Capítulo 9

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  — ¿Cómo una palabra como "Amigos" puede hacer que me quede? —Su tono de voz era frío, duro, como una ventisca que se encargaba de eliminar cualquier sentimiento. Presioné los parpados otra vez, reconociendo que lo había perdido completamente. — Idiota.

A pesar de no comprender en totalidad sus palabras, por el tono de voz que usó, cada una fue tan venenosa, inyectándole desesperanza a mi corazón. Presioné los párpados con más fuerza y me aferré a su cuerpo, sin poder evitarlo. Quizás sería mucho pedir pero le besaría los pies si era necesario o me esposaría a su muñeca para toda la eternidad, necesitándolo a mi lado más que cualquier otra cosa.

—Erick, no. —Logré susurrar, aunque ni siquiera yo entendí lo que salió de mi boca, pues las lágrimas habían llegado hasta mis labios y me impedían hablar con claridad.

Erick no dijo más, no hizo falta, solo lo escuché llorar por varios segundos, en los que imaginé preparaba una nueva oración que me destruiría del mismo modo que las anteriores. Y, aun así, continuaría aferrándome a cualquier reducida esperanza, incluso anhelando entregar mi alma al mismo diablo con tal de tener solo una oportunidad más.

Quizás no era el momento indicado para meditarlo, pero quien haya inventado la frase "Si amas algo, déjalo ir" jamás amó tanto como yo amé, amo y amaré a Erick. Quizás era solo un imbécil que justificaba su cobardía con frases mediocres que las personas usan para ocultar su culpa o sentirse mejor con ellos mismos, pero yo no lo haría. Pues si lo amo tanto, sé que nadie lo amará nunca ni la mitad de lo que yo lo hago.

Y Erick se merecía a alguien que lo ame más que al mundo completo, aunque yo no me lo merezca y seguro nadie en el planeta jamás tenga ese privilegio.

—Dilo. —Murmuró. Sus manos tomaron mi remera y se aferraron a las telas, mientras él hipaba y respiraba hondo, antes de repetir. —Dímelo.

Su llanto aumentó después de decir ello, pero yo lo comprendí, no hizo falta absolutamente nada más. Intenté dejar de llorar al fin, pues de nada servía. Él continuaba aferrado a mí como un pequeño abandonado por su madre. Mis brazos lo sostenían, asegurándome de que no cayera. Nunca dejaría que nadie más lastime a ese ángel, incluso si yo mismo era el causante de esas lágrimas. Me mataría antes de volver a herirlo.

—Yo te... —Quise decir, aunque las palabras no salieron.

—Lo aceptaré. —Me repitió. Al fin ambos nos miramos fijamente. Esa mirada tan asustada y triste, sus ojos sin el brillo que antes encantaba a cada persona que tuviera el placer de conocerlo. Se veía tan herido, lastimado y confundido, sin embargo, una luz de anhelo se reflejaba en sus pupilas, mientras él asentía suavemente. —Y-Yo lo aceptaré, así que... Dilo, ahora mismo... Solo dímelo.

Besé sus labios, ignorando mis lágrimas que no tardaron en volver a salir y las suyas mojando nuestras bocas al besarnos.

Lo amo tanto.

— Christopher —Gimió.

Su cuerpo tan cerca al mío parecía un milagro, admirándolo con detenimiento mientras le quitaba el short junto con su ropa interior, terminando de desnudarlo y despidiéndome de mis prendas también. Mi boca rara vez liberaba la suya, solo de vez en cuando, disfrutando de mi nombre saliendo con dulzura de esta, oyendo su ronca voz repetirlo una y otra vez, mientras se aferraba a la cama con una de sus manos y con la otra sostenía mi hombro. No lo sabía, pero podía jurar que él temía que desapareciera.

—Erick. —Dije, sin necesidad, únicamente con el anhelo de recordarme que eso estaba ocurriendo. Él tembló al oír su nombre, por lo que lo repetí mientras inclinaba su cabeza hacia atrás y me regalaba más de su piel, llenando de besos cada rincón de su cuello, mordiendo cerca de su clavícula y bajando más. —Erick.

Iba a morder sobre uno de sus pezones hasta que noté nuevamente algo que estaba tratando de ignorar, pero ya no aguantaba más. Su cuerpo, el cuerpo de mi bonito ángel tenía otras marcas que no eran mías y olía a alguien que no era yo, ni mucho menos él. Sabía lo que implicaba hacerle el amor sin darle tiempo de respirar después de nuestro beso, pero no quería alejarme, necesitaba hacerlo mío, recordarme que me pertenecía, recordarle que no importaba absolutamente nadie más, jamás alguien podría calentarme más de lo que Erick lo hacía.

—Christopher —Me llamó, despertándome de aquel sueño de pensamientos. Observé su preocupada mirada, aún con los ojos tan hinchados por las lágrimas y el rostro sonrojado. Oh, mi precioso amor ¿Alguien más había visto ese dulce mirar tuyo cuando sentías vergüenza de tu anatomía? Incluso aun sabiendo que no existía cuerpo más perfecto que el suyo. — ¿Qué pasa? —Preguntó, evitando mis ojos.

Negué, inclinándome para volver a besarlo mientras tomaba sus caderas y lo acomodaba al centro de la cama, colocándome entre sus piernas y mordiendo con suavidad su lado inferior.

—Mierda. —Jadee, sin poder evitarlo. —Es que... Hueles a otro hombre.

—Oh. —Erick quiso encoger sus piernas con vergüenza, pero no se lo permití. Me encontré con su mirada por unos segundos, aunque él me evitó nuevamente. —Lo siento, yo... Uh, creo que debo bañarme.

—No. —Dije rápidamente. —Yo me encargaré. —Bajé hasta dejar una mordida sobre la marca anterior que tenía cerca de la aureola de su pezón. No me importaba hacer eso, no cuando se trataba de purificar el cuerpo tan precioso y perfecto de mi ángel. Ya que, incluso en un momento así, me excitaba tanto cada detalle de su cuerpo. —No me necesitas para hacerlo cariñosamente ¿Verdad? Porque lo haremos tosca y rudamente. Lo haré de tal forma que solo olerás a mí.

Justo como lo hice la primera vez que estuvimos juntos.

Él me miró fijamente, por fin me encontré con su mirada mucho más confiada e incluso hasta relajada. Me sonrió con calidez, una suave pero importante y significativa sonrisa, antes de llevar su mano a mi mejilla y delinear mi pómulo con dos de sus dedos.

— ¿Por qué tan posesivo, Christopher? —Preguntó con obvia ironía.

Tuve para decirle tantas cosas. Quise regañarlo, retarlo e incluso insultarlo por una pregunta tan estúpida, pero más que cualquier cosa, desee besarlo como nunca antes, pues ese era el precioso Erick que tanto amaba. Tomé su boca con desesperación, mientras me alineaba a su entrada y lo penetraba profundamente.

Él gimió y se aferró a mi espalda, hundiendo sus cortas uñas en mi piel mientras mis manos se dirigían a sus glúteos y así marcaba un ritmo rápido, bastante desesperado. Erick gemía, casi gritaba; una y otra vez sus encantadores gimoteos resonaban en mi oído, llenando la habitación de su voz. Recordé nuevamente nuestra primera vez juntos, ese día que tuve el privilegio de ver su cuerpo bajo el mío, bastante parecido a esta vez, pero con una muy importante diferencia.

Entonces lo amé, ahora el amor parecía un grano de arena en la playa de sentimientos que él despertaba en mí. Quizás debería, de algún modo, inventarle un nombre a ese sentimiento tan inmenso; pero, por ahora, solo deseaba que lo sienta, pues no existía manera de explicarlo.

—Erick. —Gemí, acelerando el ritmo y golpeando contra su punto dulce apenas lo encontré. Él me arañaba sin contenerse, incluso imaginé que más de una de esas líneas rojas terminaría sangrando para el final, pero fue lo que menos me importó.

—Christopher. —Lloraba con su cabeza hundida en mi hombro. Lloraba de placer, de dolor, de alegría y tristeza, todas esas emociones se reflejaban en su ronca y necesitada voz. —Có... Córrete dentro. —Rogó. —Por favor... Por favor... Dentro ¡Dentro, Christopher!

Y así lo hice. Erick no tardó en acompañarme cuando llegué al punto del clímax, ambos nos entregamos al placer del orgasmo mientras cerrábamos los ojos y, a la vez, nos dábamos cuenta de algo muy importante.

La pesadilla había terminado.

Good Friends - Chriserick Donde viven las historias. Descúbrelo ahora