Capítulo #1; Un día normal.

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Capítulo #1; Un día normal.

No vuelvas a tocarlo –gruñó.

–¿O qué? –preguntó su madre, burlona.

–Te mato –contestó la peli-negra, mirando a la mujer frente a ella, con una mirada tan fría y llena de odio, que la mujer mayor sintió miedo por un par de segundos. Pero solo eso.

–No lo harías –contestó, soltando una risilla floja–. No lo harías, porque si no serías una asesina e irías a la cárcel y, ¿adivina quién se quedaría con los escuincles estos?

Meredith solamente gruñó en respuesta, escondiendo aún más al par de niños, en su espalda, protegiéndolos de esa mujer que decía, era su madre.

–Son míos, Mery –dijo, acercándose para acariciar cínicamente la mejilla del niño.

Seth tenía apenas ocho años. Era un niño de cabello negro como el carbón y ojos grises como la luna. Era un niño muy hermoso y tierno.

Desde que el infante había cumplido seis años, su madre abusaba de él, lo tocaba y obligaba al niño a que la tocara. La mujer pensaba que quitarle la inocencia a su hijo de esa forma sería mejor y además, ella lo disfrutaba.

No lo había hecho muchas veces, puesto que Meredith siempre estaba ahí para evitarlo y defender a su hermano menor. Para que no sufriera lo que ella sufrió.

–No por mucho, Car –contestó la peli-negra, sonriendo cínicamente, también–. Dos años más, mamá. Dos años más y saldremos de esta estúpida casa, te dejaremos y, ¿sabes dónde quedarás tú? –preguntó Meredith, dando un paso al frente, hacía su madre.

Carlota dio un paso atrás, de repente intimidada por el aura de temor que desprendía su hija mayor. Meredith siempre había sido una hija sumisa, obediente y callada, que simplemente recibía las órdenes de sus padres, cuando querían hacer cosas con ella.

Si algunas personas creen que lo que Carlota le hacía a Seth es malo, no habría palabra que describiera todo lo que Meredith había sufrido a lo largo de su vida. Golpes, heridas, cortes, moretes, gritos… violaciones.

Su padre se había encargado toda su vida de hacerle imposible la existencia, desde que había nacido. Y cuando el hombre no se encontraba en casa, era Carlota quien lo hacía.

–Seguirás aquí, junto con papá –escupió la última palabra con más odio y dio otro paso, haciendo que Carlota retrocediera otro–. Ambos se quedaran aquí y morirán de una sobredosis de cocaína.

La pequeña Emily se acercó a su hermana mayor y la tomó de la mano, tranquilizándola, para que no fuera a golpear a su mamá.

La niña apenas tenía cinco años y era la única de los tres hijos que no había sido atacada físicamente por sus padres. Meredith tenía once años, cuando Carlota llegó con la niña del hospital, viéndola con asco y queriendo dejarla en cualquier lugar.

Su padre, Vic, había querido abusar de ella, desde los tres años, pero Meredith no se lo permitió. Meredith se ofreció en su lugar, sufrió todo lo que Vic tenía planeado para la pequeña y, que quede claro, no era poco ni lindo.

–No me hables así –dijo la mujer morena.

–¿O qué? –preguntó, sarcástica–. Ya no pueden causarme más dolor, Carlota. Yo ya estoy muerta, no pueden matarme más.

Tomó a ambos niños de la mano y los dirigió escaleras arriba, a su habitación. La única habitación segura en esa maldita casa.

Cerró la puerta de un portazo y soltó a los niños, para que estos corrieran y se sentaran en la orilla de la cama, con sus piecitos colgando y mirando a su hermana caminar de un lado a otro de la habitación, intentando tranquilizarse.

Obscuridad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora