XVI

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No se cómo voy a hacer estas semanas para concentrarme y estudiar. Tengo exámenes y, luego, una semana de vacaciones en la que Jimena y yo vamos a resolver lo de Dante. Mi madre me preguntó si quería que Cristóbal viniera ayudarme en Matemática. "No, gracias, mamá". Eso me hizo recordar que debo visitar a mi tía Virginia para saber más sobre este sujeto. También recordé que debo elegir el bendito vestido para la fiesta de Prom de Patricio que, aunque ya no me preguntaba nada, me miraba fijamente como transmitiéndome telepáticamente el mensaje "No te olvides de decirme de qué color debo comprar la florcita".

***

—¿Alo?

—Hola, tía... soy yo.

—Hola, mi amor. ¿Cómo estás?

—Bien . Quería saber si estarás en tu casa mañana.

—Tengo que llevar Maní al veterinario. Se le está desplumando una alita.

—¡Pobre! ¿Te acompaño?

—Yo, feliz. ¿Pasa algo?

—No, nada. Solo quería visitarte.

—Te espero a las cuatro. Te recogería del colegio, pero e bicicleta no llegamos a ningún lado tú, el perico y yo.

—Bueno. A las cuatro en punto.

—Listo. Descansa, mi amor. Dale un beso a tu mamá.

—Hasta mañana...

Efectivamente Maní tenía un ala desnuda y no quería entrar por nada a su jaulita. Le daba de picotazos a mi tía que lo reprendía como si fuera un niño.

—¡Basta, Maní! ¡Qué mal te estás 'portando! Si no te ve el doctor , te vas a quedar calato.

Al fin, sobornándolo con maíz, el perico entró y nos fuimos.

Con mi tía no tengo que andar con rodeos. Le conté de la visita de la vela y del perfume que ahora sí se ponía mi mamá. Ella entendió que yo estuviera preocupada, pero dijo que no tenía por qué. Era un buen hombre. Resultó ser viudo. Cuando su esposa murió, él se deprimió mucho y casi muere de pena. Eso fue lo que lo llevó a seguir unas terapias y luego al yoga. Viajó mucho para aprender y se especializó para poder enseñar. Vivía solo. No tenía problemas de dinero, al contrario, apoyaba económicamente a varios niños y madres de una comunidad... en fin. Mi tía lo conocía hace muchos años. Me dijo que no era mala idea dejar que me enseñara Matemática así yo lo conocería mejor y, de paso, lograba buenas calificaciones. Luego de la consulta, regresamos a su casa y Maní volvió a pararse feliz  sobre el refrigerador. Tenía una alergia que se le quitaría pronto. Regresé a casa para abrazar a mi mamá y aceptar la ayuda de la vela..., de Cristóbal.

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