1.- Conticinio

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El agua escurre en el vidrio del vaso por obra del choque de temperaturas. Los hielos enfrían aquel dulce elixir que se ha vuelto amargo por tantas noches que han tocado mis labios. Cierro los ojos y suelto un suspiro mientras bebo un trago de aquella bebida que embriaga mis sentidos. Quiero desaparecer el dolor, perder la conciencia para no tener que pensar en él, mi dulce ángel, que ahora debe estar recibiendo el amor de otro.

Y sólo entonces, cuando la oscuridad parece disolver la realidad, cuando el dolor de mi cabeza es lo suficientemente fuerte como para enmudecer todo sonido del exterior, comienzo a recordar como inició todo...

(20 años atrás)

-Bueno, cómo pueden darse cuenta hay un nuevo alumno entre nosotros -dice la mujer, de tacones bajos y vestido azul, a los niños que componen el grupo B del tercer año de primaria, mientras un pequeño se halla de pie frente a ella con la mirada en el suelo-. Entrar a una escuela diferente es un poco difícil y más si tiene que copiar los apuntes para comprender las materias, así que, por favor, sean amables con su nuevo compañero, Park Jimin y permitan que se adapte lo antes posible al grupo.

Después de dar el discurso de presentación, la profesora empuja levemente al niño, de modo que diese un paso adelante y levantase la vista hacia los que serían sus compañeros de clase.

-Por favor, Jimin, preséntate ante tus compañeros mientras te asigno un lugar.

Su tono de voz es bastante suave y amable, sin embargo el pequeño da un respingo y se sonroja en demasía, abultando sus labios rosas y apretando las mangas del suéter azul que lleva puesto. El silencio se prolonga y justo cuando la mujer decide intervenir se escucha una voz aguda, temblorosa y un poco baja-: M-mi nombre... Mi nombre es Jimin.

El niño levanta la mirada del suelo y trata de buscar un objeto al cual aferrarse para no enmudecer de la vergüenza de hablar en público; divaga un poco y con un movimiento rápido -que no pasa de dos a tres segundos- observa los ojos rasgados de cada uno de los alumnos, las colas de caballo -adornadas con moños de colores- de las niñas de mejillas rosadas, las libretas abiertas y una que otra colorera con estampado de dibujos animados, hasta que llega a la melena lacia de un pequeño niño de piel blancuzca que lo observa con la boca levemente abierta.

Es sorprendente lo mucho que puedes observar en milésimas de segundos

Con esto en mente, el pequeño, sin apartar la vista de la barbilla del niño de piel pálida, continúa con su presentación-: Pero pueden llamarme Jiminnie -cuando dice aquello se escuchan unas cuantas risas bajas entre los alumnos que ven con ternura al recién llegado-, acabo de mudarme con mis padres desde Busan y... -duda un poco-. Y... -se sonroja y cierra los ojos por la vergüenza.

La profesora interviene y le susurra bajo-: Por favor, sean amables conmigo.

-P-por favor, sean amables conmigo -repite la frase y aprieta las manos con fuerza.

Complacida por el esfuerzo del pequeño, la mujer le indica su nuevo lugar y pronto Jimin camina entre los pupitres y se sienta al lado del niño de piel pálida que había llamado su atención anteriormente, el de la boca ligeramente abierta y el cabello lacio y negro como la noche. Cuando se encuentra en su asiento suelta un suspiro bajo -para quitarse la pena de haber tenido que presentarse frente a más de veinte personas- y comienza a sacar sus cosas: una libreta verde y una colorera naranja.

Mientras tanto, el niño de piel pálida lo mira de reojo, nervioso por aquel contacto visual que el recién llegado ha mantenido con él.

Era la primera vez en mucho tiempo que otro niño lo volteaba a ver. Por esto mismo es que no puede apartar la vista del recién llegado y observa cada uno de sus movimientos sintiendo la mayor de las curiosidades.

Observa cómo saca un cuaderno y también, cómo duda acerca de la forma adecuada de tomar los apuntes de la clase que estaba siendo retomada por la profesora; y nota cómo sus labios se abultan nuevamente mientras dudaba con el lápiz en la mano y el blanco papel cuadriculado de la libreta frente a sus narices. Y por alguna razón aquel acto lo hace sonreír.

-Muy bien, el siguiente tema vendrá en el examen del viernes...

Jimin muerde su labio inferior con el temor de tener que enfrentarse tan pronto a un examen, sabiendo que no lograría estar listo hasta que consiga los apuntes de alguien más. Voltea a ver de reojo a sus compañeros y se pregunta quién podría prestarle su libreta, sintiendo que estaba perdido.

-¿Quieres que te preste mis apuntes?

Una voz atrae su atención y desvía la mirada hacia su dueño, encontrándose con sorpresa con el niño de piel pálida que está sentado a su lado izquierdo. Lo mira un momento y después baja la vista, avergonzado por su torpeza al no responder de inmediato por lo que se limita a asentir levemente, sonrojándose nuevamente por su extrema vergüenza.

-No tengas pena -le dice el contrario y el pequeño siente cómo coloca un pequeño objeto en su mano levemente abierta. Baja la mirada y encuentra entre sus dedos regordetes un caramelo de color rosa-: Es de fresa -susurra el niño que está a su lado.

Jimin gira su rostro un poco para ver al frente, esperando que aquella acción -la del niño que le entregó el caramelo- no fuese vista por la profesora. Y es que sería una lástima que recibiera un castigo en su primer día de clases... Una sonrisa se forma en su rostro al ver que la mujer continúa anotando en el pizarrón, y con sigilo se mete el caramelo en la boca.

-Gracias -susurra a duras penas, al tiempo que saborea el dulce.

El niño de piel pálida sonríe satisfecho y le entrega su cuaderno-. He tomado este año antes así que no me pierdo de mucho.

Al escuchar aquello lo mira sorprendido pero acepta la libreta para comenzar a copiar los apuntes de la lección. Sin embargo, no logra sacar de su mente aquellas palabras.

No parece ser más grande

Piensa mientras escribe. Y es que aquel niño lucía demasiado enclenque. Era delgado y de una estatura baja. Aunque bien podía ser porqué estuviera sentado...

A lo mucho debe ser un año más grande que yo

Se dice y se apresura en tomar los apuntes de la clase. Cuando termina de escribir le devuelve el cuaderno a su dueño -que no había dejado de observarlo de reojo sin que se percatase- agradeciéndole por haberle salvado la vida-: Gracias, eh...

-YoonGi -responde el niño de piel pálida-. Soy Min YoonGi.

El pequeño sonríe y sus mejillas rosadas le resultan sumamente tiernas al recién presentado.

-Mucho gusto, YoonGi -dice el niño-. ¿Has repetido el año escolar ant..?

-¡Señor Park y señor Min, guarden silencio y presten atención o los saco del salón! -los dos niños dan un respingo por la voz, antes dulce y ahora aterradora, de la profesora. Y aunque guardan un silencio sepulcral al instante, asustados por la amenaza, más tarde reirían acerca de eso.

Su amistad había iniciado.

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Bueno... aquí estoy, una vez más y sin haber terminado la historia anterior de "Onírico" (perdón por eso), para presentar una historia más de mi OTP. Perdón si hay faltas de ortografía XD

Realmente me gusta la idea de esta historia así que sería un honor que sea bien recibida :3

¡Pondré todo mi empeño en esta historia! X3

InmarcesibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora