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Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen, son propiedad de Kishimoto. La historia tampoco me pertenece, esta pertenece a AnnaDax y fue beteada por Jeffy Iha.

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Estaban corriendo por el laberinto rocoso otra vez. Sasuke sostenía su mano, tirando de ella un poco brusco. Hinata tropezó con sus pies y chocaba contra su espalda cada vez que se detenía bruscamente. Creyó que regresarían a la entrada, pero habían pasado el laberinto y se internaban más profundamente en la montaña. Sin embargo, no podía oír ningún signo de los que los perseguían. La heredera volvió a activar a su Byakugan, pero hasta donde pudo ver, sólo había rocas. Al final no pudo evitar detenerse, jadeando. Dos brillantes ojos rojos aparecieron ante ella, mirando fijamente.

Antes de que pudiera decir algo, fue recogida por la cintura y arrojada sobre el hombro del Uchiha.

—Déjame ir —siseó. Odiaba que la cargaran.

—Eres demasiado lenta, además, es más fácil así, debería haberlo pensado antes.

Sin embargo, no estaba de acuerdo con él. Ella se alejó bruscamente, pero, para su sorpresa, no sirvió. Su control sobre ella era mucho más fuerte de lo que esperaba. Y, aun así, el Uchiha se detuvo y casi la tiró al suelo. Antes de que pudiera recuperar el equilibrio, fue empujada a la pared detrás de ella.

—¿De verdad quieres que te deje inconsciente? Para que mejore tu comportamiento.

Casi podía sentir su nariz tocando la suya. Ruborizada, apartó la mirada.

—No necesitas hacerlo... —Pero fue interrumpida por él al lanzarla sobre su hombro otra vez. Al final decidió que no valía la pena discutir, no lograría hacer nada que él no quisiera. Apoyó los codos sobre su espalda y descansó su barbilla en las palmas de sus manos.

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Después de lo que le pareció una hora, la Hyūga se sorprendió por el repentino cambio de temperatura en el aire que los rodeaba. La dejó caer abruptamente al suelo. Su cabeza giró, había estado colgando boca abajo durante demasiado tiempo. De repente, Sasuke la sorprendió al instante. Sus brazos se envolvieron alrededor de su cintura y él dejó que su rostro se hundiera en su pecho. Cuando finalmente pudo ponerse de pie por sí sola, se apartó, dándole una mirada de muerte.

—¡Deja de tocarme!

Alzó la ceja, sonriendo. —Lo has disfrutado hace un rato.

Con el rostro enrojecido, se volvió y miró el claro al que se habían metido. Había una carretera muy empinada que subía, con muchas curvas y desaparecía en la montaña.

—¿Qué es este lugar?

—Es el otro lado del único camino hacia la cima de la montaña, no hay manera de llegar aquí, sino a través del laberinto en el que estábamos.

—¿Y cómo lo sabías?

El Uchiha la miró, debatiendo sobre si darle tal información.

—Encontré un mapa en la ciudad portuaria en la que estábamos, describía que había un monasterio con un sanador que vino de una tierra lejana, una que se extendía sobre las nubes, rodeada sólo de agua. ¿No te suena eso familiar?

—¿La Aldea Oculta de la Niebla?

—Exactamente, quiero hablar con él, y puede darnos información sobre estos medallones —él involuntariamente tocó la piedra negra, situada en su pecho debajo de su camisa—. Vamos.

La locura de una obsesión encantadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora