Pequeño príncipe
—P-Papá ¿qué haces...?
Dijo el joven, el señor estaba a un punto muy fuerte de embriaguez. Pasaba sus grandes manos por el débil cuerpo de Rusia, retiró su camisa rayada la cual le quedaba solo un poco grande.
—Papá no te hará daño, mi amor...—Arrastraba las palabras inconscientemente, pero sabía perfectamente su cometido.
Acarició sus pezones con suavidad, sentía cómo se ponían duros de manera muy lenta, tomó su espalda y comenzó a acariciarlos ahora con la punta de su lengua.
Se sentía en el paraíso al saborear al pequeño, de poder tocarlo como se le antojara. Sentir su excitante respiración, su suave voz negándose, pero sus acciones mostrando lo contrario.
De repente USSR despertó de ese turbio sueño, miraba hacia la nada. No podía creerlo, ¿cómo podría soñar cosas tan sucias sobre su hijo? y no era lo peor...
...Le había gustado.
Sentía algo extraño entre las sábanas, las levantó dejando ver su gran erección, que era cubierta por sus bóxers y pijama, lo cual dolía un poco. Se sentó en la cama para solucionarlo.
Estoy muy viejo para tener sueños húmedos, pensó.
De todas maneras, se bajó los pantalones de una sola vez, dejándolos a la altura de sus tobillos. Con su mano derecha empezó a frotar su erección por encima de los bóxers. Pensaba en qué imaginar, tal vez mujeres o...podría buscar alguna revista.
De todas formas, lo único que se vino a su mente fue Rusia, la manera en que él lo miraba, su forma tanto sus piernas como cuello. Sus pequeñas manos, todo era absolutamente perfecto.
***
—¡Papá!
Rompió el silencio.
—Déjalo dormir.
Otra vez.
—Papi no quiere despertar, entonces...¡Pelea de cosquillas!
Antes de que los tres niños pudiesen hacer algo, USSR se levantó con fuerza y tomó algo sin distinguir qué era, sentándose y esperando a que el efecto pasara.
—Pá-... —vociferó uno los chicos, aparentemente algo nervioso por el fuerte agarre del mayor.
—Rusia, ¿Qué estabas haciendo? —dijo con bastante sueño— Y ustedes también.—Dijo entrecerrando los ojos.
A eso se le ocurrió una idea, le dijo a los niños que se fueran y cerraran la puerta, Bielorrusia antes de salir apretó el botoncito del seguro de la manija y cerró la puerta. El nórdico se moría del miedo.
—¿No iba con mis hermanos? se supone que te haríamos el desayuno.
—Lo sé, ahora mantente en silencio. —Dijo suavemente en su oído, el cual estaba tapado por unas de las orejas de la ushanka.