Tras un tiempo de ausencia (mil disculpas por eso) retomo la publicación de esta historia. Este capítulo está lleno de miel... espero que lo disfruten mucho.
He llegado al Club de Yates mucho antes de la hora acordada. Con eso no conseguiré ver más pronto a Candice, pero quedarme más tiempo en Lakewood me parecía imposible. Camino por el muelle y escucho el tranquilo chapoteo del agua contra los botes, en contraste con los graznidos de las aves acuáticas.
Sigo andando hasta el final del muelle; el equipo local de regata va terminando su práctica sabatina y pronto los jóvenes deportistas irán a comer al restaurante de la casa club. Yo debería hacer lo mismo, pero no me apetece comer nada, prefiero disfrutar un poco más de la brisa del gran lago. Hace tanto que no venía por aquí. Cuando era niño, venía a menudo a pasar el sábado con mi familia. Era un chiquillo que creía que este era el mar y que desde aquí podía tomar un barco para conocer el mundo. Me sorprendo lleno de recuerdos.
Después de que mis padres murieron, no recuerdo otra época más feliz en mi vida, que aquellos meses en que compartí el departamento con Candice. Sólo el estado de confusión mental en el que estuve durante mi amnesia puede justificar que haya aceptado ir a vivir con ella. Ahora creo que la pérdida de mi memoria fue una bendición. De otra forma, jamás me hubiera atrevido a poner en entredicho su nombre, pero tampoco conocería los pequeños placeres de la felicidad doméstica a su lado.
Me resulta algo chocante, ahora que estoy en Lakewood la mayor parte del tiempo, que siempre hay alguien más que se ocupa de mantenerlo todo limpio, mi ropa lista para usar y, tan solo sentarme a la mesa, mágicamente aparece una buena comida frente a mí.
No fue así durante los años que dejé la mansión para vivir por mi cuenta, así que ocuparme de esas cotidianas necesidades no era nuevo. Lo que nunca pude imaginar antes de vivir con Candy, era la alegría que yo podía dar. Saber que ella estaba feliz de verme, cuando llegaba exhausta del hospital, y sentarnos juntos a la mesa para cenar y conversar largamente... atesoro incluso los momentos que compartíamos en silencio. Salir del trabajo para encontrarme con ella me dibujaba una sonrisa, me llenaba de paz, al punto de que dejó de importarme si alguna vez recuperaba la memoria.
En aquel momento, Candy y Terry se querían y sólo estaban separados por que el destino así lo mandaba. Por un tiempo, saberla enamorada me ayudó a no caer bajo su hechizo de inmediato. Yo la animaba a pensar en él y en un prometedor futuro juntos, porque con sinceridad creía que serían felices. No tenía ningún reparo en ayudarles a concretar su unión. Pero presentí que la echaría en falta de una forma punzante, conforme la posibilidad de que ella se fuera a Nueva York para estar con él se hacía más grande.
Quise convencerme de que una entrañable amistad era capaz de producir tal abatimiento. Pronto tuve que admitir que mi corazón le pertenecía por completo y sin reservas.
Cuando aquella herida se volvió insoportable, pensé en marcharme, porque era imposible creer que Terry se atrevería a dejar ir a Candice.
Pero la vida dio un giro inesperado y debieron separarse definitivamente. Era muy difícil para mí saberla tan herida, así que cuando volvió de su trabajo en el ferrocarril con el semblante en paz, por primera vez tuve esperanza de que un día podríamos estar juntos...
Muy cerca de mí, un grupo de patos pelea por un trozo de pan y, en aquel alboroto, me alcanzan algunas gotas de agua fría; eso me devuelve al presente.
Echo una mirada a mi reloj de bolsillo, falta cada vez menos para que llegue Candice.
Camino hacia la casa club y al entrar en el restaurante, descubro que está mucho más lleno que cuando llegué. Me dan una mesa justo en el centro, muy cerca de donde los jóvenes del equipo de regata están comiendo y hablando y riendo. No imaginaba que habría tanta gente, pero ya no hay marcha atrás. Pido un té helado y me siento a esperar.
ESTÁS LEYENDO
Tu Silueta a Contraluz
FanfictionEn la voz de Albert, descubriremos cómo se dio cuenta de que estaba enamorado de Candy y todo lo que sucede después del pic-nic en la Colina de Pony. Albertfic fiel a la época de la historia, a principios del siglo XX.