Se sacudía incontrolablemente entre las sábanas, preso de una sensación que le era absolutamente ajena considerando su naturaleza. O la naturaleza de su Cosmos. Era nada menos que un Santo de Hielo, sin embargo en ese momento y desde hacía ya cuatro o cinco días estaba prácticamente postrado en su cama con una intensa fiebre. Por si eso fuera poco, sentía también intensos —aunque por el momento esporádicos— dolores en el pecho que le impedían incluso respirar con normalidad. En un rincón de la habitación del Templo de Acuario se encontraba un hombre con su espalda apoyada en la pared y sus ojos borgoñas (el mismo tono de los pequeños lunares en su frente, los cuales simulaban cejas) observando al menor con creciente preocupación. Camus de Acuario había regresado una semana atrás de una misión a Asgard junto a Saga de Géminis, en la que simplemente habían intentado (exitosamente) reafirmar los lazos de amistad entre el Santuario y aquel reino. Sin embargo y como si de una coincidencia se hubiese tratado, el francés había comenzado a experimentar los primeros síntomas de ese extraño mal tan pronto como regresaron. De hecho, se encontraba entregando el reporte de la misión cuando sucedió. El lemuriano Santo Dorado de Aries del siglo XVIII de sólo aparentes 20 años aunque casi 270 en realidad, alto y robusto, de cabellera lacia hasta la cintura color rubia pálida y tez clara se acercó a la cama del menor y apoyó su mano en su frente del muchacho. Este, de aparentes 25 años aunque 20 años mayor en realidad, alto y delgado, de cabello lacio y hasta la cintura color carmesí y tez blanco marfil —en ese instante con un evidente rubor en sus mejillas— abrió repentinamente sus ojos rubíes y encendió su Cosmos de tal modo que este empujo al mayor hacia atrás. En ese instante y como si de alguna manera ese aire frío lo hubiera despertado de su letargo, Camus se sentó en la cama jadeando ligeramente y, al notar al hombre sentado en un rincón intentando incorporarse abrió aún más sus rubíes.
— ¡Patriarca...! ¿Se...? ¿Se encuentra bien?
Shion se levantó de su sitio e inmediatamente corrió al lado del menor apoyando sus manos en los hombros de este y observándolo fijamente. Luego puso su mano en la mejilla derecha aún tibia del galo y le pidió que se tranquilizara, señalando que imaginaba que su Cosmos debió haber reaccionado a su débil estado. Camus se llevó una mano al pecho, sobre su corazón. El dolor persistía, aunque no con la misma intensidad. Sin embargo sus pulsaciones eran erráticas y le costaba respirar.
—Tranquilízate hijo, por favor. No estás en condiciones de esforzarte ni mucho menos de alterarte. Trata de descansar; te traeré un poco de agua...
El francés sólo tuvo fuerzas para asentir levemente antes que el mayor lo ayudara a recostarse nuevamente cubriéndolo con una sábana apenas hasta el pecho. El acuariano se estremeció y dejó escapar un grito casi inaudible de dolor aunque apenas segundos después sus ojos, pesados producto de la fatiga se cerraron y cayó en un profundo aunque para nada apacible sueño.
Mientras tanto, dos habitantes del Santuario en particular comenzaban a preocuparse por las recurrentes ausencias del pelirrojo tanto a las reuniones entre los Santos y sus superiores como a los entrenamientos habituales tanto matutinos como vespertinos. Sin mencionar las guardias regulares que llevaban a cabo los Santos Dorados. Dichas personas eran la joven encarnación griega de Atenea, Saori Kido y el custodio del Octavo Templo, Escorpio y mejor amigo del francés, Milo. La primera, una mujer siete años menor que Escorpio y Acuario tanto física como realmente, de estatura mediana y figura delgada, cabello lacio castaño claro hasta la cintura, tez clara y ojos verde—azulados. El hombre, de origen heleno, más alto y robusto que la mujer, de cabello rizado hasta la cintura color rubio dorado, tez morena y ojos cerúleos estaba visiblemente ansioso. Tenía los puños cerrados a los costados de su cuerpo al punto de que sus nudillos estaban prácticamente blancos y los dientes apretados. Finalmente su resistencia cedió por completo y anunció que iría a Acuario a ver que estaba sucediendo con Camus. Poco le importaron las órdenes de la mujer para que se detuviera, alegando que Shion ya se encontraba en el Onceavo Templo. Sin embargo, antes de que pudiera salir del lugar el hombre bicentenario regreso. El gesto adusto en su semblante bastaba para que ambos griegos se dieran cuenta de lo que verdaderamente estaba sucediendo. Sin poder evitarlo, la joven diosa se quebró, aferrándose al cuello del rubio con su rostro oculto en el tibio metal de la Armadura de Escorpio. Milo correspondió al gesto rodeándola con ambos brazos en su espalda y, alzando apenas la mirada sobre su hombro hacia el Patriarca, espero en completo silencio a que este se explicara respecto de la situación de Camus.
—Sinceramente no sé si pueda explicarlo de alguna manera, Milo... Todo sucedió demasiado rápido. Se encontraba en perfectas condiciones antes de partir a Asgard...
Una cuarta voz, masculina y griega sin embargo murmuró en un tono serio y preocupado que temía tener que contradecirlo. Quizá no se encontraba exactamente como ahora, pero arrastraba varios días sin dormir e incluso lo había notado tomarse el pecho en varias ocasiones. De manera discreta, como si no quisiera que nadie notara que sentía malestar alguno. Las palabras de Saga de Géminis no hicieron más que enervar al escorpiano más de lo que ya estaba. ¿Hasta cuándo pensaba continuar el galo con esa maldita costumbre de ocultar sus emociones o, en este caso, su dolor de sus propios amigos? ¿Acaso desconfiaba de ellos al punto de creerles incapaces de ayudarle al menos mínimamente? El hombre ocho años mayor, más alto y robusto que Milo, de cabello ondulado hasta la cintura color rubio dorado, tez bronceada y ojos esmeraldas sacudió la cabeza, afirmando que efectivamente no había manera en que pudieran ayudar al acuariano mientras no supieran exactamente qué clase de mal lo estaba aquejando. Y si se trataba efectivamente de algo normal o de origen desconocido. Antes de que la furia que repentinamente invadiera al heleno más joven lo dominase por completo y se lanzara contra el mayor, nuevamente fueron interrumpidos. Esta vez por una mujer absolutamente desesperada, quien exclamó casi a punto de quedarse sin aliento por la agitación que el Santo de Acuario no solo había perdido por completo la consciencia sino que parecía estar convulsionando producto de la fiebre. Atenea alzó su mirada azul—verdosa hacia la recién llegada y le pidió que se explicara. La joven, de la misma edad que Atenea y de origen sueco, tan alta y esbelta como el Santo de Acuario e incluso de facciones andróginas como las de este, con el cabello lacio y rubio cobrizo corto al ras del cuello y tez clara visible solo en su cuello, pecho por encima de su busto y antebrazos, donde ni su Armadura Dorada ni las ropas bajo la misma (de color verdemar como las del acuariano mayor) le cubrían era nada menos que la hermana menor de Afrodita de Piscis. Era, además, la nueva Saintia Dorada de Acuario aunque no habitase el Onceavo Templo excepto que su maestro así lo requiriese. Iliana cargaba sobre sus hombros y guardada en su Caja de Pandora la Armadura Divina de Acuario, la cual colocó a sus pies sobre la alfombra carmesí del Salón Patriarcal. Se quitó la máscara, dejando ver las lágrimas que surcaban sus pálidas y bellas facciones antes de responder, señalando que un extraño presentimiento la había llevado al Onceavo Templo a ver si su maestro y predecesor se encontraba bien y que, tras detectar una intensa explosión de Cosmos ni bien ingresó al mismo decidió ir a la habitación principal. Allí halló a Camus en el estado que les describiera anteriormente.
—En este momento se encuentra nuevamente dormido... —continuo —Pero me preocupa...
—Su corazón...
Dijo el Patriarca, a lo que Iliana asintió. El hombre bicentenario entonces pidió permiso para sacar al galo del Santuario y llevarlo a la ciudad, aun cuando no supieran que le estaba sucediendo realmente. La diosa aceptó, explicando que ella arreglaría para que fuera hospitalizado en el centro médico de su fundación. Nadie se negó, creyéndolo la opción más viable y prudente considerando los recursos con los que contaba dicho centro. Así, en cuestión de tres o cuatro horas y mientras Iliana cuidaba del francés, todo estuvo listo para trasladarlo. Solo en ese momento Shion convocó a una reunión para informar a los restantes Santos —todos ellos, Dorados, de Plata y Bronce— respecto de la situación actual. Milo no fue el único afectado por la noticia. Si quien obviamente la sufrió más que ninguno de los demás.
¡Hola amigos! Esta es mi primera historia en Wattpad, espero sea de su agrado. Aquí se darán cuenta de que soy alguien que ama hacer sufrir (y mucho) a ciertos personajes. Y advierto, no soy afín a los finales felices de cuentos de hadas, lo cual no significa que mis historias acaben en tragedia.
¡Saludos!
VirginofAquarius
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Against The Odds
General FictionAlgo extraño estaba sucediendo con el. Una situacion que mantenia en vilo a todos los habitantes del Santuario, pero especialmente a tres personas. Atenea, Shion y su propio mejor amigo y camarada de Escorpio, Milo.