[ Archivo Cazador: Uldrich Beillschmith ]

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Revisó atentamente el informe del Mensajero. Los avances Insurgentes eran un problema gravísimo. Suspiró dejándolos a un lado.

Estaba cansado.

El rubio jugueteó con el lápiz un segundo y luego volvió a mirar su block de dibujo.

Trazos habilidosos y rápidos. Dibujaba con talento, desde muy pequeño había trabajado su habilidad. El arte era una pasión a la cual el Cazador se habría avocado en su totalidad si no hubiese sido por la profesión familiar.

Cazadores de la Corporación.

Su hermana había tenido mejor suerte. Ella había estudiado Derecho, ahora era abogada de la Corporación, y su otro hermano, el mayor, era un científico para la misma organización. Le había tocado a él la soledad y la posibilidad diaria de muerte y abandono.

Terminó el dibujo y sonrió. Rostros, le encantaba dibujar personas, animales, lo que fuese. Lo retenía con perfecta memoria en su mente y luego lo plasmaba en el papel como si una foto se tratase al final.

Una habilidad nata que había desarrollado por su cerrada infancia.

Cerró el block, guardó los lapices, y colocó todo eso en un cajón de su escritorio. Miró la hora, eran las cinco de la madrugada.

Se levantó ordenando los papeles y se fue a bañar. No tardó en vestirse con su traje de cazador y cepillar su cabello dorado como el trigo. Sus ojos se estrellaron con su propia mirada en el espejo.

Los iris morados eran destacados por unas marcadas ojeras bajo los ojos y su piel pálida.

- Rutina - Salió de su habitación exasperado con la propia existencia. La misma gente, los mismos trabajos. Y la misma monotonía en la que se veía encerrado desde hace un mes, porque el equipo al que pertenecía había salido grave de la ultima misión y aun no los dejaban salir.

Y mientras tanto los Insurgentes haciendo lo que querían afuera.

No sentía emociones, estaba vacío, lo reflejaba en sus dibujos y pinturas. ¿Es que no había nada que lo hiciese sentir vivo otra vez? No, era demasiada presión.

Difícilmente se parecía en algo a sus compañeros.

Cazador, artista, misógino.

Y una diferencia de gustos notable.

En especial con referencia a las parejas.

Suspiró bajando las escaleras y cruzó la sala, saludando a algunos de sus compañeros que conocía de rostro. Había dibujado a muchas de esas personas, pero no tenían rasgos interesantes, y sus miradas mucho menos.

Entró al comedor y preparó su desayuno, se quedó una hora tras terminar de comer, haciendo algunos dibujos en su libreta y reflexionando sobre si mismo, y su estado de ánimo.

De repente sintió una pesada mano caer sobre su hombro.

Saltó en el asiento y se giró con velocidad atrapando al desconocido y derribándolo con un sólo brazo.

Después reaccionó.

Su compañero, Rudolf, yacía bajo el, riendo un poco.

- ¡Cielos, tu cara! - Uldrich frunció el ceño y se levantó. Odiaba con todas sus fuerzas esas malditas bromas del joven.

Dolf se levantó, ordenando sus cabellos castaños.

- No me mates, tengo noticias - Dijo. El rubio se sentó otra vez, volviendo al dibujo que estaba haciendo de un pajarito que había visto por la ventana esa mañana.

Insurgentes y Cazadores- Archivos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora