Capítulo IV

80 7 0
                                    

Camus abrió lenta y pesadamente sus rubíes, aunque le sorprendió que ya no quedara rastro en su cuerpo del malestar de los últimos días más allá de un evidente cansancio. Además de la obvia debilidad producto de la falta de alimento. Miro hacia todos lados hasta que sus ojos se posaron en la figura ligeramente borrosa de un rubio heleno con sus brazos cruzados sobre el borde derecho de la cama y su rostro apoyado en estos profundamente dormido. Milo respiraba tan suavemente que casi le era imposible a Camus escucharle, lo cual indicaba que, aunque definitivamente incómodo debido a la posición en que se encontraba, el sueño de su mejor amigo era al menos tranquilo. Lo hubiera despertado aunque, tal como si se tratase de algo contagioso, el mismo comenzó a sentir que Morfeo lo reclamaba nuevamente y no pudo resistir el cansancio. Finalmente ambos se quedaron profundamente dormidos. Así fue como los encontró Mu al ingresar a la habitación para llevarles la cena, lo cual había sido un pedido de ambas Atenea. Dejando la bandeja sobre el escritorio en una esquina de la habitación, se acercó al galo por el lado opuesto a donde estaba Milo y apoyó su mano en la frente de este. Estaba apenas ligeramente tibia, considerando que, de hecho, la piel del pelirrojo era casi tan fría como su Cosmos. Sonrió. Minutos después tomó la bandeja aunque, antes de retirarse, escucho la voz débil y somnolienta de Acuario llamándolo. Cuando se acercó a él, Camus se incorporó ligeramente sobre sus codos intentando no estorbar a Milo y dijo:

—Llévatelo de regreso a Escorpio. O déjalo en la habitación de huéspedes. Honestamente no sé cuánto tiempo lleva aquí, pero es más que evidente que no ha dormido lo suficiente estos últimos días...

El ariano asintió, señalando que probablemente fuera mejor que descansara en la habitación contigua a la de Camus. En cuanto al tiempo que llevaba haciendo guardia más que compañía, tan solo había sido poco más de medio día. Aunque era cierto que la preocupación del griego por su salud había repercutido seriamente en su sueño. Acuario sintió una aguda punzada en el pecho al escucharlo. Y poco tenía que ver su salud en ello. Mientras se recostaba nuevamente, volvió a pedir a Mu que se llevara a su mejor amigo. Mu obedeció al pedido del galo aunque, antes de retirarse, pudo observar al menos de soslayo el rostro de Camus contraerse en un gesto de dolor, además de algunas lágrimas cayendo de sus cristalinos rubíes. Podía percibir que no era exactamente culpa lo que provocaba aquello sino temor por lo que pudiera suceder con el heleno. Por ello, antes de apagar la luz y retirarse cerrando la puerta tras de sí, Aries murmuró directo al Cosmos de su amigo 'No te preocupes por él, Camus. Ambos sabemos que es más fuerte que cualquiera de nosotros. Tu solo debes pensar en descansar y recuperarte ahora. Sabes que alguien te espera y su corazón no soportaría si algo llegase a suceder contigo...' Una lagrima escapo de sus propios ojos verdes, ya que la persona a quien se refería era alguien muy importante tanto para él como para Camus. Era nada menos que su hermana menor, a quien Shion le presentara tras ser revividos, puesto que había pasado gran parte de su vida en Jamir, protegiendo la Torre. Tamara, Saintia de Plata de Altar era por otro lado nada menos que la esposa de Camus y madre de sus gemelas, Olivia y Amidah. Tanto la madre como las hijas eran finalmente de Virgo y, mientras Tamara era la discípula del custodio de su signo, sus hijas eran sus propias discípulas y Saintias de Bronce de Andrómeda y Casiopea.

 Tanto la madre como las hijas eran finalmente de Virgo y, mientras Tamara era la discípula del custodio de su signo, sus hijas eran sus propias discípulas y Saintias de Bronce de Andrómeda y Casiopea

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Against The OddsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora