Cuarta Fractura

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Él

Todo empezó con él. ¿Por qué el destino no quiso que también se terminara todo con él?

Era tan injusto.

Desde que había mandado todo a la mierda y había cortado su extraña relación — por llamarlo de alguna manera—, todo se había vuelto gris, opaco y monótono.

La universidad.
Su familia.
Su propia vida.

Pero no iba a negar que lo que hizo había sido más que necesario. Tenía ser sincero consigo mismo y admitir que todo lo que había pasado entre Katakuri y él había sido un error, un grandísimo (aunque adictivo) error.

Aún así, las dudas lo corroían. ¿Por qué tenía que sufrir él si había hecho lo correcto? ¿Por qué no podía parar de pensar en él, por qué sus manos no paraban de temblar al recordar todo lo que habían pasado juntos durante aquellos cuatro años? Por todos los dioses —si es que realmente existían—, ¡ni siquiera se reconocía al mirarse en el espejo!

¿Qué demonios había hecho Charlotte Katakuri con él?

Así se sucedieron días, semanas y meses, en lo que Ichiji aprendía a sanarse a si mismo y a levantarse tras su tremendo tropiezo — el cual tenía nombre propio, que era mejor no mencionar por el bien de su estado mental, por lo cual todos los que c...

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Así se sucedieron días, semanas y meses, en lo que Ichiji aprendía a sanarse a si mismo y a levantarse tras su tremendo tropiezo — el cual tenía nombre propio, que era mejor no mencionar por el bien de su estado mental, por lo cual todos los que conocían la historia de Ichiji lo denominaban Él—; siendo totalmente francos, era una recuperación muy lenta, pero el pelirrojo sabía, muy dentro de su pecho, que valdría la pena el resultado.

De todas formas, tanto Sanji como Reiju (las únicas dos personas que sabían lo que había pasado con el pelirrojo) notaron el cambio: pasaron de tener a un depresivo y tembloroso Ichiji, al pelirrojo tocapelotas y de humor sarcástico que todos conocían.
Y, aunque no sabían el motivo de su anterior estado —que, más o menos, lo intuían—, se alegraban de que hubiera podido salir de ese estado tan sombrío.

De mientras, en la universidad también había podido estabilizarse e ir al ritmo de antes, deshaciéndose del deprimente estudiante que dejaba todo para el final, incapaz de pensar en otra cosa que no fuera el pasado, cosa que se reflejó en la bajada monumental de su media en las notas de los exámenes.

Pero todo volvía a estar donde debía estar, aunque fuese poco a poco.
Ahora Ichiji sí disfrutaba del tiempo con sus compañeros, con  sus amigos y sus hermanos, en vez de pasarse todo el día encerrado en su cuarto, metido entre las sábanas, hecho un ovillo tembloroso; ahora Ichiji sí hacia planes de futuro que verdaderamente tenían un claro y buen final, alejándose de los futuros inciertos con un horizonte borroso.

Ichiji ahora sí vivía realmente su vida tal y como debería haberla vivido desde el principio...

Pero todos tenemos momentos de debilidad, aunque no lo creamos o nos demos cuenta, que pueden pasar desapercibidos o destruir ese castillo aparentemente inexpugnable que con tanto esfuerzo hemos construido en lo más profundo de nuestro corazón, protegiendo todo aquello que sabemos que es sensible en nosotros...

E Ichiji no iba a ser menos.

Todo en aquel día parecía normal

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Todo en aquel día parecía normal.
Ichiji terminaba la última hora que lo separaba del descanso para comer y contemplaba la pizarra, atento al profesor de economía financiera.
Cuando el timbre sonó, él fue uno de los últimos en salir ya que se entretuvo en apuntar los trabajos y actividades que el señor Queen le habían mandado.
Una vez fuera, se encaminó por el pasillo, directo a la cafetería mientras leía un libro que le habían prestado de una autora poco conocida... cuando sucedió.

Una chica, a su espalda, lo nombró a Él, haciendo que se detuviera en seco y se diera media vuelta para mirar a la muchacha que leía una revista junto a su amiga.
Sin ser apenas consciente de lo que hacía, se acercó a ellas, llamando su atención.
–No he podido evitar escuchar que estábais hablando sobre... Charlotte Katakuri- les dijo, sintiendo esa quemazón que aún arañaba algo dentro de su pecho al decir su nombre en alto–. ¿Puedo preguntar qué ha pasado?
–¿Cómo no has podido enterarte? Es la noticia tendencia de toda la semana- comentó la chica que tenía la revista entre sus manos, antes de tendérsela. El pelirrojo, arqueó ambas cejas mientras cogía la revista y le echaba un ojo a la noticia de primera plana.

Cuando su cerebro analizó y procesó lo que sus ojos veían y leían... se quedó congelado:

«Bombazo. El matrimonio entre el empresario Charlotte Katakuri y la modista Stussy se va a pique. La modista pierde el juicio tras el divorcio en la lucha por conseguir la mitad de los bienes»

En la portada se podía ver una foto de Katakuri y su (ex) esposa, tomada, seguramente, por algún paparazzi curioso, a las puertas de los Juzgados.
A Ichiji el corazón le dio un vuelco al fijarse en la postura relativamente relajada y distante de Katakuri.

Hace tanto tiempo que no lo veía, pero... Solo una pregunta se alzó, de entre todas las demás, dentro de su agitada mente:

»¿Qué es lo que has hecho ahora, Charlotte Katakuri?

Heartbreaker Donde viven las historias. Descúbrelo ahora