30.- Veredas

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Lunes por la mañana en un día que anuncia la próxima llegada de la primavera. Las clases han comenzado y lo único que puede escucharse son las voces de diversos profesores y uno que otro alumno. Mientras dirige sus pasos lentos hacia el aula que le corresponde, el chico de mejillas redondas no deja de ver hacia las ventanas del pasillo, deseando con desesperación no tener que ver de nuevo el rostro del que lo lastimó.

-D-disculpe... -abre lentamente la puerta y asoma la mitad de su cuerpo-. ¿Puedo pasar?

La profesora lo mira con mirada seria y asiente-. En silencio, por favor, señor Park.

El recién llegado hace una inclinación a modo de agradecimiento y se adentra en el salón de clases, sintiendo cómo todas las miradas de sus compañeros se clavan en su cuerpo. Y no era para menos ya que el chico que antes rebosaba de un brillo en sus ojos y mejillas rosadas ahora tenía un aspecto apagado, con ojos enmarcados en gruesas ojeras por la falta de sueño y unas mejillas pálidas y un tanto amarillentas por la carencia de alimento. Pero, ¿como podría comer o dormir después de la desilusión que había sufrido? ¿Cómo recobrar las ganas de salir adelante?

Un suspiro de alivio sale desde lo más profundo de su alma cuando -mientras se sienta- visualiza el lugar vacío que se encuentra a su lado.

Pero volverá tarde o temprano...

YoonGi siempre faltaba por uno o dos días (a veces más) pero siempre regresaba. Y aunque para Jimin la lejanía significaba una pena terrible ahora le ocurría exactamente lo contrario.

¡Lárgate!

Cierra los ojos al recordar sus gritos, al sentir cómo su cuerpo se estremece ante el llanto que amenaza con comenzar. Su corazón estaba completamente dañado.

-Bien -la mujer se aclara la garganta-. El festival deportivo se acerca por lo que confirmaré a los grupos de alumnos para las actividades físicas que le corresponden a este grupo -dice la profesora. Algunos niños comienzan a cuchichear entre sí con la emoción de aquel festival.

Eso no tiene nada de divertido

Piensa con amargura al tiempo que apoya su barbilla en la palma de su mano derecha mientras juega de forma distraída con la delgada cicatriz que tiene en la palma de su mano izquierda, pasando lentamente el dedo anular y medio por ésta... Hacía una semana la profesora les había dicho que participarían en la carrera de los cien metros planos y lo que anteriormente había sido tomado de buena gana ahora resultaba una tortura. Después de lo ocurrido en casa de YoonGi, ¿cómo podría pasar el tiempo con él para prepararse para la actividad del festival deportivo?

Yoonie...

Se odiaba por seguir pensando en él. Sabía que no valía la pena albergar esperanzas de recuperar la relación con el chico de piel pálida pero no podía dejar las cosas de esa forma. Por un lado deseaba no verlo para evitar salir lastimado de nuevo y por otro, a pesar de que se negara a aceptarlo, añoraba con desesperación ver su cabellera negra asomarse en la puerta del aula. Quería verlo para buscar alguna explicación racional al comportamiento que había tenido.

Pero más claro no lo pudo haber dejado... YoonGi no quiere saber nada de mí

Suspira.

-Señor Park...

¿Por qué, Yoonie?

Abre los ojos y pasa la mirada por las siluetas de sus compañeros sin detenerse mucho a observar algo en particular.

Todos son iguales, ninguno llama la atención como él lo hace

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