"Capítulo 3"

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Por Ren:

Varias horas más tarde, me encontraba en el pequeño mercado del pueblo, comprando algunas cosas para la cena. Hoy quería preparar una receta especial, quería sorprender a mi padre con su platillo favorito, el samgyetang. Una deliciosa sopa a base de pollo, arroz, ginseng y algunos otros ingredientes.

Tenía la lista de todo conmigo, para así no olvidarme de nada. Pero ni aún con la lista en mano, pude evitar distraerme ante los gritos de una mujer. Poco a poco, todas las personas del pueblo nos acercamos a ver que sucedía. Al parecer se trataba de una mujer a la cual le habían robado su hija, o al menos eso era lo que gritaba.

¡Por favor, que alguien me ayude!—gritó la mujer entre llanto, jaloneando de las personas a su alrededor. Por su expresión, juraría que esa pobre mujer no estaba fingiendo.—¡Mi hija, esos monstruos se llevaron a mi hija!

¿A que monstruos se refiere, señora?—preguntó un joven, uno al que rápidamente pude reconocer como la mano derecha de mi padre. Kang DongHo. Ese chico un poco mayor que yo, pero que se había convertido en el mejor cazador del pueblo, después de mi padre.

¡A los vampiros, ellos se la llevaron! —exclamó alterada, con la respiración agitada y con el miedo a flor de piel.

¿Está usted segura de lo que está diciendo? Mire que los vampiros no suelen venir por aquí a estas horas.—mencionó incrédulo. Aunque no lo culpo, no es normal ver a vampiros rondando el pueblo cuando ni siquiera había comenzado a esconderse el sol tras las montañas.

¡Por supuesto que estoy segura, no soy ninguna loca para andar inventando cosas!—volvió a gritar la mujer, solo que ahora cabreada al ver que la estaban tomando por loca.

Y debo admitir que yo también estuve a punto de hacerlo, a punto de darme la vuelta y seguir con mis compras como si nada hubiera pasado, hasta que... Hasta que mi mirada se enfocó en aquella silueta, la cual a penas si lograba distinguir de entre los lejanos puestos de donde me encontraba.

MinKi, ¿estás bien?—preguntó DongHo, haciéndome reaccionar.

Sí, yo... Estoy bien, no te preocupes.—respondí, volviendo a mirar al lugar donde me había parecido ver aquella silueta, pero ya no estaba.

¿Seguro?—insistió, colocando su mano sobre mi hombro, a lo que rápidamente me aparté. Sabía de sus sentimientos hacía mí, pero también sabía que mi padre me mataría si llegaba a tener una relación con un hombre y más si ese hombre era su más grande orgullo. Porque para mi padre, DongHo, era todo lo que había esperado de mí. Él era el hijo que siempre había deseado tener.

Ya te dije que sí.—respondí antes de darme la vuelta y retomar mi camino, sin siquiera despedirme. Quería alejarme lo más posible de él, quería detener el latir de mi corazón. Porque sí, no podía negarlo, DongHo me gustaba y mucho. Aunque no se trataba de sentimientos, sino más bien de un deseo completamente sexual.

DongHo era realmente apuesto, su figura esbelta le hacía ver mucho mayor de lo que es y por esa misma razón, muchas de las chicas del pueblo, por no decir todas, querían casarse con él. Pero la verdad, prefería no pensar en eso. Así que lo mejor era darme prisa en terminar las compras y volver a casa para preparar la cena. Y eso fue justamente lo que hice.

Un par de horas más tarde, mientras esperaba a que la sopa se terminara de cocinar, mi padre llegó bastante molesto. Tanto que parecía capaz de romper todo a su paso. Por un momento pensé en quedarme callado, pero la curiosidad terminó por ganarme. Así que me acerqué a mi padre, esperando saber que era lo que le pasaba y porque estaba así de molesto.

¿Appa?—llamé, sintiendo los nervios recorrer mi cuerpo.

¡Esos bastardos, debí de haber acabado con ellos desde hace tiempo! —mencionó en voz alta y en un tono bastante cabreado. Al parecer ni siquiera se había percatado de mi presencia.—¡Pero juro que esta noche acabaré con cada uno de ellos! ¡Haré que deseen nunca haber existido!

¡¿Qué?!—exclamé sorprendido, o más bien asustado. Me asustaba que clase de loca idea se estaba cruzando por la cabeza de mi padre en aquel momento. Rápidamente me puse frente a él, debía hacerle desistir de lo que sea que estuviese planeando hacer.—¿De qué estás hablando, Appa? ¿No estarás así por la chica que desapareció, o sí?

¡Por supuesto que sí! ¡¿Es que acaso no te has enterado de nada?! Ella no fue la única que desapareció esta tarde.—mencionó furioso, podía ver su sed de venganza asomándose por el rabillo de sus ojos.—Esas escorias estuvieron aquí, se llevaron a tres chicas delante de mis narices. Y lo peor, es que esta noche habrá un festín en el castillo, y lo más probable, es que esas chicas estén en peligro. Si es que ya no están muertas, claro.

Eso...eso no puede ser, ellos no nos han lastimado en todo este tiempo, ¿porqué harían de hacerlo ahora?—pregunté extrañado. La verdad no sabía que pensar, por un lado quería creer que no era cierto, que todo esto no era más que otra calumnia por parte de mi padre hacia los vampiros. Otro de sus pretextos para poder acabar con ellos.

Pero por otra parte, no podía negar lo obvio. Mi padre, y los demás cazadores del pueblo, llevaban muchos años matando a los vampiros, era de esperarse que estos algún día se canzaran de ello. Y si el Rey ahora pensaba tomar cartas en el asunto, lo más probable es que aquel festín, no fuese más que una trampa suya para atraer a los cazadores y matarlos a todos. Y en cuanto a las chicas; bueno, se trata de un festín, por lo que seguramente ya tienen algún plan para con ellas.

No lo sé, pero no pienso quedarme aquí sentado sin hacer nada.—comentó, antes de comenzar a buscar sus armas y todo lo que suele llevar cuando sale de caza.—Prometí cuidar y proteger este pueblo, y eso es lo que pienso hacer hasta el día de mi muerte. Así que espero que esos malditos estén listos para ir al infierno, porque yo mismo me encargaré de mandarlos directamente.

En ese caso, yo iré contigo.—indiqué, dispuesto a subir las escaleras en busca de mis armas.

Olvídalo, aún no estas listo, es demasiado peligroso.—indicó de vuelta, haciéndome detener ante sus palabras.—Además, no pienso exponer a mi único hijo, jamás me lo perdonaría. Prefiero que te quedes aquí y cuides del pueblo.

Pero Appa...—intenté protestar, pero rápidamente fui interrumpido por el fuerte sonido de la puerta al cerrarse. Mi padre se había ido.

Por un momento pensé en obedecerle, quedarme en casa y creer que todo saldría bien. Pero tenía un presentimiento, algo dentro de mí me gritaba que debía ir a ese festín, que aquello estaba escrito en mi destino. Y así fue. Porque aquella noche, al entrar en ese enorme castillo, mi vida cambió para siempre. Sin saberlo, aquella lejana pesadilla de la noche anterior, estaba a nada de volverse realidad y, por fin, podría ver el rostro de aquel hombre. Ese hombre al que mi padre estaba más que dispuesto a matar.

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⏰ Última actualización: Jan 30, 2020 ⏰

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