VI

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Me quedo mirando como los copos de nieve caen en la luz amarilla del porche como polillas. No es exactamente un clima para minifaldas y tacones. Quiero verme sexy, pero eso no va a pasar si me deslizo y caigo de culo.

Un vestido esta fuera de cuestión, entonces voy por mis vaqueros más apretados —no tan apretados que él tendría un momento difícil tratando de sacármelos al final de la cita—, y un suéter con un corte tan bajo en el frente que él estará aguantando la respiración cuando lo vea, esperando un deslizamiento.

Las botas son desafortunadas pero al menos son lindas. Una vez que mi maquillaje está listo y mi cabello rizado, limpio el desorden en mi apartamento y quito todo lo que podría ser embarazoso.

Como mi colección de muñecas de porcelana que he tenido desde que tenía seis años, y las muñecas que mi abuela hizo para mí. Lo siento abuela, pero no quiero nada en este apartamento que le recuerde personas mayores a Heath.

Toca la puerta exactamente una hora después que dijo que iba a estar aquí. Es puntual. Eso es definitivamente un punto para él. Tomo aliento, cuadro mis hombros y abro la puerta.

El olor de la nieve y su colonia dan en mi cara, es afrodisiaco que me tiene preocupada por el bienestar de Heath.

Quiero saltar sobre él. Comérmelo vivo. Se ve tan bien en su abrigo y bufanda, su cara bien afeitada, el cabello hacia atrás, puesto sin esfuerzo. Su sonrisa hace cosas en mi estómago, dejándome sin aliento.

—¿Te importa si entro por un minuto? —pregunta.

—Oh sí, claro —digo, tropezando con mis palabras. ¿Por qué no pensé en eso? Debí haberlo invitado a pasar. Genial, voy a ser una neurótica idiota toda la noche.

—¿Estás bien? —pregunta, con una sonrisa jugando en sus labios—. Te ves un poco nerviosa.

Mierda.

—¿Nerviosa? No. ¿Por qué estaría nerviosa? No es como si no nos hubiésemos visto antes. —El temblor en mi voz me delata.

No dice nada, solo se ríe y sacude su cabeza.

—Um, ¿Quieres algo de beber; café, jugo, agua? —El plano abierto de mi piso me da una vista directa a la cocina y una razón para darle la espalda y poner mis emociones bajo control.

—No, gracias. Estoy bien. —Su voz es juguetona, suave. Solo ese sonido es suficiente para que mis rodillas sientan como que no pueden sostener su peso—. ¿Qué tal un recorrido? —dice.

¿Un recorrido?

Gracias a Dios que limpie todas las habitaciones antes de que el apareciera.

—Claro —digo—. Bueno, ya has visto la cocina y la sala de estar. —Siento como mis mejillas se calientan.

Nunca había estado tan avergonzada sobre mi pequeño apartamento hasta este momento. Antes siempre había estado muy orgullosa de él. Conseguí mi arrendamiento cuanto tenia dieciocho años sin ninguna ayuda de mis padres y lo he hecho mío. Es acogedor y se siente como en casa.

O al menos hasta que él da un paso en la habitación. Es como si tener a alguien tan lindo y perfecto en mi pequeño espacio lo ha contaminado de alguna manera.

Todo es aburrido e inadecuado en comparación con él.

—Este es el baño —digo.

Se aprieta en el diminuto espacio y va directamente a la bañera, mirando detrás de la cortina.

—Estrecho, para dos personas.

Soy incapaz de contener la sonrisa que se está formándose en mi cara.

Déjame (seré el primero y el ultimo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora