Capitulo 1 - Es el amor un arte?

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I. ¿ES EL AMOR UN ARTE?¿Es el amor un arte? En tal caso, requiere conocimiento y esfuerzo. ¿O es el amor unasensación placentera, cuya experiencia es una cuestión de azar, algo con lo que uno «tropieza»si tiene suerte? Este libro se basa en la primera premisa, si bien es indudable que la mayoría dela gente de hoy cree en la segunda.No se trata de que la gente piense que el amor carece de importancia. En realidad, todos estánsedientos de amor; ven innumerables películas basadas en historias de amor felices ydesgraciadas, escuchan centenares de canciones triviales que hablan del amor, y, sin embargo,casi nadie piensa que hay algo que aprender acerca del amor. 

Esa peculiar actitud se basa en varias premisas que, individualmente o combinadas, tienden asustentarla. Para la mayoría de la gente, el problema del amor consiste fundamentalmente en seramado, y no en amar, no en la propia capacidad de amar. De ahí que para ellos el problema seacómo lograr que se los ame, cómo ser dignos de amor. Para alcanzar ese objetivo, siguen varioscaminos. Uno de ellos, utilizado en especial por los hombres, es tener éxito, ser tan poderoso yrico como lo permita el margen social de la propia posición. Otro, usado particularmente por lasmujeres, consiste en ser atractivas, por medio del cuidado del cuerpo, la ropa, etc. 

Existen otrasformas de hacerse atractivo, que utilizan tanto los hombres como las mujeres, tales como tenermodales agradables y conversación interesante, ser útil, modesto, inofensivo. Muchas de lasformas de hacerse querer son iguales a las que se utilizan para alcanzar el éxito, para «ganaramigos e influir sobre la gente». En realidad, lo que para la mayoría de la gente de nuestracultura equivale a digno de ser amado es, en esencia, una mezcla de popularidad y sex-appeal. 

La segunda premisa que sustenta la actitud de que no hay nada que aprender sobre el amor, esla suposición de que el problema del amor es el de un objeto y no de una facultad. La gente creeque amar es sencillo y lo difícil encontrar un objeto apropiado para amar -o para ser amado porél-. Tal actitud tiene varias causas, arraigadas en el desarrollo de la sociedad moderna. Una deellas es la profunda transformación que se produjo en el siglo veinte con respecto a la eleccióndel «objeto amoroso». En la era victoriana, así como en muchas culturas tradicionales, el amorno era generalmente una experiencia personal espontánea que podía llevar al matrimonio. Por elcontrario, el matrimonio se efectuaba por un convenio -entre las respectivas familias o por mediode un agente matrimonial, o también sin la ayuda de tales intermediarios; se realizaba sobre labase de consideraciones sociales, partiendo de la premisa de que el amor surgiría después deconcertado el matrimonio-. En las últimas generaciones el concepto de amor romántico se hahecho casi universal en el mundo occidental. En los Estados Unidos de Norteamérica, si bien nofaltan consideraciones de índole convencional, la mayoría de la gente aspira a encontrar un«amor romántico», a tener una experiencia personal del amor que lleve luego al matrimonio. Esenuevo concepto de la libertad en el amor debe haber acrecentado enormemente la importanciadel objeto frente a la de la función.

Hay en la cultura contemporánea otro rasgo característico, estrechamente vinculado con esefactor. Toda nuestra cultura está basada en el deseo de comprar, en la idea de un intercambiomutuamente favorable. La felicidad del hombre moderno consiste en la excitación de contemplarlas vidrieras de los negocios, y en comprar todo lo que pueda, ya sea al contado o a plazos. Elhombre (o la mujer) considera a la gente en una forma similar. Una mujer o un hombre atractivosson los premios que se quiere conseguir.

 «Atractivo» significa habitualmente un buen conjuntode cualidades que son populares y por las cuales hay demanda en el mercado de lapersonalidad. Las características específicas que hacen atractiva a una persona dependen de lamoda de la época, tanto física como mentalmente. Durante los años que siguieron a la PrimeraGuerra Mundial, una joven que bebía y fumaba, emprendedora y sexualmente provocadora,resultaba atractiva; hoy en día la moda exige más domesticidad y recato. A fines del siglo XIX ycomienzos de éste, un hombre debía ser agresivo y ambicioso -hoy tiene que ser sociable ytolerante- para resultar atractivo. De cualquier manera, la sensación de enamorarse sólo sedesarrolla con respecto a las mercaderías humanas que están dentro de nuestras posibilidades de intercambio. Quiero hacer un buen negocio; el objeto debe ser deseable desde el punto devista de su valor social y, al mismo tiempo, debo resultarle deseable, teniendo en cuenta misvalores y potencialidades manifiestas y ocultas. De ese modo, dos personas se enamorancuando sienten que han encontrado el mejor objeto disponible en el mercado, dentro de loslímites impuestos por sus propios valores de intercambio.

 Lo mismo que cuando se compran bienes raíces, suele ocurrir que las potencialidades ocultas susceptibles de desarrollo desempeñanun papel de considerable importancia en tal transacción. En una cultura en la que prevalece laorientación mercantil y en la que el éxito material constituye el valor predominante, no hay enrealidad motivos para sorprenderse de que las relaciones amorosas humanas sigan el mismoesquema de intercambio que gobierna el mercado de bienes y de trabajo.

El tercer error que lleva a suponer que no hay nada que aprender sobre el amor, radica en laconfusión entre la experiencia inicial del "enamorarse" y la situación permanente de estarenamorado, o, mejor dicho, de «permanecer» enamorado. Si dos personas que sondesconocidas la una para la otra, como lo somos todos, dejan caer de pronto la barrera que lassepara, y se sienten cercanas, se sienten uno, ese momento de unidad constituye uno de losmás estimulantes y excitantes de la vida. Y resulta aún más maravilloso y milagroso para aquellas personas que han vivido encerradas, aisladas, sin amor. Ese milagro de súbita intimidadsuele verse facilitado si se combina o inicia con la atracción sexual y su consumación. Sinembargo, tal tipo de amor es, por su misma naturaleza, poco duradero. Las dos personas llegana conocerse bien, su intimidad pierde cada vez más su carácter milagroso, hasta que suantagonismo, sus desilusiones, su aburrimiento mutuo, terminan por matar lo que pueda quedarde la excitación inicial. No obstante, al comienzo no saben todo esto: en realidad, consideran laintensidad del apasionamiento, ese estar «locos» el uno por el otro, como una prueba de laintensidad de su amor, cuando sólo muestra el grado de su soledad anterior.

Esa actitud -que no hay nada más fácil que amar- sigue siendo la idea prevaleciente sobre elamor, a pesar de las abrumadoras pruebas-de lo contrario. Prácticamente no existe ninguna otraactividad o empresa que se inicie con tan tremendas esperanzas y expectaciones, y que, noobstante, fracase tan a menudo como el amor. Si ello ocurriera con cualquier otra actividad, lagente estaría ansiosa por conocer los motivos del fracaso y por corregir sus errores -orenunciaría a la actividad-. Puesto que lo último es imposible en el caso del amor, sólo parecehaber una forma adecuada de superar el fracaso del amor, y es examinar las causas de tal fracaso y estudiar el significado del amor.

El primer paso a dar es tomar conciencia de que el amor es un arte, tal como es un arte el vivir.Si deseamos aprender a amar debemos proceder en la misma forma en que lo haríamos siquisiéramos aprender cualquier otro arte, música, pintura, carpintería o el arte de la medicina o laingeniería. 

¿Cuáles son los pasos necesarios para aprender cualquier arte?

 El proceso de aprender un arte puede dividirse convenientemente en dos partes: una, el dominiode la teoría; la otra, el dominio de la práctica. Si quiero aprender el arte de la medicina, primerodebo conocer los hechos relativos al cuerpo humano y a las diversas enfermedades. Una vezadquirido todo ese conocimiento teórico, aún no soy en modo alguno competente en el arte de lamedicina. Sólo llegaré a dominarlo después de mucha práctica, hasta que eventualmente losresultados de mi conocimiento teórico y los de mi práctica se fundan en uno, mi intuición, que esla esencia del dominio de cualquier arte. Pero aparte del aprendizaje de la teoría y la práctica, untercer factor es necesario para llegar a dominar cualquier arte -el dominio de ese arte debe serun asunto de fundamental importancia; nada en el mundo debe ser más importante que el arte.

 Esto es válido para la música, la medicina, la carpintería y el amor-. Y quizá radique ahí el motivode que la gente de nuestra cultura, a pesar de sus evidentes fracasos, sólo en tan contadasocasiones trata de aprender ese arte. No obstante el profundo anhelo de amor, casi todo lodemás tiene más importancia que el amor: éxito, prestigio, dinero, poder; dedicamos casi toda nuestra energía a descubrir la forma de alcanzar esos objetivos y muy poca a aprender el artedel amor.

 ¿Sucede acaso que sólo se consideran dignas de ser aprendidas las cosas que puedenproporcionarnos dinero o prestigio, y que el amor, que «sólo» beneficia al alma, pero que no proporciona ventajas en el sentido moderno, sea un lujo por el cual no tenemos derecho a gastarmuchas energías? Sea como fuere, este estudio ha de referirse al arte de amar en el sentido delas divisiones antes mencionadas: primero, examinaré la teoría del amor -lo cual abarcará lamayor parte del libro-, y luego analizaré la práctica del amor, si bien es muy poco lo que puededecirse sobre la práctica de éste como en cualquier otro campo.

El Arte De Amar - Erich FrommDonde viven las historias. Descúbrelo ahora