Capítulo 19

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Ufff... la noche de bodas ¡al fin!

Ya me habían estado preguntando que cuándo actualizaba este capítulo y aunque ya lo tenía casi listo, me daba un poco de nervios publicar, es la verdad. ¿Por qué? Bueno, pues como toda esta historia he utilizado un estilo un poco "antiguo", pues no quería desentonar, pero tampoco quería dejarles con la duda de qué pasaba...

Es decir, Albert ha sido muy propio y recatado todo el fic, pues no sería congruente que de pronto se pusiera muy explícita la cosa, ¿cierto? Por otro lado, si nos ha contado sus pensamientos más íntimos, hasta hemos visto cómo deliraba presa de la fiebre y cómo se daba un baño de tina, sería muy extraño que este acontecimiento tan importante se quedara sin decirnos nada.

Dicho lo anterior... *esto es una noche de bodas* entre dos que se aman y se desean de verdad, así que si les incomoda el tema, salten este capítulo y esperen al epílogo.

Consideren cuánto me ha costado escribir este capítulo, así que por favor ¡déjenme una REVIEW! Jajajaja

+ o + o +

Entramos de la mano en la habitación nupcial. La oscuridad es total, así que me adelanto y enciendo solo una lamparilla de noche, luego vuelvo junto a Candice. Hay algo que debo decirle:

-Esta es nuestra primera noche juntos, y es un tanto diferente a las que han de venir. Es posible que tú... sientas algún dolor, pero no será siempre así...

-Sí, Albert, lo sé -baja los ojos un instante y luego vuelve a mirarme-. He hablado con Annie sobre esto y... lo que me ha dicho, me ha dado valor.

Me lo dice poniendo cara de que está todo bien, pero noto como estruja el velo de novia con una mano. Lo que más deseo ahora es hacerla sentir bien.

-Seré cuidadoso -es lo único que se me ocurre decir.

-Estoy segura de que sí.

Nos quedamos unos momentos solo mirándonos, tomados de las manos. Aunque he pensado largamente en este día, quizá más de lo prudente, ahora mismo no sé muy bien por dónde comenzar.

Pues bien, daré el primer paso: retiro uno de los ramilletes de flores que lleva en las sienes y ella me ayuda a quitarse el velo y desatar su suave cabello. Ahora es mi turno; me quito la boina y la tela del kilt que va sobre el hombro. Como Candice parece no estar lista para que vaya directamente a su vestido, me desato los larguísimos cordones de los zapatos, haciendo equilibrios sobre un solo pie, mientras ella me sostiene por el codo. Es un momento poco elegante, y al mismo tiempo, tan íntimo. Después abro el primer botón de mi chaqueta y es Candice quien me ayuda con todos los demás; lo mismo sucede con mi camisa y, al sentir el cosquilleo de sus dedos sobre mi pecho, me gana el impulso, me quito la camisa con impaciencia para arrojarla sobre una silla.

Candice, por fuerza de haberme tenido de paciente, ha visto antes mi torso desnudo; pero con el deseo que me mira ahora, no me ha mirado nunca. Lo sé por que, si lo hubiera hecho, yo no habría sabido resistir a mis instintos.

Y son esos instintos los que debo serenar ahora, si no quiero quedar como un salvaje. Así que doy un hondo suspiro antes de ponerme a sus espaldas para desabotonar su traje de novia. Unos pocos botones bastan para que el vestido de encaje caiga por su propio peso y ella queda en camisón y medias. La tomo por los hombros para que gire y quede frente a mí.

Sus pechos dulces se adivinan por debajo de la seda. Es imposible no quedar aturdido por esta visión; mi cuerpo ya da señales de lo que está por venir. La tomo en brazos y la llevo hasta la cama. Al tacto le quito las medias, el liguero, las bragas... solo nos separa poco más que mi kilt y su camisón. Lo sabe y parpadea rápidamente.

Como está algo dudosa, seré yo quien quede sin ropa primero. Me presentaré tal cual, sin ningún adorno; así que allá va mi kilt a los pies de la cama. Me recuesto al lado de ella, y hace lo posible por no mirar, pero le gana la curiosidad y echa un rápido vistazo. Luego queda con la vista fija en el techo, las cejas levantadas por la sorpresa y mordiéndose los labios. Con esto me arranca una sonrisa, que parece infundirle confianza, porque vuelve a mirarme, esta vez, con detenimiento. La forma en que sus ojos me recorren me llena por igual de dulzura y deseo.

Adiós, camisón de seda.

¡Cielos, es tan hermosa! No sé cómo haré para ir despacio, con las ganas que le tengo, pero hoy es imprescindible que me tome las cosas con calma.

Besos, empezamos por los besos. Y más besos, en lugares que nunca antes habían sido besados. La belleza de sus formas es un deleite para mis manos y algo parecido le sucede a ella con mi cuerpo.

En su camino descendiente detengo mis dedos para juguetear alrededor de su ombligo y luego llevo mi mano hasta lo más delicado de su feminidad. Comienzo a tocarla como si tocara un botón de rosa para hacerlo abrir sus pétalos.

Al principio está algo cohibida, es todo tan nuevo, pero luego se da cuenta de que está bien sentir lo que siente conmigo, porque soy su hombre y le pertenezco.

Sé que disfruta por la forma en que sonríe cuando me mira y por cómo me besa cuando mis caricias ganan intensidad. Noto cómo su respiración cambia y no puede dejar las piernas quietas. Saberme capaz de darle placer es el mejor regalo que puedo recibir esta noche.

Parece que sí, que he conseguido llevarla al cielo, porque echa su cabeza hacia atrás y repite mi nombre con voz entrecortada.

Mi sitúo entre sus piernas mientras sostengo mi propio peso sobre los antebrazos y siento cómo ella se tensa bajo mi cuerpo.

-Es solo un momento, mi amor -digo en su oído, y ella me responde que sí.

Voy hacia ella con firmeza; escucho que da un suave quejido y luego contiene la respiración.

Me quedo inmóvil en tanto que ella vuelve a exhalar y poco a poco se relaja.

Acaricio su nariz con la mía y la beso en la boca. Ella me sonríe y me abraza para hacerme saber que puedo seguir.

Como puedo bajar un poco la guardia, me descubro algo tembloroso. Pero basta mirarnos a los ojos para que sea fácil encontrar juntos el rumbo y el compás. Me guían su aroma, sus besos, sus dedos clavándose en mis brazos y mi espalda...

Ahora sí, sin reservas, me doy a ella por completo. Sentirla así me llena el el cuerpo de maravilla. No hay límites, no hay distancia, me pierdo en ella...

o + o

La mañana nos encuentra abrazados. Por la tarde debemos ir a la estación de tren para emprender el viaje de novios, pero por ahora podemos holgazanear un poco.

Candice ha sido la primera en despertarse. Lo sé porque cuando abrí los ojos, ella estaba mirándome.

-¿Por qué no duermes? -le pregunto.

-Estoy demasiado feliz para eso.

-Hmmm... eso me interesa. Cuéntame más.

Digo esto mientras me acomodo de costado para estar más cerca de ella. Candice pone cara de sorpresa y dice:

-¡Albert, tienes todo el cabello revuelto!

-¿Ah, sí? ¿Y quién es la responsable de eso?

Es incapaz de responder y se sonroja por completo, pues recuerda muy bien cómo es que acabé con este aspecto.

Con una sonrisa, compartimos esta nueva complicidad. Sólo yo podré saber lo que ha sido desnudarla con ternura y verla vencer su timidez, por que sus ganas de estar conmigo eran más grandes que su pudor.

Recién entiendo por que la llaman Luna de Miel... ha sido la noche más dulce de mi vida.

Tu Silueta a ContraluzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora