Capítulo 6

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"Mi queridísima Annie,

No puedes imaginar la alegría que me das con la noticia de tu compromiso. Archie es un muchacho estupendo, que no puede ni quiere ocultar que está enamorado. Sé que les espera una vida llena de felicidad.

Esta noticia me llega en el mejor momento. Albert sigue mejorando cada día que pasa y la tía Elroy también está fuera de peligro. La esperanza vuelve a abrirse paso en Lakewood, donde ahora el tema más sonado es el próximo anuncio de tu compromiso.

Annie, querida amiga, quiero hablarte de algo inesperado que ha ocurrido.

Ayer, luego de que se fuera el doctor, la tía Elroy me ha pedido que habláramos a solas. No habría podido imaginar que quería hablarme de Anthony. Parece que haber estado tan cerca de la muerte la hizo recordar a los que se han ido. Me confesó que mucho tiempo me culpó de aquella desgracia, que había descargado su dolor en mí, aunque el el fondo sabía que yo no era responsable. Que después, fue la vergüenza de haberme tratado injustamente la razón por la que era tan distante y fría conmigo. ¿Puedes creerlo? Hemos llorado juntas por nuestro querido Anthony.

No es lo único que ha cambiado tras las fiebres que azotaron Lakewood. Hay algo más que quisiera contarte, aunque no sé ni por donde comenzar.

Hubo un momento en que creí que la fatalidad me alcanzaría nuevamente y con eso he conocido el límite de mis fuerzas. No sé, no sé lo que habría sido de mí.

¿Sabes, Annie? Sólo ahora comienzo a sentirme parte de la familia Arldrey, pero no se debe al cambio que la tía Elroy ha tenido conmigo. Reconozco ahora la fuerza de un lazo que es muy anterior a lo que yo creía. Sin embargo, el anhelo de pertenecer y el temor al la pérdida se entrelazan de un modo que me ha dejado aturdida y llena de confusión.

He tenido que mirar dentro de mi corazón para entender lo que me pasa, pues las cosas que antes tenían un significado, ahora tienen otro muy distinto, más precioso si se puede decir...

Discúlpame si soy poco clara en lo que te estoy diciendo. Mi pecho se desborda de verdades recién comprendidas que quieren volcarse en el papel, pero lo demás sólo puedo contartelo en persona. Necesito tu consejo. Espero verte muy pronto.

Con todo mi cariño,

Candy."

+ o +

Soy un hombre joven y de constitución fuerte, así que salí del estado crítico antes que mi pobre tía. Por más que pedí a Candy que se diera un descanso, ella no se separó de la tía Elroy hasta saberla fuera de peligro. Supe que esto había ablandado el duro corazón de mi tía, cuando me habló sobre Candy, esta misma mañana.

-Es una chica muy dulce, Candy. Ahora entiendo por qué tus sobrinos la han querido tanto. Y tú... tú también, Albert, lo sé bien. Ella se merece todas las consideraciones que has tenido con ella. Me apena no haberlo comprendido antes.

Me tranquiliza saber que la tía tendrá buena disposición hacia Candy sin que yo deba pedírselo. Nadie que conozca un poco a Candy puede permanecer insensible a ella.

Mientras tanto, yo me siento como un león enjaulado. Además de las dos semanas que pasé en cama, llevo varios días sin salir de casa. Aunque ya me siento bastante bien, me ha pedido el doctor que lo tome con cuidado, que la recuperación total tardará todavía. Ha indicado una dieta sencilla, pues la digestión me quedará afectada por meses.

Por estas razones, he debido hacer muchas promesas a Candice, de caminar a paso tranquilo y no acalorarme en demasía, para convencerla de que demos un paseo.

A pesar de mis promesas, al llegar a la colina donde la vi por vez primera, me encuentro agitado. Pero no es por que el paseo haya sido un gran esfuerzo, sino porque es hora de hablar sobre el amor que siento por Candice.

Ella se recrea en la vista al valle y, sin mayor ceremonia, se sienta en la hierba, invitándome a hacer lo mismo. Me siento a su lado, más cerca de lo que siempre he acostumbrado, pero ella no dice nada sobre eso. En cambio, cierra sus ojos mientras gira su cara hacia el sol.

-No debo tomar mucho sol, o me saldrán más pecas, pero ya me hacía falta -dice, riendo. Me mira y se burla de mí- A tí también, Albert, ¡estás tan pálido!

Dejaré que piense que mi palidez se debe a que he pasado tanto tiempo en casa, no a que estoy inquieto por decirle algo que cambiará las cosas entre nosotros. Ahora le diré que la amo. Que no quiero que volvamos a separarnos jamás, que la quiero cerca todos los días de mi vida.

-Candice, quiero que sepas que... tienes todo el derecho de llamar a Lakewood tu hogar y me gustaría que así lo hicieras.

¡Cielos! He dicho algo muy distinto a lo que pretendía. No esperaba que me costara tanto hablar.

Ella me mira, intrigada, con sus preciosos ojos verdes.

-¿Qué quieres decir, Albert?

Sin querer, he empezado por el final, y me encuentro algo perdido. De alguna forma debo encarrilar esta conversación o acabaré hablándole de Puppet y Clint. Pero si me comporto como un chico diez años menor de lo que soy, es todo culpa de sus encantos.

-Quiero que consideres vivir en Lakewood definitivamente -digo después de una pausa incómoda.

Mi petición la deja intranquila y tarda un poco en contestar.

-En el Hogar de Pony necesitan mucho mi ayuda.

-Imagino que sí. Sólo que... en Lakewood también haces mucha falta -debo dejar de darle vueltas al asunto y decir lo que me quema por dentro-. A mí me haces mucha falta.

Ahí está. Al menos he logrado hablar de mí, de lo que siento por ella. Parece que empieza a entender a dónde quiero llegar y me deja seguir hablando.

-¿Recuerdas que una vez te dije que en adelante seríamos más amigos? Hoy quisiera que volviéramos a hablar sobre eso.

Candice asiente con la cabeza y, de forma inesperada, se ruboriza por completo, incapaz de decir palabra. Inclino mi torso hacia ella, estamos tan cerca que puedo escuchar su respiración y hablarle casi en un susurro.

-Cuando nos encontramos aquí por primera vez, yo no imaginaba que nos veríamos de nuevo. Menos aún, que te volverías alguien tan importante para mí ¡Qué curiosa es la vida!¿No te parece, Candy?

Ella muestra su inconformidad negando con la cabeza. Me desconcierta un poco, pero luego entiendo que se refiere a otra cosa.

-Llámame Candice -pide, con una sonrisa pícara.

-Candice -respondo, complaciente, totalmente fascinado por su manera de sonreírme.

Entonces, esto sí que no lo esperaba, ella toma mi cara entre sus manos y me mira fíjamente. Mi respiración se detiene y puedo escuchar el latir de mi propio corazón.

Creo... creo que va a besarme.

¡Sí, así parece!

Acerca su rostro al mío y yo cierro los ojos, ansiando el contacto de sus labios.

Pero algo pasa, la siento alejarse de mí y al abrir los ojos veo que se ha echado a correr colina abajo.

-¡Candy! -la llamo- ¡Candice! -vuelvo a gritar, pero es inútil, sigue alejándose a toda velocidad.

Tu Silueta a ContraluzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora