte reír ante mi poco disimulo al no entender cómo vives en un mundo de silencio rodeado con música. Sin más te levantaste de la silla y me invitaste a seguirte fuera del conservatorio. Ninguna habló, no hasta haber dejado nuestros estuches con su respectivo instrumento en tu caso, y sentarnos en el césped junto a la heladería que acabamos de visitar.

-Pregunta.

-¿Eh?

Ríe más, por favor.

-Quieres saber. Lo puedo ver.

Me sonrojé al ser torpemente descubierta por ti pero por favor entiende, Momo. Jamás creí conocer un ángel como tú.

Entendí todo, tu forma de hablar algo más pausada y torpe que lo común. La razón de por qué no escuchas pero a la vez puedes hablar y tocar la flauta traversa.

Un atropello junto a una caída que atajó tu cabeza cuánto tenías diecisiete te quitó el derecho a escuchar. No viste tu vida atajada Momo, no lo hiciste. Seguiste caminando, creciendo, luchando contra fuertes adversidades. Continuaste sintiendo y disfrutando. ¿Qué hago con tal admiración? No sientas vergüenza de hablar más pausado, por favor. ¿Fue por burlas que prefieres hablar usando señas? Sí alguien se atreve a reírse de tu esfuerzo no vivirá para contarlo.

Es una promesa, mi ángel.

Ella. (mimo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora