VII

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Heath me deja en casa. Los dos estamos agotados. Me ofrezco a dejarlo pasar la noche, pero tiene que trabajar mañana y el viaje hasta el trabajo es terrible.

Tendría que salir de Brettsville tres horas antes para evitar el tráfico.

Después de darnos un beso de despedida, voy a mi habitación y me dejo caer en mi cama con un suspiro feliz. Una aventura de dos noches es mejor que una. Tal vez esto se convierta en una cosa habitual entre nosotros.

Estoy acostada en la cama, a punto de quedarme dormida, cuando mi computadora suena. Reconozco el sonido chirriante como el de un mensaje de Twitter. La única persona que me envía mensajes privados en Twitter es Heath, pero sólo se fue hace media hora y tarda una hora en regresar al condado de San Pedro, por lo que aún estaría en la autopista.

Hago clic en el icono para abrir la aplicación. Cuando abro el mensaje, inmediatamente aparece una imagen. Es de la cuenta de Heath, pero la foto no es de él. Es de la chica latina que estaba esta noche en el bar.

En la foto está lanzando un beso a la cámara frente a la barra. Corbin está en el fondo sirviendo a alguien una bebida. Sé que es de esta noche porque reconozco a varias personas que estaban allí.

Otro mensaje aparece justo después del primero. Dice: Mira quién lo consiguió al final. Está desesperado por follarme. Ten una buena noche. Sé que yo lo haré.

Tengo que sentarme porque si no lo hago, podría vomitar. Mi respiración empieza a volverse errática y todo sentido de la razón sale por la ventana. Mi corazón golpea tan ferozmente en mi caja torácica que puedo sentirlo pulsando en la parte de atrás de mis ojos, hasta el punto donde mi visión se hace borrosa. Comienzo a pulsar el teclado de mi computadora.

Yo: Disfrutas ser plato de segunda mesa, perra.

Miro hacia arriba de la cegadora pantalla de mi computadora y observo a la pared. Regresó. Y ahora está con ella. Soy tan estúpida. Realmente le creí cuando dijo que tenía que trabajar al día siguiente.

Estoy temblando de rabia y no pensando con claridad cuando cojo mi teléfono y marco su número.

Él no contesta. Intento una segunda vez y nuevamente se va al correo de voz. La tercera vez que marco, decido dejar un mensaje. Pero en lugar de ir al correo de voz, alguien contesta.

—¿Hola? —dice la sensual voz de una mujer en el otro extremo de la línea.

—Pon a Heath al teléfono. —Mi rabia le da a mi voz un tono afilado.

La mujer hace risitas, sonidos de puchero de bebé en el otro extremo antes de decir:

—Lo siento, Heath no puede hablar en este momento. Su boca está un poco ocupada.

Cuelgo y tiro mi teléfono a través de la habitación. Se rompe en pedazos. Estoy demasiado enojada para que me importe.

¿Cómo pudo estar conmigo y luego ir directamente con otra? ¿Habían estado flirteando mientras yo estaba allí todo ese tiempo en el bar y no lo noté? ¿Él me folló en esa oficina sólo para sacarme y así poder enviarme a casa?

Las preguntas se disparan por mi cabeza en fragmentos giratorios como escombros durante un huracán. No puedo mantener ninguno de mis pensamientos claros. Son preguntas que solo Heath puede responder, pero aparentemente su boca está demasiado ocupada para extenderme esa cortesía.

Una lágrima cae por mi mejilla. La aparto en un movimiento brusco. Entonces vienen más lágrimas. Hay demasiadas para apartarlas, así que las dejo caer. Gran cosa. No es como si hubiera alguien aquí para ver lo patética que soy por llorar por alguien que acabo de conocer. Así que solo dejé que sucediera; sollozos devastadores, feo llanto, nariz mocosa y todo.

***

A la mañana siguiente, me arrastro fuera de la cama y voy al trabajo. Mi cara está hinchada de llorar toda la noche y mis ojos arden. No me molesté en cambiarme los pantalones de chándal en los que dormí. Sin maquillaje, pelo sin lavar. Soy toda una visión.

Soy como un zombi, apenas hablando con la gente, haciendo los movimientos mecánicamente, animados por la memoria muscular.

Todo el día Stephanie me pregunta qué está mal y no le digo nada, simplemente no me siento bien. Ella me conoce mejor que eso y no lo deja ir.

Así que finalmente, durante nuestra hora de almuerzo, me desmorono y le cuento todo.

Nos sentamos contra la pared en el baño de mujeres bajo una hilera de lavamanos. Trabajamos en una oficina llena de hombres por lo que hay mucha privacidad ahí.

—Qué pendejo —dice ella—. Deberías haberme llamado. Yo habría ido a ese bar y golpeado el culo de esa perra. Todavía llevo mi palo de hockey en el maletero de mi coche.

Quiero sonreír, pero mi rostro permanece con el mismo vacío miserable que ha tenido todo el día.

—Es por eso que no te lo dije. —Sacudo la cabeza, incapaz de hacerme a la idea de toda esa situación—. Puedo verlo ir a un bar y tener relaciones sexuales con esa mujer después que lo hizo conmigo.

Algunos chicos están más que dispuestos a este tipo de juegos. Es joven y caliente y... lo que sea. Pero él no me parece el tipo de hombre que dejaría que una chica al azar en un bar use su teléfono para atormentar a otra chica con la que se está acostando.

¿Porque él haría eso?

Ese tipo de comportamiento le va a dar una mala reputación con las mujeres, y eso no va a conseguirle que pueda follar mujeres. Ninguna chica va a tolerar ser acosada por su otra chica no importa que tan buenos sean los orgasmos.

Stephanie me da unas palmadas en el hombro.

—Tal vez él quiere dos mujeres peleándose por él. Los hombres pueden ser unos gilipollas que piensan de esa forma.

Moqueo y me limpio la nariz con el trozo de papel higiénico que tengo en las manos.

—Bueno, eso no va a suceder. Si la quiere a ella, puede tenerla, pero yo no voy a esperar por mi turno.

Ella suspira.

—Las cosas van a mejorar. Confía en mí. He pasado por esta misma mierda un millón de veces. Lo que necesitas es una distracción. Tal vez necesites una noche con el conserje más que yo. O tal vez podamos compartir. —La miro de lado—. Era solo una idea —dice.

—No creo que vaya a la fiesta de navidad esta noche —digo—. No estoy de humor.

—No, no te vas a escapar de esta. Sabes que Hank nunca dejará que eso suceda. Él te va a perseguir y a empujar su alegría navideña tan dentro de tu garganta que te asfixiarás con ella —dice.

Esto es verdad. Mi jefe nunca permite a nadie escaparse de asistir a sus celebraciones anuales de Navidad. El hombre está loco, drogado en espíritu navideño y alegría. Una vez incluso llegó a mi apartamento cuando me estaba recuperando de un virus estomacal y me arrastró a la fiesta. Casi todos los que asistieron terminaron llamando enfermos al día siguiente porque estaban vomitando hasta las tripas.

—Tienes razón —digo—. Una distracción me ayudará. Incluso si es en forma de villancicos cantando fuera de tono y galletas rancias de azúcar.

—Alguien le pone licor al rompope de escondidas, así que sabes que pasaremos un buen momento —dice Stephanie.

—Está bien. Iré.

Déjame (seré el primero y el ultimo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora