Poesias dedicadas a mi islita caribeña. Me siento muy orgullosa de mi raza antillana.
Puerto Rico es una isla pequeña pero grande en espíritu y amor. Es un pedazo de cielo que el creador nos regalo.
Recogiendo caracolas en Punta Santiago de Humacao, encontré un recuerdo en forma de caracol.
Crei ver su figura por un momento, bañándose en sus playas disfrutando de el calor, sediento de pasión.
Lo observé por largo rato. No podía creer que después de tanto tiempo iba a encontrarlo de nuevo.
Me senté en mi hamaca bordada de ensueños y perlas. Me meci con el viento fresco que acaricio mi cuerpo y rozó mis labios.
¡La mañana me sonrió! ¡Estaba cargada de espumas y promesas de ilusión! Aromas a madreselvas y orquideas brotaban de su perpiración.
¡Que hermosa tierra! Pensé que era la más bella. La imaginé como una impresionante doncella que corre en corceles de arena buscando su bienquerencia.
Las olas bailaban a un ritmo lento de una vieja danza puertorriqueña. Las piedras aplaudían el talento de las olas para el baile caribeño.
Bellos ojos de Juan Morel Campos. ¡Esa danza me hace llorar y temblar de emoción cada vez que la escucho al piano!
Moje mis pies en sus aguas cálidas que invitaban al amor. Sus aguas eran blancas cristalinas y de color turquesa. ¡Que impresionante visión!
En esta playa, un angel olvido sus alas después que se bañó en sus aguas lleno de emoción. Se enamoró de su belleza paradisíaca y se quedó.
Son estas playas, un romance en prosa. un beso al sol y la luna, un vals a la aurora, un cántico hermoso al mismo Dios.
Un niño entusiasmado jugando con una bola de playa me saca de mi ensimismamiento. Corre y atraviesa mi cuerpo. No se da cuenta de mi presencia. ¡Solo estoy ahí en pensamiento!
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