Capítulo #3; Mason, Jenna y helado.

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Capítulo #3; Mason, Jenna y helado.

La mañana siguiente, Meredith despertó temprano, como de costumbre; se dio una ducha de cinco minutos, arregló los almuerzos para los niños, se puso cualquier cosa encima y ayudó a Emily y Seth a arreglarse.

Salieron antes de que Vic o Carlota se dieran cuenta y emprendieron camino hasta el instituto de los niños. Meredith se despidió de ellos, como todos los días, prometiendo que volvería por ellos a la misma hora de siempre.

Cuando llegó a su instituto, todo el mundo aún la miraba. Rodó los ojos y bajó de su coche con mal humor, rogando que todos dejaran de prestarle atención.

Si en el momento en que golpeó al rubio, hubiera estado enterada de que iba a lograr que todo el instituto se centrase en ella, se hubiera controlado un poco y solo lo hubiera amenazado.

Pero, es que, él había insultado a sus hermanos y, además, comparado con Vic y Carlota, y eso, no era algo que se dejaba con una amenaza y ya.

Meredith no era violenta (excepto con sus padres), prefería hablar a pelear, porque si ella deba violencia, lo único que recibiría, sería violencia –obviamente–.

Pero como todo ser humano, Meredith tiene sus límites. Es muy paciente, la mayoría del tiempo. Pero cuando le sacan el tapón, le sacaron el tapón y no hay quien se lo vuelva a colocar.

Cruzó las puertas del edificio aún con las miradas puestas en su persona, con cuchicheos y aún más teorías de sobre ella. Dios, como le molestaba tener que soportar a toda esa gente sin prudencia ni educación.

Ella podría ser pobre, podría trabajar en un bar, vestirse con ropa de segunda y hasta tener un auto más viejo que las rocas; pero algo que Meredith si poseía, era educación y modales, algo que muchas personas no tenían ni en la planta de los pies.

–Oye… ¿Tú eres Meredith Bans, cierto?

Meredith Bans.

Meredith Bans.

Meredith Bans.  

Como odiaba que mencionaran su apellido. Le recordaba crudamente que era hija de ese par de mal nacidos que tenía por padres. Otra cosa que iba a cambiar cuando fuera mayor de edad, sería su apellido, junto con el de los niños.

Levantó la mirada de su taquilla, para ver a la chica que estaba a su lado con cara de confusión. No era muy alta, de hecho, era unos cuantos centímetros más baja que ella, tenía cabello castaño, ojos color miel y una tez un tanto morena clara.

–Si –contestó–. ¿Se te ofrece algo?

La verdad es que preguntó más por querer que se vaya rápido, que por querer saber realmente que era lo que la chica quería. No le gustaba fraternizar con nadie de la escuela, le parecía una distracción. Ella iba a estudiar, no a hacer amigos.

–Si… bueno… –balbuceó y Meredith rodó los ojos desesperada–. Yo quería preguntarte algo –logró decir–; ¿es cierto que golpeaste a Will?

¿Will? ¿Quién mierda era Will? Nunca había golpeado a ningún chico que se llamase Will. Oh quizá… ¿La castaña se refería al chico rubio del día anterior?

–¿Te refieres al rubio con cara de idiota? –preguntó.

–Sé que es rubio, pero nadie mencionó que tenga cara de idiota –dijo la chica.

Meredith volvió a rodar los ojos y pensó un momento si contestarle o dejarla ahí e irse. La verdad era que le impresionaba un poco el hecho de que la chica se hubiese acercado a preguntarle lo sucedido, cuando normalmente los adolescentes hacían sus propias conclusiones por si mismos.

Obscuridad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora