Era como si su cabeza amara cada facción de ella, reproduciendo cada gesto. El corazón la seguía, latía con fuerza cuando se tratase de ella.
Al levantarse, todos se vistieron y fueron hacia fuera. Morrison espero a Elizabeth ya que ella demoraba un poco más al peinarse.
Ahora la miraba con otros ojos, todo era muy distinto. Pero no se podría arriesgar con el estado en que se encontraba su abuelo.
Hoy Elizabeth y el comandante Jones se comportaban de una manera tan fría, que daba miedo. Ese mismo día su madre había muerto a causa de un terrible accidente. No muy común, ella estaba en un buen estado cuando de repente le un paro cardiaco. Algo triste y doloroso para ambos.
Lograban disimularlo, aunque desde sus adentros gritaran por ella.
El día era un desastre, nadie lograba estar concentrado en los ejercicios. El campamento ardía en llamas, nadie aguantaba el maldito calor y por supuesto la precisión.
Tres de la tarde y el comandante no regresaba. Elizabeth estaba en la base, distraída.
Pero llego el haciendo que ella saltara del susto.
- ¿Te encuentras bien?
- Si. –Contesto sin ánimos.
- ¿Puedo sentarme?
- Claro.
- ¿Quieres contarme? –El sabía que algo le sucedía, era raro que Elizabeth estuviera tan triste. Era otra, muy distinta comparada a la que el solía tratar.
- ¿Te puedo pedir un favor? –Pregunto ella, en un tono jamás escuchado por Ryan, haciendo que su corazón latiera cada vez más rápido.
- Claro que si, el que quieras.
- No digas nada por favor, solo abrázame
- Te abrazare hasta que el dolor pase.
Y fue ahí cuando se prometió no dejarla ir por nada en el mundo.
- Gracias. –Dijo ella.
- Vámonos de aquí, no te hace bien estar sola.
- No digas nada de esto, arruinarías mi reputación. -Ryan saco una sonrisa y ensenando su dentadura perfecta.
- Lo pensare. –Rio.
El día paso rápido, Ryan se baño en un par de minutos, sanciono que nadie estaría en la habitación. Saco papel y un lápiz y empezó a escribir.
Saco una rosa de su bolsillo y la coloco en la litera de la castaña, junto con la carta.
Salió de ahí a fumar un cigarrillo. Al entrar ya todos estaban en sus camas y por supuesto observo a la chica de sus sueños.
Elizabeth estaba a punto de acostarse cuando observo una rosa entre su cama, la observo con delicadeza. Era hermosa como ella. Tomo la hoja envuelta en dos. La abrió y empezó a leerla en voz baja.
- Amor en silencio…
Que hago con este amor que ocupa todo mi pecho,
No hay momento, ni pensamiento donde no estés.
Quisiera gritar a los cuatro vientos cuanto te amo
Porque siento que mi corazón va a estallar
De tanto sentimiento.
Dime como le hago para sacarte
de mis pensamiento…
Sé que es un amor imposible, se que