|Capítulo 8| 1560|

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Justo después de que mi padre se fuese a dormir, mi plan de fuga ya estaba en funcionamiento. Tan solo necesitaba dinero, comida, mis pertenencias, ropa y un coche; el de Priscila valdría para las primeras millas.

Como persona ordenada que me consideraba, coloqué todo en la mesa de café, y revisé si faltaba algo. Cuando me giré, vi como Leon me observaba.

—¿Has hecho algo malo? —me dijo con la cara seria, tintada por el miedo y la tristeza.

—No exactamente. No puedo explicar mucho hasta que no estemos en la carretera, porque ni yo misma sé que está pasando. Tengo que aclararme. Entiendo que tengas dudas, pero yo tengo otras mucho más importantes, por lo que dame mi tiempo.

Para el momento en el que cogimos el ligero equipaje y las llaves, ambos estábamos vestidos con ropa de invierno. Leon llevaba una chaqueta de mi padre, que a pesar que iba un poco corta, cumplía su función perfectamente.

—¿Sabes conducir? —le pregunté a Leon antes de cerrar la puerta de casa con sumo cuidado. Asintió.

En ese instante me di cuenta de que no me despedí de absolutamente nadie, y eso me partía el corazón. Pero alguien me estaba persiguiendo, y no podía permitirme el lujo de dejar más huellas de las que ya había dejado.

A medida que íbamos bajando las plantas, no podía quitarme de la cabeza aquellos hombres de negro, y lo que pasó en la morgue. No iban a matar, eso estaba claro. Como era de esperar, el parking estaba vacío, pero eso no me quitaba la paranoia y el miedo. El coche se encendió suavemente, y en menos de lo que esperaba, ya estábamos yendo al oeste como le había indicado a Leon previamente.

—¿Me puedes explicar lo que le ha pasado a mi cuerpo? Porque la última vez que revisé me estaba muriendo.

Me hundí en el asiento, sosteniendo mi cabeza con las manos. Estaba cansada.

—Para eso hay que remontar muy atrás —suspire incorporándome sin mirarle—. Debería empezar por mi nombre y eso...

Estaba dudando en si decirle mi nombre de verdad o no. Sabía que, si las cosas se ponían feas, lo mejor seria alejarse de mi actual vida. Pero todavía no quería llevar las cosas tan al extremo. Aunque ya fuesen muy surrealistas.

—Me llamo Habana —dije sin especificar mi apellido—. Hace un tiempo ya formulé una manera para dar vida a los androides. Mi primer proyecto fue un modelo Valkyrie, que lleva desaparecía un mes aproximadamente. Un día vino Sean a mi casa y me dijo que teníamos que hacer algo para ayudarte. La solución fue trasferir tu alma a un androide factualmente idéntico a ti, con la única diferencia de que tu cuerpo es sintético. Entiendo que estés molesto, o asustado por lo que mis compañeros y yo hicimos, pero Sean se veía necesitado y yo no le podía negar algo así a alguien tan quebrado emocionalmente como él.

Leon parecía no entender una palabra de lo que había dicho, por lo que me miró por unos instantes—. ¿Soy un androide?

—Ante la ley si —dije arrepintiéndome de mis acciones nada más ver la cara del pobre Leon—. Pero tu estado como androide no lo tiene que saber nadie. La réplica de tu anterior cuerpo es tan fiel que a no ser que te peguen una puñalada, no hay peligro de que piensen que tienes un cuerpo de androide.

—¿Y mi hermano?

—Se lo llevaron, o eso creo. Estaba en el hospital cuando unos agentes vinieron, y pensé más en salvarte a ti que en ayudar a los que ya eran capaces de cuidarse por sí solos. Siento lo de tu hermano profundamente, pero no vi otra salida.

—¿Planeas en ir a buscarlos?

—No, solo lo haré cuando sea estrictamente necesario. Creo que me están buscando para acusarme de hacer algo tan atroz como lo de Valkyrie, pero no estoy del todo segura. Quiero que todo se calme.

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⏰ Última actualización: Mar 22, 2019 ⏰

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