Prólogo

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No había nada. Todo estaba oscuro. Desde todos los lados lo único que reinaba es el vacío, infinito y frío. Así se mantuvo por un largo tiempo hasta que apareció un pequeño resplandor.

Poco a poco este se transformaba en una silueta pequeña. Era un niño. Su cuerpo estaba formándose y la luz que lo cubría cada vez se apagaba. Finalmente, la luz cesó y el niño yacía en medio del vacío, flotando sin rumbo alguno. Después de un rato despertó, pero no veía nada más que el color negro. Movió la vista en todas las direcciones y seguía viendo lo mismo. Preocupado por lo que veía, pensó que estaba solo en medio de todo el espacio oscuro. En un intento de saber algo movió sus labios, produciéndose unas palabras:

- ¿Hay alguien? -preguntó el niño.

Nadie contestó. El niño siguió repitiendo la misma pregunta por un largo rato hasta que sintió que nadie respondería y era en vano seguir haciendo lo mismo. Con toda la esperanza pérdida, el niño cerró sus ojos.

-Estoy aquí- respondió una voz grave que provenía de todos los lados.

El niño abre sus ojos, pero no ve nada diferente. Se cuestiona donde salió esa voz, si lo único que observa es lo oscuro. Decidido a saber más, empieza a lanzar más preguntas hacia el vacío.

- ¿Dónde estás? No te puedo ver en ninguna parte. ¿Quién eres? ¿Qué es este lugar? ¿Qué hago aquí? Quiero saber qué sucede.

No tardo tanto en responder aquella voz grave a las interrogantes del niño.

- Estoy en todos los lados. Soy aquello negro que ves en todo el espacio. Todo el vacío es parte de mí. Tú justamente estás dentro de mí. ¿Qué haces aquí? Esa es una buena pregunta. Pues, simplemente te cree porque estoy cansado de estar solo.

- ¿Tú estabas solo? - replicó el niño.

- Sí, he pasado demasiado tiempo en la soledad. He vivido así en la oscuridad y como la oscuridad por años sin que supiera qué hacer. Sin embargo, he decidido poner fin a esto y empezar a explorar lo que tengo.

- ¿Qué tienes? - preguntó el niño.

- Un poder, o más bien, un don. Algo particular de mí que ya estaba en mi existencia, pero que no le di importancia de usarlo hasta este momento. Con este don, te cree y te forme según mi propia imaginación podría hacer.

- ¿Por qué me creaste?

- Tengo mis motivos. Uno ya lo mencioné. El otro está relacionado. Quiero que me acompañes en lo próximo que quiero hacer. Quiero que tanto tú como yo seamos testigos de algo nuevo.

- ¿Qué harás?

- Voy a cambiar todo esto para que nunca más este vacío, sino lleno de muchas cosas. Presta atención y fíjate en el punto que haré aparecer.

De pronto, se apareció otro resplandor parecido al de aquel donde el niño nació, solo que esta vez la luz era de mayor magnitud y se estaba expandiendo rápidamente. Después de eso, todo el espacio estaba cubierto de luz. Se mantuvo así por un momento hasta que cesó. Lo que sucedió posteriormente fue algo indescriptible. Millones de luces aparecieron. De diferentes formas y de diferentes tamaños estaban presentes por cualquier lado. El color negro ya no predominaba, en cambio, ahora se manifestaban colores nunca vistos en las luces dando otra sensación. Se sentía vivo. Se sentía cálido. Se sentía alegría.

- ¿Qué es todo esto? – dice el niño.

- Esto se llama el Universo, un nuevo lugar donde podemos vivir- respondió la voz.

- ¿Viviremos aquí? ¿Qué haremos a partir de ahora?

- Me agrada que preguntes. Primero, sí viviremos aquí. Segundo, definiremos todo esto. Como ves, todo está desordenado, pero con el tiempo cada cosa estará en su lugar. Me gustaría que me ayudes en esta etapa. ¿Qué dices? No me gusta la idea de hacerlo todo solo.

- Te ayudaré. Quiero observar todo lo que tu hagas. Quiero presenciar tu don. Me gusta tu idea de cambiar el lugar vacío por uno lleno. Pero, ¿solamente seremos los únicos que hagan esto?

- Descuida, habrá más como tú que nos acompañaran en los siguientes días. Poco a poco vendrán más. Así que quiero que tu seas el que los guíe para que tengan toda la ayuda y tengan un ejemplo a seguir. Tú eres el primero de muchos. Serás el que estará a cargo de todo cuando no me encuentre presente en algunas ocasiones. Tu nacimiento y el de este mundo siempre marcarán como el inicio de todo. ¿Puedo confiar plenamente en ti?

- Sí, daré mi mayor esfuerzo por ti. Siempre te ayudaré. Haré que te sientas feliz. Gracias por crearme y por ser parte de tus creaciones.

- Me alegra escuchar eso. Por cierto, aún no te doy un nombre.

- ¿Un nombre? ¿Qué es eso?

- Es lo que te define entre otras cosas. Ya tengo uno. En honor al nacimiento del universo, a una nueva etapa y al ser portador de la primera luz, te nombro a ti: Lucifer. Eres mi primer hijo. Yo soy tu padre y me llamo Dios. Seremos familia. Y sin más que decir, empecemos, hijo.

-Sí, padre. Emprendamos este nuevo camino.

La primera guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora