Lo Dulce no es Malo

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Hacía rato que había acabado mi jornada laboral y no podía dejar de pensar en los ojos de aquella joven caballero que había pasado por mi habitación.

-Mirajane. –Llamó desde fuera Minerva, estaba empezando a odiarla.

Abrí la puerta sin ganas.

-Tengo cosas que hacer, ¿qué haces aquí? –Pregunte con las mismas ganas que abrí la puerta, de mientras seguía desmaquillándome en el baño.

-He oído lo del Caballero de esta tarde, te dieron el doble... -Se apoyó en la puerta mirándome, no era una actuación normal.

-¿Qué quieres saber? –Me quite todo el maquillaje, tampoco es que me gustara maquillarme y no me pintaba mucho, pero de alguna forma debía parecer hermosa.

-¿Volverán? –Alcé mis hombros sin saber que responder. -¿Qué tal estuvo? –Preguntó mirándome con esos ojos afilados, intentando leer algo en mí antes de hablar.

-Estuvo bien. –Minerva elevó una ceja. -¿Qué sabes?

-Fingiste, las de afuera escucharon. –Minerva se acabó sentando en mi cama y la seguí. –Sabes que si esos ricachones no vuelven...

-No fingí porque lo hiciera mal, ni lo exageré para hacerle subir el ego... -Algo de ella me molestaba más de la cuenta.

-Nos puedes costar mucha pasta por lo que hiciste.

-No sabía cómo hacerlo, me respeto en todo momento, incluso cuando me desnude seguía mirándome a los ojos... -Al decirlo me sentí bien, es verdad que los hombres pocos se comportaban y la mayoría tanto mujeres como hombres solo querían desfogarse.

Solo los que venían a seducir o hacer un juego estúpido se quedaban abajo en la barra, una vez la puerta de la habitación se cerraba poco respeto había.

-Genial, cada vez más caballeros son gays... -Minerva soltó un suspiro pesado y cansado, sabía de su preocupación, yo también temía de que se deshicieran de mí porque ya no hiciera falta. -¿Qué haremos?

-No era gay. –Me acabe sentando a su lado.

-Pero dices...

-Era una mujer, la protegí para que no fuera descubierta. –Vi la expresión de sorpresa en ella, incluso miró al suelo al no creérselo.

-¿Bromeas? –Negué algo divertida, pocas veces Minerva hacía otra expresión que no fuera de sorpresa.

-Ya entiendo porque fingir, pero... ¿aún siendo mujer te respetó? –Me volvió a mirar. –Eso es muy extraño. –Sonrió un poco. –Un poco más un una nueva raza de Eunucos pero en mujer. –Estalló con su risa sátira y arrogante.

-No sabía ni besar, se puso rígida cuando lo hice... –Solté sin pensar y Minerva hizo más sonora su risa, incluso se estiró en la cama para reírse a gusto.

No sabía porque pero me empezó a molestar.

-Madre mía, que dios la ampare, la virgen se hizo soldado, y cuando tendrá esa puritana al nuevo mesías.... –Se burló de aquella mujer... Erza.... Recuerdo su nombre. –Ay, dios santo, que estupidez, vaya mierda con los nuevos códigos que ahora seremos vírgenes hasta encontrar el príncipe azul, tendrías que haberle dado un buen polvo para salvarle esa estupidez de la cabeza.

-Ella fue buena conmigo, para.

-Venga ya, tanto honor y estupidez... Pierdes mucha vida por seguir un estúpido código de conducta. –Acabó con su risa y burla para mirarme fijamente, y es que mi cara debía de ser un cuadro. -¿Por qué te molesta tanto?

Honor entre MiradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora