Capítulo III

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'Recordaba perfectamente esa escena. Su Templo completamente cubierto por el aire frío y en medio del Salón de Batallas se encontraban él y un joven que por años considerase casi como un hijo. Ambos hombres estaban jadeando desesperadamente, presos tanto del cansancio como de la hipotermia que rápidamente los consumió, llevándose sus vidas. Lo cual ocurrió eventualmente. Vencidos y habiendo alcanzado el límite de sus fuerzas, ambos perecieron...'

El Santo de Acuario del siglo XVIII solo podía observar como el menor se sacudía violentamente entre las sábanas. La fiebre estaba consumiendo su cuerpo casi del mismo modo en que en su era, un mal similar atacara a su mejor amigo y camarada de Escorpio, Kardia. No podía sin embargo bajarla solo utilizando su Cosmos o de lo contrario se agotaría al punto de desvanecerse. Pronto se dio cuenta de que esa era la única opción que le quedaba. Camus parecía incapaz de combatir la fiebre y las pesadillas inducidas por esta, así como el intenso dolor que sentía en el pecho. Aumentó gradualmente su Cosmos mientras una de sus manos reposaba en la frente del menor y la otra en su pecho. Tan concentrado estaba en su tarea que nunca se percató de que Shion y Sasha habían ingresado en la habitación. El Patriarca llevaba una bandeja con té y algunas rebanadas de pan. Sasha, un cuenco lleno de agua y un par de toallas limpias colgando en su brazo izquierdo. Dégel se alejó temporalmente del menor al sentir la mano de su antiguo camarada en su espalda. Su mirada lavanda ya reflejaba su evidente cansancio, deteriorando aún más su ya dañada visión.

— ¿Cómo se encuentra? —Preguntó el lemuriano — ¿Cómo te encuentras tú, Dégel?

El acuariano sacudió la cabeza y suspiró profunda y cansinamente, admitiendo que estaba costándole tanto esfuerzo aliviar la fiebre de Camus como solía sucederle con Kardia. Y ambos eran acuarianos. En otras palabras, tenía la sensación de que su estado poco tenía que ver con un factor similar al que provocase la enfermedad de su mejor amigo escorpiano. Sasha lo miró aterrada. Si no se trataba de eso, ¿qué era lo que estaba causando esa agonía en el pelirrojo?

—Honestamente no sé qué pueda ser...

Dijo el peliverde, levantándose lentamente de la silla en la que estaba sentado junto a la cama del menor. Se sintió repentinamente mareado y cayó hacia adelante, aunque el lemuriano lo tomó por los hombros para ayudarlo a ponerse de pie. Shion sacudió la cabeza, pidiéndole que se retirara a la habitación de huéspedes del Templo y explicándole que probablemente fuera mejor que descansara por algunas horas. Mientras tanto, él y Sasha atenderían a Camus.

—Gracias, Shion. Creo que aceptaré tu consejo. En cuanto a Camus, aun si consigues bajarle la fiebre, dudo que despierte incluso por un día más. Está exhausto y es evidente que no ha probado bocado en un largo tiempo...

El rubio lemuriano asintió. En realidad, apenas y había desayunado un té y tostadas un par de días atrás. Desde entonces, no había vuelto a ingerir alimento alguno.

Camus abrió lentamente sus rubíes, aunque volvió a cerrarlos casi automáticamente cuando la luz del día colándose por la ventana de la habitación le apuntó directamente en ellos

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Camus abrió lentamente sus rubíes, aunque volvió a cerrarlos casi automáticamente cuando la luz del día colándose por la ventana de la habitación le apuntó directamente en ellos. Minutos después, sin embargo, los abrió nuevamente y parpadeó. Se percató en ese instante de que había alguien a su lado cuyo rostro (cuya apariencia en general de hecho) le resultaba muy familiar, pero que por alguna razón le resultaba al mismo tiempo desconocida. Por otro lado, notó también que alguien (probablemente su acompañante) había colocado un paño frío y húmedo en su frente, el cual estaba no solo tibio ya sino completamente seco. La mujer de cabellera castaña y ojos verdes se dio cuenta al instante de que el pelirrojo se había despertado, incluso antes de que este hiciera un mínimo sonido. Lo cual en realidad le era imposible, puesto que sentía la boca reseca. De hecho, incluso la piel de su rostro también lucía de ese modo, además de que era más pálida de lo normal. Sasha se alarmó al notar eso e inmediatamente se dirigió a la mesa donde aún se encontraba el cuenco con agua y una toalla limpia a un costado. Sonrió levemente al percatarse de que aparentemente Dégel no se marcharía sin dejar 'las cosas en orden'. En otras palabras, antes de retirarse había utilizado su Cosmos para mantener el agua del cuenco a una temperatura al menos fresca. Enjuagó la toalla y volvió junto al galo nuevamente dormido (o que tenía los ojos cerrados), humedeciendo suavemente su rostro intentando hidratarlo. Recordaba que Sage le había mencionado que Camus llevaba al menos dos días sin comer ni beber absolutamente nada. Probablemente eso justificara su estado. Tan pronto como retiró su mano del rostro del francés, este abrió nuevamente sus rubíes completamente opacos y parpadeó intentando precisamente aclarar su visión. Cuando pudo hacerlo al menos lo suficiente para ver a quien estaba aún a su lado, sus ojos se abrieron desmesuradamente sin poder ocultar su asombro. Y, al mismo tiempo, su preocupación. En un susurro apenas audible, puesto que la falta de líquido le impedía alzar demasiado la voz, preguntó:

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