Acto I

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Comodidad, fortuna, fama; eran una serie de palabras que las personas promedio anhelaban pero no pasaban más allá de ser un sueño perfecto que era imposible de alcanzar con los dedos, excepto para él, quien después de muchos años de servicio en televisión, había conseguido lo que muchos, a su edad, desearían con tanto fervor que cambiarían su alma por un día lleno de sus lujos.

Por lo mismo es que resulta curioso su pensamiento, a pesar de vivir en el departamento de sus sueños, en la gran manzana, donde sus programas también era una sensación y su rostro era una cara conocida a ciertos grados, no se sentía completamente satisfecho. Algo faltaba, una cosa, una esencia, una entidad física o sentimental; no era capaz de definir la ausencia, como tampoco podría darle una forma a lo que necesitaba para rellenar ese hueco vacío que comenzaba a perforar su cabeza de manera constante. Quería respuestas, pero tampoco poseía preguntas que le ayudasen a llegar a ella.

Jaqueca, es lo único que responde a sus enigmas, y a pesar de que no era un consuelo que fuera lo único que obtendría de ellas, era una excusa para dejarse de preocupar, temporalmente, de sus cuestiones filosóficas. Era una estrella de televisión resplandeciente, no debería estarse preguntando qué es lo que necesita cuando siempre puede tener lo que quiere, menos en su caso, cuando ya había dado todo para llegar a ese punto como para dejarlo solo por estúpidos pensamientos confundidos, los cuales, eran incapaces de resolver el laberinto que solo aumentaba su malestar fisiológico.

Extingue las luces del lujoso departamento, las cortinas ligeramente gruesas se arrastran en silencio para hacer más espeso la niebla lóbrega de sus pensamientos, y sus pasos son los únicos ecos que se permite escuchar con tal de que estos lo guíen a una solución rápida; amaba las cosas al momento, el tener dudas lo detenía del éxito que deseaba seguir consumiendo hasta agotar su existencia, como ahora. No es de extrañar que a pesar de la leve oscuridad, sabe ubicarse perfectamente por el lugar, ya que ha estado conviviendo con las sombras después de que las luces de la ciudad lo agotaran. Sus manos son un claro ejemplo del talento que ha desarrollado, puesto han abierto uno de los gabinetes de madera ubicados sobre su cabeza sin ninguna dificultad, permitiendo así la curiosidad de sus dedos al tocar distintas botellas, las cuales, juraba y demostraba conocer por su textura; es así como ha escogido una botella de regalo, la cual no se había dado la molestia de conocer, por algún motivo que ya ha olvidado.

Lo cogió con delicadeza, procurando que no se le resbalara, no deseaba tener algún accidente en su rostro o bajo sus pies; cuando es capaz de tenerlo consigo, arrullado de alguna manera en su brazo derecho, trata de forzar la vista para ver la etiqueta que presumía la botella, quien parecía hacerse uno con ayuda de su entorno. "Fernet", es un nombre peculiar, uno que saborea constantemente en su paladar, como si tratara de masticar la respuesta para poder contestarse, mas es algo fallido. Testarudo a fracasar, ha deslizado con la mano libre su celular de sus pantaloncillos, escribiendo el mismo nombre que le reclamaba la ignorancia sobre las bebidas. No es de su agrado el resultado, no por su procedencia, sino por los recuerdos que conllevan a ello.

«Enojarse saca arrugas» comenzó esa vocecilla mental, por supuesto, la que no era la voz de su razón. Aunque dudaba que exista alguna desde que se volvió anfitrión.

Decide dejar de lado sus diferencias, en realidad, está decidido en abandonar a su consciente para conseguir la paz que tanto ha estado anhelando desde que su instalación en New York comenzó a volverse una monotonía.

MelancholyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora