Capítulo 5.

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Paige Martin

Me monto en el coche de Christopher sin articular palabra, me abrocho el cinturón y según pone en marcha el motor, me sumerjo en mis pensamientos, que sólo contienen un nombre: Owen.

He vuelto a verle por segunda vez después de nueve años de tortura, nueve años sin poder escuchar su voz, ahora más grave pero manteniendo esa pizca de dulzura, ni ver su rostro, que ahora está más marcado. Nueve años después de esa terrible separación en la que tuvo que ver el egoísmo extremo de mi padre, al que apenas le dirijo la palabra desde entonces. Y no, no se la dirijo solamente por haber impuesto un inmenso océano entre Owen y yo, sino por propinarme numerosas bofetadas y gritos según entró en la mansión hecho una furia, después de descubrir ese beso entre nosotros. Un beso que no trajo más que problemas.

Actualmente, tengo pareja. Y siendo honesta, no siento nada por Christopher. Tenemos una relación basada en lo laboral y lo sexual, pero decidimos formalizarla para que mi padre, una vez más, no se avergonzase de mí. Según él, cito textualmente: "soy una mala hija, un engendro del diablo que nunca debió haber nacido". Siempre ha valorado más su imperio económico y su posición social, y jamás ha prestado gran atención a lo esencial. Lo material siempre ha formado parte de su vida cotidiana y nunca cambiará de parecer. En mi caso, no soy una mujer que se deje guiar por un par de millones. Para mí, el amor y la constancia vale más que todo el oro del mundo. Pero lógicamente el amor no está hecho para mí. Bueno, sí lo está pero a kilómetros. Nunca podré acercarme a Owen y afianzar aquello que pudo escribirse hace nueve años. Nuestro amor no culminó de ninguna manera, ya que fue un simple beso. Un simple beso cargado de ilusión que a día de hoy me persigue poniéndome a Owen ante mis ojos con esperanzas de que corra a sus brazos y deje toda esta bazofia atrás. Porque, si soy sincera, Christopher no me llena como pudo haberlo hecho él.

Un ligero codazo me hace recobrar el sentido y una voz grita mi nombre de una manera altanera y desagradable. Christopher me observa con rabia, al parecer estaba entablando una conversación conmigo sobre quién sabe qué y le ha molestado que no le prestase la debida atención.

—¿Qué demonios te pasa, Paige? —añade fuera de sí.

—Primero que nada, no me grites —siseo clavando mi mirada en él.

—Contéstame. ¿Qué te pasa? ¿Por qué me ignoras tanto cuando te hablo?

Tras escuchar sus palabras, una estridente carcajada sale de mi interior a gran velocidad y no logro detenerla. Me observa fijamente con muy mala cara, lógicamente de cabreo, y me tapo la boca con las manos para evitar seguir riendo.

—¿De qué te ríes?

—Sinceramente, Christopher, de la situación. Déjame respirar. Estaba pensando en mis cosas.

—¿En qué clase de cosas si puede saberse? Estabas muy concentrada —dice sin rodeos.

—¿No puedo pensar con libertad o ahora tengo que estar todo el santo día pendiente de ti y tus tonterías? —mascullo furiosa.

Su rostro no se suaviza en absoluto. Gira la dirección hacia la derecha con brusquedad y frena en seco, en cuyo movimiento nuestros cuerpos realizan un vaivén un tanto incómodo.

—¿Se puede saber qué coño haces?

—Aquí las preguntas las hago yo.

Esas palabras tensan mis músculos al completo y la sangre comienza a hervir, fluyendo por todas mis venas. Como siga por ese camino, no podré amilanarme.

—Te lo repetiré una última vez. ¿En qué estabas pensando?

—Nolan, no confundas nuestra relación. Lo nuestro es estrictamente laboral y sexual, nada más. No hay amor. Estamos juntos por mi padre, no porque a mí me apetezca estar contigo. Así que de antemano quiero que quede claro que no pienso tolerar que me hables de ese modo. Bastante he aguantado con mi padre durante todos estos años, como para tener que aguantarte a ti también con tus indebidas groserías. Así que te pido por favor, que dejes a mi mente a su libre albedrío y no intentes controlarme —sentencio con el dedo índice en su dirección con el rostro enfundando seriedad.

—Sé que es sólo sexo y trabajo, Paige. Pero al menos me gustaría que me escuchases cuando te hablo —dice suavizando el tono.

Procuro respirar hondo mientras cierro los ojos. Noto su mirada fija sobre mí y a pesar de pretender intimidarme, la calma fluye por todo mi cuerpo conforme respiro pausadamente, cogiendo y soltando el aire muy despacio.

—Estaba barajando las ventajas y desventajas del puesto que me ofrecieron.

Miento. Miento como muchas otras veces he hecho con Christopher. No es la primera vez que lo hago, puesto que finjo hasta la mayoría de orgasmos. El sexo con él no me llena para nada. Bueno, él en sí no me llena. Como dije anteriormente: sólo hay una persona sobre la faz de la Tierra que pueda llenarme, y ese es y será siempre Owen Wright.

Después de tanto tiempo he subido y bueno, iré poco a poco. Gracias por esperar💜

No hay nadie más.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora