|Capítulo 3|1866|

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Me encontraba en mi casa. Era por la noche y gracias al calendario gregoriano pude orientarme y saber tenía un par de exámenes porque iba a ser lunes.

Llevaba sin mantener contacto con JB y Tristan por ya un largo tiempo. De todas maneras este aislamiento me ayudaba a sacar más innovaciones tecnológicas que me dejarían mejorar aún más los androides, porque si, el tema robots seguía en mi mente. Y como para no estarlo, un pequeño cabo desatado no iba a dejar a la deriva a un bergantín inglés. Sabía a veces que seguir luchando podía llevarme a recibir una paliza, o el odio del mundo entero, pero esto era muy importante para mí.

Valkyrie seguía AWOL [1], pero al menos no había llamado a la policía o se había convertido en un personaje público. Eso ya era lo que me faltaba.

-¡Habana, la mesa! -bramó mi padre desde el salón. Hoy, como ya había sido regla por la última semana, su novia iba a venir a cenar con nosotros. Mis hermanos -especialmente Yoel- la amaban, pero yo como buena adolescente, no la veía lo suficientemente buena para mi padre. Se que la última palabra era de él, y que yo allí no pinchaba ni cortaba, ya que a los dieciocho me iban a poner de patitas en la calle, pero quería ver a mi padre sano emocionalmente.

Obedecí a lo que se dijo, y en menos de lo que mi cabeza pudo procesar, ya estaba con Priscila enfrente.

-¿Y qué tal el colegio, Habana? Tu padre me comentó que últimamente tus notas en todas las clases han bajado mucho, ¿estás bien?

-Incorrecto -bufé entre bocados de la cena-. Mis notas en Programación, Historia IV y gimnasia se mantienen impecables. Nada de lo que preocuparse.

-Habana -dijo Priscila tratando de que le diese la mano-, sabes que tu padre quiere que te hagas abogada. Yo te podría meter en el bufete y podrías vivir incluso en Soho.

-Pero a mí no me gusta derecho -dije tratando de calmar mi ofuscamiento. ¿desde cuándo mi padre me ha impuesto algo en la vida? Era esta mujer la que quería convertirme en lo que ella jamás pudo ser-. Podría ganar el mismo dinero si trabajase con ordenadores. Como mamá.

-Pero mamá no está aquí -murmuró mi padre tratando de mantenerse lo más alejado de esta conversación, mirándome por unos instantes a los ojos-. Priscila te puede dar un futuro seguro, deberías aprovecharlo.

Una vez esa tortuosa cena concluyó, me levanté, lavé los platos y me encerré en mi habitación con toda la serenidad que pude encontrar. Me senté en mi escritorio, y mientras trasteaba con los programas, puse «Gimme! Gimme! Gimme!» Por ABBA. Debía admitir que aquella canción me relajaba siempre, era como una oda a la esperanza. Y no lo digo por las plegarias de una persona para que le den un hombre después de medianoche, sino por lo que me inspiraba.

Y que ironía, que a las doce y media en la madrugada, mi padre llamó y asomó la cabeza por la puerta de mi habitación.

-Habana, hay alguien que pregunta por ti -dijo mi padre como si hubiese cometido un pecado-. Un hombre.

Ahora ya lo entendí. Se pensaba que había un maromo buscando mi amor por las noches.

Asentí y nada más se alejó, comencé a vestirme, ya que podía ser Tristan que venía a informarme sobre la situación de Valkyrie; incluso podría venir a disculparse en medio de una crisis existencial.

Una vez salí del piso, me topé de bruces con un armario empotrado. Aquel hombre (seguramente unos diez años mayor que yo) tenía el pelo rubio, y los ojos más verdes que jamás hubiese visto. Su expresión era entre tranquila, angustiada y aterrorizada.

-¿Habana Malwari? -dijo el hombre. Nadie me llamaba Malwari, nadie más que JB y Tristan. Al ver que yo no respondía, y además tomaba una posición defensiva, trató de continuar sin tartamudear-. Se lo que has conseguido. Necesito que vengas conmigo, por favor. Tiene que ser ahora.

Killer QueenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora