06.

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El pelo de Jack era una pura fantasía. Lo tenía de un color castaño claro, y un poco rubio en las puntas. Todo su pelo era una lana de rizos, rizos y más rizos. No sabía si estaba hecho aposta o eran naturales—cosa que no lo parecía, ya que estaban demasiado rizados—, pero me había enamorado completamente. Era como un plato de noodles.

Lo segundo que me enamoró de Jack fue su estilo. Sin duda, nunca había visto a un chico vestir así de bien y creo que no veré a ninguno más vestir mejor que él. Llevaba unas zapatillas que tenían pinta de ser carísimas que eran del mismo color que su pantalón vaquero—gris oscuro—, y por arriba llevaba puesta una sudadera negra y encima de esta una chaqueta vaquera con una cadena. Al menos eso era todo lo que llegaba a ver a sus espaldas.

—¿Eres de España?—me preguntó Jack, mientras seguíamos atravesando el pasillo casi corriendo. ¿Por qué tendrá tanta prisa?

—Esto... Sí. ¿Cómo lo sabes?

—Por tu nombre—se dio la vuelta para mirarme y me sonrió—. También se te nota en el acento.

Me sonrojé justo cuando el se dio la vuelta y siguió andando. ¿Cómo narices no se me había ocurrido? Seré estúpida.

—Ah. Eh... ¿A dónde estamos yendo?

—Pues a enseñarte el instituto—se dio la vuelta para mirarme y se quedó caminando dado la vuelta durante unos segundos, mirándome con una sonrisa en la cara.

Llevaba unas gafas de pasta fina y dorada, que le hacían más grandes sus ojos marrones. También me di cuenta de que tenía un piercing en la nariz, un pendiente com forma rayo plateado en una oreja y en la otra tenía un simple aro plateado y un segundo agujero con una bolita plateada.

Era guapísimo. ¿Por qué no había gente así en España?

Bueno, Mateo era también guapísimo, pero no me compares con los tres pivones que me he encontrado hasta ahora.

Vale, olvidemos lo que acabo de decir. Mateo es mi novio. No debería de compararlo así.

Jack me miró con una sonrisa traviesa y siguió caminando/corriendo como si nada. ¿Qué narices está haciendo este chico? Le seguí el paso como pude y cuando llegamos a una puerta que era exactamente igual por la que había entrado, nos paramos. Mas bien, él se paró y yo casi me choco con su espalda.

—¿Dónde estamos?

—Es la segunda entrada. O salida, como quieras llamarla. Solo se pude salir por aquí cuando toque patio o cuando se hayan acabado las clases. Por la mañana se entra por la otra.—mientras me decía todo eso, había atravesado las puertas de cristal y se estaba alejando de mí—. Estamos en la parte de atrás del instituto.

Sujeté la puerta para poder oírle, quedándome ni fuera ni dentro del instituto.

Vi entonces como giraba y desaparecía por el muro más cercano que teníamos. Fruncí el ceño y sin atreverme a decir nada, esperé unos cuantos segundos más por si acaso. Para mí alivio, volvió a aparecer justo cuando iba a decidir llamarle. Cogía con su brazo derecho un enorme y usado skate, que miré con las dos cejas arqueadas.

—Qué chulo—dije como cumplido al ver el skate que llevaba. Lo cierto es que tenía cierto rollo, ya que por la parte de atrás había un collage de fotos sin sentido pero que todas juntas quedaban genial.

Las Reglas De Valeria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora