– Un anhelo para ella, es un recuerdo doloroso para nosotros, ya ni siquiera recuerdo como era su voz.
No se cómo es que pude olvidarme de él por tanto tiempo, no entiendo cómo es que el sol puede seguir saliendo, a mí las noches aun me atormentan, no imagino el por qué todos son tan injustos.
Desconozco, cómo es que pueden seguir con su camino, cuando yo, aún no me reencuentro con el mío.
Los días eran duros de sobrellevar, hora tras hora, minuto a minuto.
La chispa de lo ocurrido días atrás había avivado penas, revivió recuerdos que hace tiempo creía muertos, cada uno solía pinchar, torturar y estrangular su calma.
Por la tarde, mientras Alicia picaba algunos vegetales, Minerva jugaba en el pasillo, ella cantaba su dulce canción.
– Rueda, bota bota y rebota y de colores es, es muy linda y lo mejor de todo mía es… –
Tomaba su pelota, mientras la lanzaba contra la pared, al final de cada frase de la canción, agregaba, un nuevo hermano para mí, mi nuevo hermano.
Desde el día que se encontró con aquella voz en el callejón, no había tocado el tema en lo absoluto, era cuestión de tiempo para que la pequeña les contara parte de su corta aventura.
Las palabras que pronunciaba entraban por los oídos de su madre, rondaban unos cuantos minutos en su cabeza, y salía como un suspiro, luego de escucharla unas cuantas veces era imposible ignorar el significado que tenía para ella y los sentimientos que le producían.
El hecho de tener la cabeza por las nubes, estar todo el día como un robot, haciendo los quehaceres diarios de manera inconsciente, la había hecho dejar de lado que no tardaba en llegar Erick.
Había un momento de la tarde en el que Minerva percibía un delicioso aroma provenir desde la cocina señal de que no dilataba en llegar su cansado y hambriento padre.
En un momento se escuchó como la llave entraba por la cerradura de la puerta, minerva se levantó corriendo hacia esta, gritando. – ¡Papá llego! –,
– ¡papá llego! – Y como ya era costumbre, ella lo recibía con un abrazo.
Un padre joven, con el nudo de la corbata flojo, después de un largo día, su trabajo consistía en la venta de casas, en pocas palabras, en una empresa de bienes raíces.
Su empleo parecía sencillo, pero en verdad se requería de una enorme paciencia y un habla con un fuerte efecto de convencimiento, lo cual no era problema pues hablaba con elocuencia, y tenía una personalidad confiable.
Entre las manos cargaba un gordo maletín con los planos de cada casa que tenía que promover.
Siempre fue dedicado, trabajador, muy responsable, pero cuando se trataba de su familia, el trabajo siempre estaba en segundo lugar, al ver a su hermosa niña, tiraba todas sus pertenencias para darle un fuerte abrazo, este le preguntaba cómo le había ido en el colegio y al mismo tiempo daba un beso en su frente.
Minerva pidió a su padre que la bajara, corrió hasta el rincón en él que había dejado su mochila, presurosamente busco su cuaderno, en el que su maestra les pedido dibujar a su familia. Regreso donde su padre y se lo mostro, con los brazos bien extendidos, hasta donde su estatura lo permitía.
El inicio de escuela primaria era un reto para todo niño, ya que ahora, tendrían que preocuparse por más que solo no salirse de la línea. Ya aprendía a leer y escribir, lo cual era un enorme logro para ella.
Sobre la hoja de papel, estaba el dibujo que minerva hizo con tanto esmero, con la letra un poco chueca y difícil de entender decía, mi mamá, y en la parte de abajo un dibujo de color rosa de su madre, hecho con crayones , en seguida decía, mi papá, de igual manera en la parte de abajo, pero con color azul, y a un lado estaba ella de color lila; lo que a su padre sorprendió fue que también había una ilustración de una carriola en color verde y sobre esta decía el nombre de; Martín.
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Una historia para contar.
SpiritualitéExisten voces en el mundo, la voz interna, la voz del viento, la voz del prójimo. Voces que se escuchan y muchas otras que se ignoran, esta historia habla de ellas, no de todas pero si de algunas muy ruidosas, más que un simple sonido audible son se...