Acto II

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Han pasado apenas 20 minutos desde que la botella llegó a su fin, inclusive, su bebida se había transformado en un proyectil que trató, estúpidamente, de golpear a un edificio que juro se estaba moviendo (siendo este en realidad un árbol que se sacudía por el viento); errático, solo pudo tirarse en el suelo de su balcón, cubriendo sus ojos con el antebrazo izquierdo mientras se recordaba que llorar era para aquellos que no sabían lo que querían. No paso siquiera 10 segundos de ese pensamiento cuando sus lágrimas comenzaron a salir, desconsoladas. ¿Por qué estaba haciendo una escena tan dramática? Ni siquiera en cámara lucía así cuando debía fingir emoción alguna.

Estaba molesto, horriblemente molesto, desolado, triste...o eso trataba de creer, no puede hablar mucho de cómo se siente, si antes de ese desastre, nunca se cuestionó cuáles eran sus emociones reales; era patético, de eso sí estaba seguro, lloriqueando como un niño que necesitaba un abrazo, gesto que no le llegaría. Sería una cara popular, amada, odiada, lo que sea, pero al final, solo estaba solo, con su estúpido rostro que nunca logró hacer un amigo real.

Amigo...

Su cuerpo se sobresaltó, tratando de pararse de un salto que solo lo lleva golpearse la cabeza, dolor que ignoró de inmediato en su segundo intento, consiguiendo apenas ponerse de rodillas. Tembloroso, trata de una manera abrupta de volver a tener su celular en sus manos, desesperado de no encontrarlo hasta que la segunda oleada de cordura lo abofeteó, ¡lo había tirado al suelo después de que se cayera! Observó a todos lados, desesperado, hasta que sus ojos brillosos por el llanto pudieron enfocarse en una pequeño artefacto que parecía seguir desbloqueado, reproduciendo los vídeos de sus viejos éxitos.

A gatas se va tras de él, lanzándose como última instancia cuando, en su borrachera, le da la sensación de que escapará como un escurridizo animal. Apenas lo siente sobre sus palmas, las lágrimas lo vuelven a inundar, por lo cual lucha con su vista inundada para buscar el único contacto que ha guardado con nombre, e incluso, que se encuentra fijado en sus contactos de emergencia.

Ya no recordaba bien porque estaba ahí, solo que desde que lo colocó, nunca se deshizo de esa acción.

Cuando estuvo frente al número, sintió que la respiración se le cortó.

¿Aún había tiempo para eso?

MelancholyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora