¿Cómo se hace para que te quieran?

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Llegaba siempre tarde

y cogía el último bus.

Entonces, él entraba

con sus carpetas,

el pelo hacia atrás y

miles de lunares por todo

el cuello.

Yo ya sabía que jamás

serían míos ni ellos,

ni él.

Y me escocía un poco,

pero sólo podía mirarle

desde casi el final

y calmar así flojito,

todos los terremotos que dejaba dentro de mí

al pasar.

Luego bajaba.

Bajaba y ya está.

Y se iba otro día más

en el que le echaría de menos. 

Él se iba dejando allí a la chica del final entre todos esos escombros; que no eran más que su amor destruido.

LunaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora