Tiempo Restante (2)

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El desplazarse de ese pasillo hacia esa pequeña oficina fue rápido, siempre lo fue, pero sus gustos de hacer tensión siempre fueron algo que lo caracterizó; ahora no era momento de hacer tensión. Bajó y miró alrededor de todo ese sitio. El computador que ese muchacho usó para distraerlo a él y a los otros durante el transcurso de los días y las noches, restos de comida, bebida, papeles, un oso montado sobre el monitor, y por supuesto, lo que le encantó ver, la puerta que lo llevaría a la salida. No era un idiota, estaba consciente cuando fue trasladado desde esa parte del salvamento hasta este laberinto... Un momento, había algo que faltaba, ¿dónde está él?

Cuanto tiempo sin vernos, padre.

Giró su cabeza a la única esquina a la que no le echó una ojeada, ahí estaba, sentado en la silla de su escritorio. Por supuesto, el monitor estaba encendido, todo lo demás se explicaba solo. Aguantó soltar unas carcajadas, y giró su cuerpo por completo, observando al joven que yacía sentado en su asiento todavía.

─ Michael... Todavía tienes la fortuna de seguir vivo, ¿eh? ─

Finalmente, el joven se puso de pie, la diferencia de tamaño no era mucha, medir 1.80 también lo heredó de él, a pesar de ciertos inconvenientes que hacían que su padre lo superase unos diez centímetros.

No saldrás de aquí, lo sabes perfectamente... ¿cierto?

Esta vez, el mayor no pudo evitar soltar unas cuantas carcajadas. Estas no molestaron a Michael, al menos, no tanto.

─ He... ¿Acaso tengo prohibido ver a mi hijo? ─

No hubo mucha reacción por parte del otro. Pero si hubo una, una pequeña pero notoria reacción en sus músculos, era evidente como apretaba una de sus manos.

No soy tu hijo...él se fue hace mucho tiempo.

Le sorprendió un poco esa respuesta, al final, si lo supo, pero ya para este punto era algo muy lógico.

─ Ya lo recuerdas... ¿ah? He... Debí suponerlo, después de todo...tendrías que tener la marca de esa mordida muy notoriamente, aun si hubiese cicatrizado. ─

Él tenía razón. Ese lejano recuerdo le hizo frotarse la frente. No era él, pero recordaba ese fuerte dolor, su cuerpo en descomposición ya le había hecho el favor de que su boca siempre mostrase una sonrisa, cuando ahora estaba irritado, muy irritado.

¿Tan desesperado estabas por mi pérdida?... Ya entiendo porque mamá te quería tanto.

Sabía perfectamente lo que tramaba, hacerlo perder tiempo. No caería tan fácilmente en el juego.

─ Sabías palabras muchacho...sabías palabras. ─

Enfocó su vista directamente en la puerta, pero una pequeña aclaración de garganta lo hizo mirar de nuevo al joven.

Antes de que te vayas, creo que debo enseñarte algo.

Ya le parecía extraño que se comportase tan calmadamente, aún después de todas las noches y todas las veces que trató de matarlo.

Michael caminó, siendo perseguido por la mirada de su padre William, era claro que se aseguraba que no hiciera un movimiento brusco. No le importó, más bien, necesitaba que ese, antes buen hombre, ahora un demente, se enfocara en él; llegó hasta el escritorio y sacó detrás del computador un arma que el mayor reconoció de inmediato.

Usaste esta oxidada cosa contra ellos, y luego por causa de eso, te empujaron directamente hasta ese viejo traje... ¿Me equivoco?

El paso del tiempo la afectó sin lugar a duda, pero no esperó que su hijo tuviese en su posición el hacha con la que desmanteló a esos cuatro animatrónicos hace ya varios años.

Eso sin lugar a duda le iba a dificultar salir de esta prisión, y el tiempo en cualquier momento iba a ir en su contra, porque el fuego se acerca rápido. Siendo ese el caso, no iba a jugar, no esta vez.

─ Vaya...entonces, ¿así es como será esto, muchacho? ─

Quien tenía delante tardó un poco en responder. Sujetó con más fuerza el arma antes de que finalmente hablase.

Así es como debe ser.

No hubo más nada que decir, el silencio se apoderó de ambos, sus miradas terminaban de rematar lo que faltaba por ser aclarado.

La distancia era corta, por lo que todo sucedió rápido, el filo del hacha yacía a centímetros del rostro del Afton mayor, fue rápido en usar su único brazo para sujetar el mango del hacha. Los dos ahora luchaban para tomar el control de esta misma arma.

─ No vas a lograrlo Michael, saldré de aquí... ¡y no me importará en absoluto si en el proceso termino quitándote la vida! ─

Un único brazo, pero por algo solo poseía uno. No necesitaba más para poder ser superior en otra cosa, lo demostró logrando arrancar el arma completamente de la posesión de Michael, así como también arrojar susodicho objeto hacia el otro lado de una de las dos ventilaciones.

No iba a haber ventaja de armas en el encuentro.

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Muertos en vida.

Halló un camino por el cual el fuego no era gigantesco, tal vez finalmente encontró la dirección correcta.

Muertos en vida.

Se mantuvo firme en elegir esta decisión, ya no iba a dar marcha atrás, ya no iba a retractarse.

Muertos en vida.

Se detuvo en una intersección, cuatro caminos si contaba por el que vino. No continuó, esas mismas palabras que la quinta integrante de esos pequeños, esas palabras todavía le afectaban.

─ Muertos...en vida. ─

Estaba muerta, debía estar muerta, ellos debían estar muertos... Él debía estar muerto...pero no, están vivos, y a su vez, también muertos... Las palabras encajaban perfectas, estaban muertos en vida.

Esta vida jamás la escogió, escogió consumirla; él le quitó todo, estaba aterrada, y no quería alguna otra cosa que no fuera acabar consigo misma, o con él, esas lágrimas púrpuras que ahora adornaban al pedazo de hilos que la hizo regresar, siempre pensando en ver como quitarse esto y por fin descansar, así pensaba cada día en el que quedó dentro de esta marioneta.

Entonces, ellos aparecieron, el mismo monstruo los trajo en el mismo vacío en el que ella estaba, estaban asustados, rencorosos, no deseados y sin ninguna compañía que no fuera la de ellos. No soportó verlos así, vagantes sin la oportunidad de hacer algo contra aquel ser que los metió en esto, ella tenía que encargarse. Cada uno los fue poniendo en uno de los cuatro principales... pero ella, la quinta, le costó, hasta que halló ese quinto traje, oculto en aquella misteriosa sala.

Ahora ellos estaban vagando, siendo vigilados por esas dos sombras que los ayudaron tanto como pudieron. Entonces ese robot entró y la capturó, estando ahora aquí; le alegraba saber que la idea provino de su padre. Por eso su objetivo cambió, ese monstruo moriría aquí, y ella podía reunirse con el responsable de esto, abrazarlo, y descansar junto a él.

Reanudó su andar, yendo directamente hacia el camino menos afectado por el fuego.

No sabía lo que iba a presentársele una vez llegara al final de dicho camino, ubicado más hacia el norte.

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