Me encontraba en la cafetería del centro de la ciudad. Era jueves, invierno. Estaba lloviendo pero aún así fui, te quería ver otra vez aunque sabía que iba a sufir. Ya me había acostumbrado un poco al sufrimiento. El piso era de madera, me causaba un poco de satisfacción escuchar como la gente se movía sobre este. Intentaba analizar el lugar para esconder los nervios, era la primera vez que lo hacía a pesar de las millones de veces que lo visitaba. El olor al café me relajaba, tampoco tanto, pero los nervios eran menos presenciales.
Y te vi.
Moviste la puerta, que al chocar con la campanita hizo el sonido indicando que alguien había ingresado al local.
Te aproximabas hacia mi, no estabas sonriendo, tampoco estabas con una cara sería o enojada. Era difícil describir pero se podía entender tu expresión facial. Los sonidos de los pies caminando en el piso de madera, dejaron de causarme satisfacción y me provocaron nervios.
El olor a café se volvió molesto, ya me quería ir.
¿Por qué me puse así? Porque sabía perfectamente lo que iba a pasar.
Te sentaste por fin en el sillón, no al lado mío sino al frente.
-Hola-Me dijiste. Sonreí porque a pesar de lo que se aproximaba, verte me hacía feliz.
-Hola, ¿Cómo estás?- te respondí.
- No muy bien, tenemos que hablar.-El corazón se me paro por dos segundos, y se me hizo un nudo en garganta. Ya venían las lágrimas a invadirme, por suerte pude aguantar un poco.
-Ya te pedí un capuchino con chocolate, como te gusta. - Dije con la voz entrecortada. Las veces que venía con vos siempre pedias lo mismo, aunque yo te insistiera en cambiar de bebida vos no querías, eras fiel a tu café.
-Luciana.-Dijiste. Siempre que me llamabas por mi nombre completo era por dos razones:
Uno, para decirme que me amabas y dos, para decirme algo que no me va a gustar.
Esta vez era la segunda.
Mis ojos se empezaron a aguar, podía ver como todo el lugar aumentaba su tamaño, mis lágrimas simulaban unas mini lupas. Baje la cara para que no se vieran.
-Acá están los dos Capuchinos con chocolate, disfruten. - El mesero dejó los vasos en la mesa.
-Gracias.- Hablaste y sonreiste. Siempre que agradecias una sonrisa te acompañaba. La persona que nos entregó el pedido se retiró y de nuevo nos quedamos solos.
Aproveché el mini segundo que hablaste con el mesero para limpiarme las lágrimas. Te vi.
-¿Qué pasa?- Te pregunté. Apretaste el vaso, y pude ver como los nervios también te consumían. Antes de que hablaras empecé a recordar todos nuestros momentos juntos. Cuando nos conocimos en la plaza, había gente haciendo freestyle y los dos comenzamos a hablar de como admirabamos a aquellos raperos de la calle. En nuestra primera salida te traje acá, pedi un café helado y vos un capuchino con chocolate, obviamente. Te encanta esa bebida porque no te animas a probar otras, las cosas nuevas a veces te dan miedo. Recordé esa vez que sin querer tiraste el vaso al piso y todos se nos quedaron viendo, la pasé muy mal pero al salir de la cafetería, nuestras carcajadas se escuchaban a diez metros. También me acordé de nuestro primer beso. Fue en la parada del colectivo, vos te ibas y antes de subir me apoyé en tus hombros y ahí junte nuestros labios, duro un segundo pero para mi fue eterno; claro, después de eso me fui corriendo super roja y por mensaje te pedí perdón un millón de veces. Dijiste que no había problema, y que tendríamos que empezar a saludarnos así. También llegó a mi cabeza cuando me pediste ser tu novia, hace dos años y cuatro meses. Fue en esta cafetería. Cuando llegó el café a mis manos, en el vaso estaba escrito si quería hacer nuestra relación algo oficial y formal. Al microsegundo te respondí que si y como soy re sensible me largue a llorar. Y más recuerdos invadieron mi cabeza, ninguno malo, y no porque no habíamos tenido problemas, era porque no quería recordarlos. Tus labios se movieron emitiendo esa frase que sabía que ibas a decir. Sabía que este momento iba a llegar.
-En serio, perdoname por esto- ya está, mis ojos lanzaron la primera lágrima y no cesaron. - pero ya no te amo.
Respiré profundo para aguantar un poco el llanto pero fue imposible. Mi cabeza hubiera estado en blanco si no fuera por la pregunta de "¿Qué hice mal?" Sabía que esto iba a pasar, era mi culpa. Después de todo la gente siempre se terminaba aburriendo de mi. Fue lindo mientras duró pero estaba dolida. Mis ojos hinchados, intentaba no hacer tanto ruido para que la gente no viera. No hablaba, no podía. Hasta que pude decir algo que salió de la nada.
-Perdoname vos a mi por no ser suficiente.
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en remolinos
Randomvivencias caóticas que dramatizo para darle un poco de vida a mi vida. no es poesía, es mi voz plasmada en un libro digital cuando quiero hablar y no me lo permito. catarsis pública.